En cuanto me sumergí en el agua, la corriente me arrastró con una violencia monstruosa, haciéndome girar sin control y perdiendo por completo el sentido de la orientación. El agua estaba helada, y sentía como si millones de agujas diminutas se clavaran en mi piel, paralizándome, siendo incapaz de moverme o pensar. Cada vez que intentaba salir a la superficie, el agua volvía a empujarme a lo más profundo.
Mi cuerpo era un simple juguete atrapado bajo la furia de la tormenta. Los troncos y ramas arrancados por el viento navegaban junto a mí, golpeándome la espalda y los costados con brutal fuerza. Sentía cómo el aire se escapaba de mis pulmones, mientras la superficie se alejaba más y más. El rugido del río eclipsaba cualquier otro sonido; las olas me hundían una y otra vez, cegándome y dejándome sin aliento.
No estaba sola. En la desesperación del río, más cuerpos luchaban por sobrevivir, intentando mantenerse a flote. Brazos y piernas se agitaban sin control, y los golpes no se hacían esperar. Recibí patadas en las costillas, en las piernas, y un codazo en la mandíbula me dejó aturdida. Parecía como si el río quisiera devorarnos a todos, y con cada segundo que pasaba bajo el agua, la desesperación se hacía más aguda. Sentía mis pulmones ardiendo, clamando oxígeno, mientras el torrente de agua seguía arrastrándome hacia lo desconocido, sin darme tregua.
Todo se volvía borroso. Mi mente flotaba al borde del desmayo, y mis ojos se cerraron. De repente, sentí tierra firme bajo mi cuerpo. Con dificultad, abrí los ojos. Estaba fuera del río, tumbada sobre la orilla húmeda. No sabía cómo había logrado salir; lo último que recordaba era la impotencia de no poder respirar. Me quedé inmóvil, recuperando el aliento, intentando recordar. Mi cuerpo, sin embargo, no me dio tiempo. Como si actuara por cuenta propia, me levanté y empecé a caminar en la dirección opuesta a donde había corrido antes de caer al río.
A mi alrededor, el caos seguía reinando. Personas corrían, gritando desesperadamente; algunas ardían en sus propias casas, otras eran arrastradas por el viento o devoradas por el río. La tierra estaba llena de grandes grietas, provocadas por los rayos. El paisaje era un campo de cadáveres que tenía que esquivar mientras caminaba, inexplicablemente, en la dirección contraria a la que realmente deseaba.
No entendía qué estaba ocurriendo. ¿Por qué mi cuerpo actuaba por voluntad propia? Entonces lo oí. Primero fue un susurro, apenas audible. Pero la voz se fue acercando, hasta que pude entender claramente lo que decía:
"Han pasado casi cien años desde este momento, y todavía lo recuerdo como si hubiese sucedido ayer".
Me quedé paralizada al escuchar esas palabras, porque no venían de nadie a mi alrededor. Provenían de mi propia mente. Era la voz de un hombre. Había cansancio y dolor en su tono, y una ronca melancolía que me heló. Aun así, mi cuerpo seguía caminando, mientras mi mente se quedaba atrás, atascada en el desconcierto. No entendía nada, pero lo que sí sabía era que no era yo quien pensaba aquello, ni quien dirigía mis pasos. Pensé que aquel era el inicio en el camino de la locura. Y entonces, como si la voz pudiese leer mis pensamientos me dijo:
"Tranquila Elaira, no te estas volviendo loca. No dejes que el miedo invada tu cuerpo".
Vale... la voz en mi cabeza me decía que no estaba loca y yo tenía que creerla, ¿no? La situación cada vez era más surrealista. Sin embargo, no podía hacer nada para cambiarlo. Mi mente ya no tenía el control de mi cuerpo. Al parecer, el dueño de aquella voz era el que tenía el control ahora. Mis piernas comenzaron a acelerar el paso y parecían saber perfectamente a donde nos dirigíamos. La voz volvió a hacer eco en mi cabeza.
"Mi nombre es Arnold, y llevo siguiendo tus pasos desde hace mucho tiempo. He observado todos y cada uno de estos sueños tan extraños que tienes, esos que no consigues entender, pero que encierran una gran verdad, aunque aún no seas del todo consciente de ello. Ahora mismo, te encuentras en una de tus odiadas pesadillas".
Que ese tal Arnold me dijera que estaba en una pesadilla me reconfortó de cierta manera. Al menos, eso explicaba el caos y la muerte que me rodeaban; era solo un sueño, uno más. Todo esto no podía ser real.
"Sé que todavía no dominas tus sueños, pronto lo harás y serán tu mayor arma. Me sorprende que hayas llegado por tu cuenta hasta este horrible momento. La peor noche de mi vida... en la que lo perdí todo. Absolutamente todo. Me gustaría que lo vieras a través de mis ojos".
Me detuve frente a una casa de piedra, cubierta de enredaderas. Era bonita, de dos pisos, con grandes ventanas de madera. Aunque el techo se había derrumbado, el resto de la estructura permanecía casi intacto, una rareza en medio de la devastación.
"Cuando llegué aquí, mis peores miedos se hicieron realidad. Ver mi casa de aquella manera, pensar en el esfuerzo que le había llevado a mi mujer convertirla en un hogar... Y todo por mi culpa. Por no haberme negado a participar en aquel plan macabro".
No entendía de qué plan hablaba, pero el remordimiento y la culpa pesaban en su voz como una losa. Me esperaba que me condujera al interior de la casa, pero mis pies me llevaron en dirección al río, hacia un puente de madera que apenas se mantenía en pie.
"En ese momento solo podía pensar en mi familia y en si estarían bien. Habíamos acordado encontrarnos en el puente, pero no estaban allí. Supuse que, debido a la bondadosa naturaleza de mi esposa, se habían demorado más tiempo del que habíamos acordado en la zona más pobre de la ciudad, ofreciendo su ayuda"
"Me quedé allí, esperándoles. No me atreví a cruzar el puente por su inestabilidad y temía que, si volvía a caer al río, ya no saldría de él. Pero fue una estupidez. Como todo lo que hice anteriormente. Todos mis actos, que cumplí bajo ordenes por miedo, desencadenaron en esta noche y las consecuencias fueron peores de lo que jamás llegué a imaginar".
No entendía a que se refería aquel hombre, pero se notaba que estaba sufriendo. No sé que fue lo que hizo, ni tampoco cuales fueron las terribles consecuencias. No estaba comprendiendo ninguna de las cosas que me decía. Lo que sí podía sentir era su dolor a través de sus ojos, ver el horror y el caos en el que se había hundido su hogar, no saber nada de su familia...
"Pero entonces, ya era tarde. Tarde para cambiar el rumbo del destino, para detener lo que estaba por ocurrir. Elaira, estas a punto de presenciar el origen de todo, de cómo el mundo quedó dividido para siempre y de cómo perdí a mi esposa y a mis hijos".
En ese instante, al otro lado del río pude ver a una mujer embarazada acompañada de un chico de unos once años y una niña de siete. Yo no los conocía, no reconocí sus rostros, pero mi cuerpo experimentó la más pura de las alegrías. Y fue entonces cuando me di cuenta de que era la familia de Arnold, finalmente los encontró. Entonces, ¿cómo los perdió?
Pocos minutos después, lo supe. Un silencio sepulcral se extendió por todo el lugar, y supe que algo terrible estaba por suceder. Muy cerca de donde me hallaba, las nubes comenzaron a arremolinarse. Aunque seguían siendo tan negras y grisáceas como antes, ahora podía distinguir algunos destellos anaranjados que atravesaban su densa oscuridad. La tormenta, que hasta entonces era frenética y no nos había otorgado ni un minuto de descanso, se silenció por un instante, como si todo el mundo contuviera el aliento. El aire y el tiempo parecían haberse congelado. El cielo se tornó aún más oscuro, si aquello era posible. Una vibración eléctrica recorrió todo el ambiente, erizando todo el vello de mi cuerpo.
Entonces, un enorme rayo comenzó a descender con una rapidez y fuerza sobrecogedoras, acompañado de un estruendo que pareció rasgar el firmamento. La columna de luz era de un metro de ancho y de un naranja abrasador y sobrenatural. Impactó justo contra el puente que tenía delante y que unía las dos zonas de la ciudad, sacudiendo la tierra bajo mis pies. El aire se volvió demasiado cálido, como si el mismísimo infierno hubiese llegado a la Tierra. Al tocar el puente, el rayo lo desintegró al instante, lanzando fragmentos de madera y piedra en todas direcciones. Una onda de calor me golpeó, haciéndome caer al suelo. Por un momento, todo lo que pude ver fue el resplandor cegador y la furia del rayo consumiéndolo todo. Y entonces, nada.
"Y así, mi querida Elaira, es como todo cuanto conocíamos cambió. Ya no volví a ver a mi familia nunca más y todo fue a peor. Ahora, mi gente te necesita más que nunca".
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ECOS DE LO DESCONOCIDO ©
Misteri / ThrillerElaira lleva una vida aparentemente normal, rodeada de una amiga inseparable y una familia amorosa que, aunque tiene sus altibajos, la apoya incondicionalmente. Sin embargo, a medida que empieza a experimentar sensaciones desconcertantes y pesadilla...