CAPÍTULO 33

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Pov Maddison

Al abrir los ojos, noto que me encuentro sola en la habitación del coronel. La distracción de ayer me fue muy útil, lo necesitaba, pero eso no quita la cruel realidad que estoy viviendo, el quedarme allí dejando que mi mente divague es una mala idea, mis ojos acumulan las lágrimas que me niego a soltar, ya he llorado lo suficiente, he sacado el llanto que no he soltado en años.

Sollozo y me cubro por completo con las sábanas queriendo ocultar la vergüenza que siento de mi misma, no quiero verme débil, no como ya me mostré ante el enemigo. Mi humillación valió la pena por la vida de mi hermano, pero eso no quita el sin sabor que me queda al saber que perdí mi orgullo, mi ego ya no tiene valor. No me arrepiento de tener la esperanza que Alessandro no me va a abandonar aquí es lo único que importa en este punto, lo extraño, quiero que me abrace, deseo perderme en el calor de su cuerpo transmitiendo la tranquilidad que tanto necesito en estos momentos.

El sonido de la puerta me hace quedarme quieta y en silencio, escucho los pasos del ruso y luego siento como tira de la sábana que le impido quitar.

-Maddison...

-Largo- Es lo que respondo ocultándome más queriendo que el mundo me incinere, me desaparezca.

Suspira y siento como la cama se hunde a mi lado para luego quedar en medio de sus brazos, pego más la espalda a su pecho sintiendo el calor un tanto reconfortante, pero no quiero seguir viéndome débil ante sus ojos.

-¿Dónde están mis cuñados?- Cambio el tema queriendo distraerlo de lo miserable que me veo.

-En las celdas de la central en Brasil, Latinoamérica los exigió y Estados Unidos ordenó la extradición a su cárcel de alta seguridad.

Asiento procesando un poco lo que dice, no quiero que vivan encerrados por una decisión que yo tome sin su consentimiento, literalmente mande al carajo el trabajo de generaciones en los carteles colombianos, solo pensé en mi hermano, soy egoísta, pero me da pesar que le termine de arruinar su vida. Después de todo eran el tipo de gente que quiero a mi lado, sádicos sin miedo de nada.

-Ven, debo trabajar- Trata de apartar la sábana de mi cuerpo y me niego.

-Exacto, tú debes trabajar, yo soldado de juguete no soy así que me quedo aquí.

-Ya- Se pone de pie y creo que gané hasta que me levanta en brazos llevándome al baño donde me aparta la sábana, evito mirarlo a la cara demostrando en mi lenguaje corporal lo molesta que estoy.

-A la ducha- Demanda y solo me cruzo de brazos mirando la pared- Con tus caprichos a otro lado- Me toma de la cintura metiendo mi cuerpo a la fuerza en la bañera, prende el agua que me empapa por completo, después de todo ya estaba desnuda- Rápido, no tengo todo el día.

-A mí no me des ordenes- Me mantengo en mi lugar y él me mira serio hasta que de la anda se empieza a quitar el uniforme quedando sin nada, me deleito con la vista, detallando sin descaro la sexi anatomía del ruso que se acerca quedando a centímetros de mí, no me resisto y doy un salgo enredando mis piernas en su torso y él me sostiene sin esfuerzo, me siento tentada por sus labios rojos que trato de besar, para mi sorpresa aparta el rostro causando que lo mire mal.

-Yo no le doy besos a caprichosas, menos si son desobedientes.

-Pero soy yo, no alguna de tus putas- Trato de bajarme enojada, pero me lo impide pegando mi espalda a la fría pared causando un escalofrío.

-Eso lo sé- Pasa la nariz por mi cuello inhalando mi olor- Si fueras una de mis putas no cumpliría tus interminables caprichos- Deja pequeños besos por mi mandíbula.

OBSESIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora