CAPITULO 4 - ESTALLIDO

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CAPITULO 4 — ESTALLIDO
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Ilenko.
El humo avasalla mi olfato y el vidrio cruje bajo mi suela mientras camino por las calles
de la madriguera con un remolino de ira moviéndose a lo largo de mi cuerpo. La sangre
de mi gente está en el piso, varios cuerpos apuñalados por sí mismo, ya que ellos
prefieren matarse antes de hablar.
Me imagino la cara de los italianos, la sonrisa de satisfacción de ellos y de la perra
manipuladora que hizo esto, «Rachel James».
Mi familia me sigue; Aleska, mi padre, mis tíos, los hijos de Dante y el resto de los
Romanov. Koldum no se queda atrás y mientras me siguen voy detallando las fotos de
Antoni con los suyos y su puta nueva esposa llamada Rachel James.
«Le rindió el tiempo». Tiene otro hijo aparte de los dos que ya tenía y también tiene una
amante preñada. «Muy bonito todo», la ex teniente se ve muy comprometida con el
italiano.
Sigo pasando llegando a mis fotos favoritas, la saliva se me aliviana y sigo avanzando
atravesando la segunda madriguera más grande de la Bratva mientras Aleska me cuenta
todo lo que ha pasado, las amenazas constantes, el ataque a mis negocios, la cacería a mi
gente y el rapto de Yura.
—Es necesario que todo vuelva a ser como antes —me pide Aleska—. Solo di que
debemos hacer que tu regreso lo esperamos desde que te fuiste.
La caída de la Bratva se está anunciando en todos los medios informativos; "El fin de la
mafia rusa", "La Bratva cayó". Los clanes se están vanagloriando, ella está celebrando
su triunfo y a mí la ira me está arañando por dentro.
Las pérdidas son millonarias, sigo caminando haciendo un cálculo de toda la gente que
he perdido y son muchos, pero eso no es lo que me frena cuando llego al centro del
pueblo ruso.
Eso no es lo que desata el ardor que se percibe como si me arrojaran una tonelada de
brazas en la espalda.
"Noch Prizrak", (Los espectros de la noche), la frase que más he odiado en la vida
empieza a aparecer pintada en la calle, el número 6 en los postes obligándome a
recordar la edad que tenía cuando me lo dañaron, a esa edad me lo arruinaron y a esa
edad murió porque sobrevivió quince años más, pero no fue más que un ser infeliz y mi
cabeza no para de recordarme que me he quedado sin mi hijo. Sin embargo, eso no es lo
que suelta el estallido que me frena, es el humillante dibujo que abarca la pared más
grande del pueblo y me es imposible fingir que no pasó, que no lo vivió.
Aleska deja escapar un sollozo, otros apartan la cara y yo solo detallo como retrataron la
cara del Underboss siendo violado echado sobre una mesa cuando era un niño, cosa que
me hace caer todo lo que tengo en la mano.
—Inventan mentiras —le digo a los presentes y estos asienten bajo la ley de que si el
Boss dice que el cielo es amarillo lo es y sigo diciendo que es mentira. Eso no pasó.
«No me mataste tú, yo morí el día que el abuelo manchó mi túnica dorada». Los
recuerdos son un arma en mi contra que mete los dedos en mi herida abriéndome desde
la garganta hasta el pecho.
«Sonya rata asquerosa, ella y su colonia» Mi cerebro se devuelve a la visita médica, a
ese momento donde me confirmaron las sospechas que tuve desde que volví.
«"Solo jugábamos, papá». Las excusas que sacaba me marean más y es que tenía todo
para ser grande, pero decidieron volverlo pequeño llenándolo de cucarachas. —Ilenko
— me llama Akin y no hago más que avanzar lejos.
Creen que saben jugar sucio, pero yo soy el mayor tramposo de todos, ya que a mí la
experiencia me gana, el sopesar todo tipo de escenarios con tal de salirme con la mía y
crear pantallas que le hacen creer a otro que SÍ fui derrotado.
Sé elevar el ego a mi enemigo y sé como dejar que se eleven para luego implementar la
maniobra que los aterriza y les deja claro que soy tan indestructible como ellos.
No miro, no hablo, no escucho, solo me concentro en lo que voy a hacer seguido de los
miembros que me esperan. Salamaro me alcanza y doy las indicaciones claras
recogiendo lo que me llevaré.
Abordo una aeronave y me aventuro en un largo viaje por tierra hasta que el panorama
me obliga a bajar. Me lleno de barro, de estiércol, pero la ira no permite que me canse
durante las doce horas que camino dentro de la selva con todo en furor.
Lo que busco aparece después de varias vueltas con el mapa, Salamaro se encarga de los
mercenarios dueños de la caravana y a mí no me tiembla nada al ver lo que me espera,
simplemente preparo las cadenas. Anclo las vigas en el suelo, tiro la cuerda y me aferro
a esta descendiendo cuatrocientos doce metros bajo tierra.
Me quemo las palmas de las manos bajando con los Vory v Zakone y el olor a muerte se
va sintiendo cuando el descenso se vuelve más profundo.
Son horas, pero toco el suelo adentrándome de un todo en el foso subterráneo. Las
llamas iluminan, los Vory se expanden, los mercenarios de abajo me gritan las reglas
mientras me quito los zapatos y desabotono la camisa antes de subir al ring de la pelea
con el mero vaquero puesto.
Nadie en su sano juicio es capaz de sopesar esto porque alguien racional es consciente
de que el mundo no está preparado para el peligro que conlleva sumar una pesadilla con
otra pesadilla.
Poner una peste al lado de otra, a dos seres detestables, asesinos, rencorosos, cargados
de ambición, los cuales destilan odio y soberbia.
Dos hijos de perra capaces de dejar el mundo en ruinas con tal de salirse con la suya.
Nadie lo haría, pero yo lo haré porque en esta guerra voy a entrar en modo destructivo,
despiadado y haciendo historia.
Las rejas de la cueva se abren y mi contrincante aparece bañado en sudor. La mirada se
le oscurece cuando me ve y todo en él me grita que ambos estamos en nuestro peor
momento. No me teme, no le temo, porque ya nos hemos visto las caras.
—Legión —digo.
—Boss.
Contesta y acto seguido suena la campana que le da inicio a la pelea.
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