CAPÍTULO 42 - VED'MA PARTE 1

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Sunah/Argelia.

Emma.

Las personas salen de sus casas observando en lo que camino, mientras salgo de la pista de aterrizaje rodeada de militares con la mano de un encapuchado aferrada a mi brazo rumbo no sé a dónde, ni siquiera tengo idea de dónde estoy. Lo único que veo son rostros con rasgos pakistaní. Metros más adelante llevan a Dago, a Domi y a mis Voyeviki, el único que pudo huir fue Chip y no sé ni en qué momento lo hizo, solo sé que al subir a la aeronave, donde me trasladaron, no estaba; ni tampoco cuando bajé en el sitio, el cual no reconozco, ni tiene pinta de pertenecer a la mayor rama de la ley. Ni la ciudad, el pueblo, o como sea que se llame.

Me llevan caminando hasta los vehículos que percibo a lo lejos, rodeado de hombres con fusiles en mano. El hombre que me lleva me adentra en el jeep, mientras el ministro se sube del lado del copiloto. La gente que deambula se hace a un lado y lo que veo en el transcurso del viaje me deja claro que una población pequeña no es, ya que son varios kilómetros de urbanización lo que recorro.

Atravesamos un par de colinas llegando a otro sector lleno de casas resguardadas por valles donde me hacen descender del vehículo cuando frenan y donde metros más adelante, un gigantesco domo acorazado sobresale. Alrededor hay varias casas de donde salen las personas que me detallan cuando continúo con la caminata rodeada de policías.

Las mujeres se quedan en las puertas, los ancianos se asoman en los balcones y los que rondan se apartan dándole paso a los “agentes”.

Continúo con la caminata que me lleva al lugar que supuse que sería mi sitio desde que lo vi. Llego a las rejas que cubren la estructura de metal que se cierne sobre mí y donde me adentran junto con Dago, Domi y los rusos que ni bien atraviesan la puerta ya los están ingresando en las celdas que tienen. Es como un refugio de guerra con pantallas y soldados preparándose con caretas y escudos antidisturbios.

Me llevan a las escaleras metálicas donde me hacen subir un piso acompañada del ministro de la FEMF que no ha inmutado una palabra desde que salimos de Alemania. Llegamos a una serie de puertas, un soldado se adelanta tocando para que le abran y me adentre a la sala. Los que yacen dentro se vuelven y me hacen mirar al techo pidiendo paciencia al ver a Gema Lancaster, la hija de perra que me arruinó la carrera cuando no quise hacer parte de su estúpido pacto de paz.

—Emma James —me saluda— ¿Cómo estás? Asustada, supongo.

Me reservo las palabras, simplemente dejo que el soldado que no se me ha despegado, me deje bajo la lámpara que cuelga en la mitad del sitio. Hay dos rubias y una pelinegra tatuada, la cual vi varias veces en la FEMF.

—Nunca creí que una de las familias más importantes de la ley acabaría así —me dice el ministro—. Tu hermana está por ser capturada al igual que tu padre, que en la huida se llevó una desgarradora golpiza y todo por las malas decisiones, las cuales hacen que paguen justos por pecadores.

Se pasea por el sitio caminando a mí alrededor antes de encararme.

—¿Bajo qué cargos me estás deteniendo?

—Ilenko Romanov se alió con Christopher Morgan quien quiere obtener el poder de mi rama judicial, queriendo ser la oposición, ligándose a la mafia más revolucionaria — Ignora mi pregunta—. Armaron una dupla y me obligaron a armar   la mía, ya que en la guerra todo se vale.

Se mueve fijando la vista al frente, a la vez que la puerta vuelve a abrirse dando paso al italiano trajeado, el cual hace que el “soldado” que me traía se quite el casco y el pasamontañas.

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