CAPÍTULO 11 - NAUGHTY

58 3 0
                                    

CAPITULO 11 — NAUGHTY
•✦───────────•✧
Emma.
No he dormido, estoy demasiado acalorada para eso y no he dejado de leer el último
mensaje del empresario. Hoy es el día, nos veremos en la noche y he tenido hasta
retortijones estomacales de los nervios que tengo.
Mis expectativas están por los cielos y mis ilusiones llenas de corazones rojos. Guardo
las cosas que necesitaré durante el día en mi bolso deportivo, en la noche me cambiaré
en mi apartamento donde tengo más libertad.
Con todo listo le doy un repaso al perfil de la nueva niñera y educadora de Amelie,
siempre ha tenido una de Gehena, pero ahora quiero que tenga una pagada por mí, así
será fiel a mí y me mantendrá al tanto de todo y ella no estará tan rodeada de religiosos.
Anoche discutí con Cédric por esto, pero ya la contraté y no hay marcha atrás.
La princesa está en su mesa pasando las páginas de un libro lleno de dibujos, una de las
doncellas se acerca a dejarle el desayuno mientras ella no aparta la mirada de los dibujos
y yo me termino de poner los calcetines.
La empleada trata de limpiar los recortes de hojas que tiene alrededor, pero termina
tropezando con uno de los vasos, el cual se derrama logrando que la princesa aparte el
libro de inmediato.
—более осторожный раб —suelta en un ruso perfecto y un golpe súbito me toma el
pecho con la mirada que le dedica.
«более осторожный раб: Más cuidado, esclava»
—¿Amanecimos bravas o qué? —la regaño mientras trae el libro a la cama y la doncella
que no entiende ruso sigue limpiando— Tú no tienes esclavos, tienes doncellas y
personas que te colaboran.
—Kitti tenía esclavos, plebeyos y castillos —sigue pasando las páginas—. Y es una
princesa diosa con coronas.
Termino y me coloco a su altura dándole un beso en la sien. Ella no es grosera, de
hecho, es un terrón de azúcar y me da cosa que tantas atenciones le estén dañando el
modo de ser.
—¿Amas mucho los castillos, las coronas y los plebeyos? —le pregunto y asiente
emocionada.
—También a Chispas salvaje —presume— y a mi mami Queen.
Deja un beso en mi mejilla y me siento mal porque aunque me ame no quiero que vaya a
sentir que estar conmigo más adelante no sea tan divertido como estar aquí rodeada de
lujos extravagantes.
—Voy a trabajar mucho y tendremos un castillo para las dos
—le prometo—. Así que necesito de tus eficaces poderes buenos suertudos.
Cierro los ojos moviendo las manos mientras me da los buenos deseos y le doy otro
beso antes de levantarme. Ya dije que los privilegios no van a ser un impedimento más
adelante, el centro deportivo me dará más ingresos, por lo tanto, debo aprovechar mi era
de patinadora para obtener todas las medallas posibles.
—De hoy no pasa el corte —le advierto y se mete bajo la cama.
Bajo a recibir a la niñera, pero termino apretando el paso cuando oigo los alaridos de la
duquesa que chilla en la sala y en un par de pasos estoy ahí. Cédric intenta controlarla,
al igual que las doncellas y me acerco a indagar, sin embargo, no deja de gritar el
nombre del duque que viajó ayer en la noche a Suiza.
—Pero, ¿Qué pasa? —señalan la caja de regalo que me muevo a mirar y el desayuno se
me sube a la garganta con las extremidades con ropa que enviaron.
—¡No puedo con esto! —el príncipe entra en crisis también— Ese hombre es una
pesadilla.
Se tapa la cara en el sofá, todo el mundo está alterado y uno de los miembros de la corte
le indica que lo mejor es viajar a Gehena mientras trato de centrarlo, pero su estado es
entendible cuando sabes lo mal que es volver a repetir lo mismo y acabas de recibir las
extremidades de tu tío.
Deben irse a Gehena, eso no tiene discusión, el Boss ha encendido el miedo y odio de
esta familia, hasta de los mismos empleados que no se atreven a acercarse a la caja. Le
pido a una de las doncellas que se encargue y vuelvo al vestíbulo cuando capto la
llegada de la niñera.
—La señora Emma —se presenta cuando me ve—. Mucho gusto, soy Rita Bristol.
La tomo del brazo llevándola a un sitio aparte, ya habíamos hablado anteriormente,
tiene treinta dos años, no tiene hijos y está contratada para trabajar de tiempo completo,
por ello trajo sus cosas.
—Va a viajar ya con mi hija —le digo—. Necesito que me mantenga informada de
absolutamente todo —estipulo agitada—. Nada de rituales, ni de doctrinas que la
pongan en riesgo, ¿Me oye? Le pagaré lo que sea, pero prométame que no le quitará los
ojos de encima.
—Como diga —asegura— ¿Dónde está?
La subo para que conozca a Amelie y me gusta que muestre empatía desde el minuto
uno acercándose sin invadir su espacio. Se encarga de empacar sus cosas mientras le
doy a conocer todo lo que debe saber.
—¿Por qué no estás lista? —pregunta Cédric cuando estamos por acabar.
—No voy a viajar.
—Claro que si —no le permito que me tome.
—¡Dije que no voy a viajar!
Entiendo la preocupación de todos, pero no me voy a ir porque sencillamente no puedo
evadir mis responsabilidades y mi carrera está en juego también. Entramos en una
discusión absurda donde me vuelvo a negar y se termina enojando conmigo negándose a
quitar la cancelación de mi pasaporte.
—Me dieron una responsabilidad y asumí un compromiso con tu hermana —me
reclama—. No me voy a retractar por tus caprichos.
—Y yo no me puedo ir a esconder a Gehena.
Llevo a la princesa y a Rita a la avioneta. Tengo tantas cosas planeadas que no puedo
frenarlas, no ahora que estoy viendo el fruto de todo lo que he hecho. La federación no
va a entender que mi hermana y ex verdugo son enemigos y ambos quieren demostrarle
uno al otro que no están pintados en la pared.
Mis patrocinadores tampoco se pondrán en mi lugar cuando les diga que no podré
cumplir los contratos que le generan dinero porque debo esconderme del Boss de la
mafia rusa. Las dejo en la aeronave, sé que Cédric ya estará poniendo quejas, pero no
pienso en eso, simplemente me despido de mi hija y vuelvo a bajar, pese a que me
insisten y tratan de hacer entrar en razón.
______________________________________________________________________
Vuelvo al palacio, el cual solo tiene algunos empleados. La sangre que salía de la caja
de regalo todavía está en la alfombra y yo tengo más de veinte llamadas perdidas por
parte de mi manager por las dos horas que llevo de retraso.
Meto todo en el auto, sé que voy tarde, pero me detengo a comprar varios artículos con
los que pueda defenderme, ya que querer comprar un arma necesita papeleo y por ahora
solo puedo valerme de lo que tengo permitido.
Dejo el auto en mi sitio de siempre antes de entrar al edificio ideando una excusa, pero
el ver salir al abuelo de Sahori de la oficina de Federico me descompensa. Se puede
decir que es el dueño del quinquenio y me sigue incomodando que lo sea porque es
obvio que va a influir a favor de su nieta.
—Queen —me saluda y correspondo con una leve inclinación con la cabeza—, se te
extraña en Moscú.
Federico lo acompaña a la salida, le está hablando con confianza y me huele a que las
ventajas empezaran a negociarse. Se va y después de un regaño de media hora y un
llamado de atención escrito me manda a ensayar.
Esta pista me sigue pareciendo un asco, también me frustra el saber que mis otros
compañeros hoy estuvieron en rueda de prensa y yo aquí en Varsovia mientras Ava y
Sahori toman más protagonismo.
Con mi manager y mi coreógrafo revisamos las novedades y los comentarios por parte
de la prensa deportiva.
—Sahori se está convirtiendo en la nueva favorita —comenta Federico y respiro
hondo—. Puede estar llegando al quinquenio con el primer lugar.
—¿Quién lo dice? —no contengo la boca— ¿El anciano que vino esta mañana? ¿Se
sabe que pronto estará en el primer puesto para que entre con el pie derecho al
quinquenio?
—Eso son acusaciones serias —me regaña—. No tienes idea de las influencias y poder
que tiene ese señor en el mundo del patinaje.
«Como no si hace parte de la mafia», Sello los labios evitando una discusión, sigo con
mis practicas hasta que el reloj marca las siete, me voy a casa donde reviso todo el
apartamento antes de asegurar la puerta. Rita me avisa que no han aterrizado en Genena
y llegada la noche mis nervios llegan a Júpiter con el asunto de la cita, la cual no he
cancelado.
En la tele sigue el tema de los desastres, «Robos, desapariciones y extorsiones» en el
teléfono pude captar los alaridos de la duquesa los cuales no paran todavía, «No sé qué
hacer» Él ya debe estar aquí y por muy comprensivo que sea me da pena cancelar.
Varsovia se siente tranquila por el momento, reviso las noticias locales y después de
varias vueltas empiezo a arreglarme cuando se aproxima la hora, trataré de ser cautelosa
y volveré a casa apenas termine.
Me baño, me seco el cabello, esparzo crema por todo mi cuerpo y me visto con una
blusa de encaje que me encanta, short de cuero ajustados, bucaneras y botas altas.
Me aplico rímel, brillo labial de larga duración, «Fresa intensa» y me echo un último
vistazo antes de salir con los documentos del proyecto, ya se los envié, pero si desea
preguntarme algo quiero tener todo a la mano.
No sé si vaya a tomar alguna copa, así que opto por un taxi el cual me lleve al hotel
cinco estrellas.
Salgo de mi vecindario, reviso que nadie me esté siguiendo y no dejo de mover las
piernas en el asiento trasero en los minutos siguientes, hasta ganas de comerme las uñas
me dieron y llegar a destino le quita fuerza a mis rodillas.
Es el típico hotel de lujo con vestíbulo reluciente y piso brillante, he imaginado tanto
como es que creo que ya excedí el límite y no tengo ninguna imagen ahora en la cabeza.
—Emma James —dicen a mi espalda cuando intento acercarme a la recepcionista.
—Si —contesto despacio.
—Sígame —pide.
Es una morena supremamente alta con collar de sumisa, sus tacones son de aguja y tiene
un aire de modelo de pasarela el cual le aporta estilo. Abordamos el ascensor sin decir
una palabra y con cada piso que subo siento que los espasmos internos van aumentando.
Me señala el pasillo cuando tocamos el número once y avanzo a la alcoba que ella abre
con un código, entra conmigo y me dan nervios que esto se trate de algún trío. Detallo
su collar y eso no me relaja, ya que las marcas de la placa me dicen que el tipo de amo que la maneja es DS, (Dominante sádico). Para estas personas, el dolor es la base de sus
juegos y su sadismo raya más al extremo, sé esto porque hablé con algunos en el club,
nunca he sido sumisa, pero varios intentaron convencerme.
Las cortinas están cerradas, mis ojos reparan la cama y la base metálica con forma de
silla alta que alberga varias correas de cuero en las partes donde se amarran las piernas y
los brazos mostrándose como algo lo cual acomodas a tu manera.
—El amo no llega todavía, pero debo prepararte, así que quítate la ropa.
¿La ropa? Un escalofrío me recorre y dudo por un momento.
—¿Sucede algo? —pregunta y niego.
La única ingenua que creyó que cenaríamos primero soy yo y quería algo así, sin
embargo, como no será de esa manera y ya no puedo hacer nada porque ya estoy aquí
dispuesta a no verme como una calienta braguetas.
Dejo el bolso en el sitio que ella me señala. He ido a los clubes, sé como funciona esto,
sabía muy bien a lo que venía y no me puedo andar con miedos ahora.
—¿Toda la ropa? —pregunto.
—Si.
Nerviosa me quito las botas, suelto la blusa y dejo caer el short antes de las bragas, hace
frío y quiero dejarme las medias. Ella no dice nada al respecto y los temblores internos
aumentan al ver la mesa llena de objetos sexuales para someter.
Me invita a la silla alta que toca, parece más un objeto de tortura que un sitio para follar,
lo único medio suave que tiene es el sitio aterciopelado donde pongo el culo. Con cada
movimiento que hago mi cerebro me repite que esto es una mala idea, pero aunque no
esté acostumbrada, este tipo de cosas hacen parte de este mundo.
______________________________________________________________________
Ella sacude la venda que me hace tragar grueso y la pone en mis ojos amarrandola atrás.
Tengo los pies en la estructura y ata mis tobillos a esta, dejándome las rodillas separadas
mientras que mis brazos quedan levantados sujetos al metal que se encuentra apoyado al
final del alto espaldar, un tubo donde en cada extremo tiene un grillete para amarrar las
muñecas.
Los tubos se extienden y quedo semi acostada, temblorosa y con ganas de huir, sin
embargo, conservo la calma.
Me falta experiencia, amos vainillas quisieron e insistieron miles de veces y no quise,
pero heme aquí, lista para hacerlo con un cualquiera a quien ni siquiera le he visto la
cara.
Ella termina de ajustar lo que falta y siento como el sonido de sus tacones se aleja,
calibra las luces, la temperatura y oigo el sonido de la puerta cuando sale dejándome
sola.
«Calma» susurro para mí, el silencio es sombrío y extenuante, no llega nadie y me
mantengo con la misma postura. Mi disciplina en el deporte permite que no me canse
como tampoco me desespere estando tan quieta.
Solo puedo oír el sonido que emiten mis vías respiratorias cada que tomo y suelto el
aire. El tiempo se extiende, los anhelos toman fuerza al igual que la zozobra de no saber
qué esperar.
Quince o veinte minutos, no podría decir cuánto tiempo tardo en la misma posición,
pero el estómago me da un brinco cuando escucho el sonido de la cerradura tornando
todo mucho más espeluznante. Muevo la cabeza a ambos lados como si fuera a ver algo
y la puerta vuelve a cerrarse con un leve chasquido.
Todo está tan malditamente mal, podría ser la protagonista de una película de Hostel y
eso hace que ya no pueda respirar por la nariz y empiece a hacerlo por la boca cuando
los pasos firmes se van acercando. «Oh, Jesús», huele a hombre, a poder y a peligro.
Sentirlo tan cerca va erizando mis poros a la vez que absorbo el aura pesada cuando su
sombra me cubre, no puedo verlo, pero presiento que es muy alto y grande también.
Si antes mi respiración no era estable ahora menos, ya que debo separar los labios
cuando da un paso más y luego otro antes del siguiente que lo deja demasiado cerca.
«Estoy desnuda y con unas meras medias puestas». Desnuda ante un desconocido.
Me ronda dos veces detallándome diría o al menos así lo siento. Deja de moverse y
capto el tintineo de algo, una punta fría toca mis pechos y suelto un suspiro largo
tensando mis extremidades cuando una pinza muerde mi pezón izquierdo generando
dolor, hace lo mismo con el derecho y la presión es angustiante, pero puedo soportarla.
Su aliento toca nuevamente mi cara, en verdad puedo sentir el poderío que emana y mi
cuerpo ansía su toque, su tacto, pero en vez de eso tira de la cadena que tengo abajo
desencadenando el sonido que mueve las barras de hierro que tengo en los tobillos
abriendo y extendiendo mis piernas ofreciéndole mi sexo. Sin mentir tengo una maldita
posición ginecológica sadomasoquista, ya que mis brazos siguen sujetos atrás.
La vergüenza toca mis mejillas con un suave calentón y muevo el trasero en el asiento
aterciopelado cuando se inclina dejando las manos a ambos lados de mis costillas, pero
sin tocarme y no sé porqué, sin embargo, presiento que estoy ante un ser magnífico, ya
que alguien corriente no suelta tanta energía.
Ansío escuchar su voz, quiero que diga algo, pero no lo hace, solo flexiona los brazos
como si me fuera a besar, aunque tampoco lo hace y termina quedándose a centímetros
de mis labios oliendo el olor de mi brillo labial.
—Hola señor grande, poderoso y peligroso —susurro en un tono sexy y se acerca más
riendo despacio.
—Hola Ved´ma —su voz, mi apodo y el acento ruso grueso y rasgado me baja el
azúcar, la tensión arterial y las ilusiones en una milésima de segundos.
«Ilenko». Retuerzo las muñecas desorientada, pero no puedo mover los brazos, sigo con
los ojos tapados y él se vuelve a alejar mientras el miedo me toma, es el Boss y...
—¿Qué le hiciste? —me esfuerzo para zafarme, pero las correas no me dejan— ¿Qué le
hiciste a él?
Estoy sujeta inmovilizada y sin vía de escape de nuevo frente al hombre más peligroso
de Europa quien ya tuvo que haber acabado con mi cita. Sigo batallando en vano, ya que
la punta de algo toca mi frente parando mis movimientos cuando dicho objeto se mueve
por mi nariz, toca mis labios y entra a mi boca poniéndome a probar el cuero de la fusta.
No contesta, la saca bajandola a mi mentón.
—¿Qué le hiciste? —repito con la preocupación latente porque lo conozco, sé lo que
hace, lo que es y las lágrimas surgen con el mero hecho de imaginar muerta a la única
persona que me escucha atenta, es especial y distrae mi mente de estas contiendas llenas
de inmundicia.
No le temo al cuero, venía preparada para sentirlo, sabía que sería tocada por un amo,
pero no por uno tan cruel como el Boss que sigue bajando por mi abdomen y termina
estrellando la fusta en mis costillas arqueándome la espalda con un estrellón que no es
para nada sutil.
—¿Planeabas ser la bebita de otro, Emma? —pregunta y otro
¡Zas! Percute en otro lado.
Aprieto los dientes y repito que ya venía preparada para esto, lo que me molesta es que
sea él quien me los está dando. Vuelve a golpear en la cara interna de mis muslos
marcándome, azotándome y poniéndome a arder la piel que duele como si mil avispas
me hubiesen picado al mismo tiempo.
Está cargado de ira y eso se nota hasta en la forma de atacar con el objeto que castiga
como si hubiese hecho algo supremamente malo, como si se estuviera desquitando de
alguna manera y el dolor que estaba en mis piernas sube a mis pechos y abdomen con
una secuencia que no para, sometiéndome como a una auténtica sumisa, pero no me
importa, ya que mi cabeza está en el hombre con el que hablaba todos los días.
Las conversaciones, el trato, los mensajes hasta medianoche… evocar todo aquello me
hace sollozar porque en verdad quería conocer a esa persona que mostró interés en lo
mío sin decir que es tonto o exagerado. La fusta deja de tocarme y mi piel hormiguea
clamando ser acariciada, pero lo ignoro mientras que el ruso vuelve a rodearme quitando
la venda que cae mientras él vuelve a estar frente a mí.
______________________________________________________________________
La mirada feroz se encuentra con la mía que está llena de lágrimas.
—¿Dónde está él? —inquiero.
Viene de negro con vaqueros, una camisa ceñida que le marca los musculos, trae las
mangas arremangadas en el antebrazo y el cabello lo tiene recogido, (ya no lo tiene tan
largo como antes).
— ¿Lo mataste?
Su silencio no me dice nada, no muestra más que el atractivo varonil que puede
apreciarse más al tener la boca cerrada.
Extiende la mano para tomar el recipiente que destapa con los dientes y me rompe el
que me persiga como lo hace sabiendo que ya no tengo nada que ver con esto.
No le importa que quiera patalear, sencillamente deja caer el aceite con olor dulce, el
cual toca el centro de mi pecho. Las lágrimas siguen cayendo y odio tanto que todo me
lo arruine, que todo me lo dañe.
—¡¿Que dónde está?! —le grito.
—¡Aquí! —desliza las manos por mi clavícula atrapando mi garganta— Mírame y
entiende que el hombre de tus sueños es el mismo villano de tus pesadillas.
Aprieta dejando el bulto duro de sus pantalones entre mis piernas recorriendo la línea de
mi mandíbula antes de acercarse a mi oído terminando de destrozar mis ilusiones.
—Día 1 —empieza—: “Linda foto”.
Me lleva a la primera conversación que tuvimos recordándome cada texto en tanto
abandona mi garganta esparciendo el aceite a lo largo de mi torso, el cual alivia la
quemazón de los azotes cuando pasea las manos por mis costillas dándole a mi cuerpo
lo que necesita, mientras trae los días siguientes echándome en cara absolutamente todo,
haciéndome ver como una estúpida, la cual cayó en su juego.
—Dia 6 —continúa —: Te gustan los hombres con poder y no lo dices, solo lo saboreas
en tu cabeza fantaseando con que te llevarán a un sitio lejano donde solo vivirán para
protegerte y satisfacerte.
Sigue. Se sabe cada letra, cada punto y podría decir que me espiaba, que no era él, pero
lo es. Aunque me duela es la misma persona con la que estuve ilusionándome durante
días, me siento tan tonta, usada y decepcionada.
Continúa con mis muslos azotados untando los bordes alrededor de mi sexo, tengo las
piernas abiertas todavía, sigo amarrada y su pulgar toca mi zona sensible sin preguntar.
—Último día —termina—: Me urge que te corras muchas veces en mi boca y no voy a
parar hasta que lo hagas.
—¡Púdrete! —sacudo mi cuerpo y el agarre que ejerce en mi cabello me hace doler la
nuca— ¡Eres un mafioso de mierda, hijo de perra!
Me vuelve a clavar la mirada que me viene apuñalando desde que sabe lo de Cédric y
eso en parte me aterra porque no hay cosa más peligrosa que su lado malo.
—¡Ya te divertiste, así que déjame ir! —le vuelvo a gritar—
¡Suéltame!
Forcejeo, pero lo único que me gano es que la venda que estaba en mis ojos ahora quede
en mi boca cuando la amarra con fuerza.
Los labios me quedan separados y vuelve a tirar de las cadenas que dejan mis piernas
aún más estiradas y separadas, el espaldar se levanta más y tiene una vista perfecta de mi sexo, el cual tiene los pliegues abiertos mostrando mis organos sexuales. Los tubos
de atrás también se agrandan reforzando la tensión de mis brazos.
Me le sigo moviendo con rabia pese a estar sujeta, no soy ni Zulima, ni mucho menos
una de las tantas esclavas que trata como objetos. Las cadenas suenan y pasa el índice
por mis muslos untados de aceite antes de ponerlo en mi clítoris, vuelvo a sacudir y
traza un círculo que agranda mis pezones en un dos por tres con el mero roce de su
yema, añade el otro dedo y aumenta la presión poniendo a vibrar mis cuerdas vocales
cuando intento contener los gemidos.
—Sueltalos —exige y me rehúso.
Frota con más furia y trato de cerrar la boca, pero no puedo, me voy a ahogar con el
jadeo, así que dejo de respirar, sin embargo…
—Que los sueltes.
Sacudo la cabeza de nuevo y manda una sonora palmada a mi vagina que saca todo a las
malas. No quiero darle lo que quiere, no quiero correrme y disfrutarlo, ni mucho menos
que tenga poder sobre mí.
Pero mi cuerpo está tan traicionero que desde aquí puedes ver la cremosidad que ha
desencadenado y estaba desde que me senté en esta silla. Lo que hizo esa noche tocando
cada parte de mi cuerpo lo hace ahora con los ojos y agradezco que no tenga marcas por
el embarazo.
La venda húmeda sigue en mi boca y me contraigo cuando quita las pinzas con un tirón.
—Crecieron —pasa la boca por los pezones rojos y me mantengo sería. Amamanté y
aumenté una talla más, pero aún así siguen siendo pequeñas para lo que él está
acostumbrado— ¿Te las chuparon mucho?
Me las abofetea y no contesto, así que arremete contra la otra con palmadas que las
terminan de enrojecer.
—¿Si, Emma? —sigue y miro a otro lado— ¿Has sido una puta?
Los golpes ahora son contra mi sexo, el cual termina hormigueando con su furia.
Palmada tras palmada que me hacen chillar y no niego ni asiento, por ello se aferra a la
mordaza y me entierra dos dedos en el canal desencadenando una masturbación brusca
que me agita todo el cuerpo cuando entra y sale con una violencia que hace que la saliva
se me escape de la boca mientras me mojo en cantidades que desatan sonidos
encharcados.
—¿Has sido o no una puta? —sigue— ¿Te has dejado tocar por otros así como te
dejabas tocar en mi propia casa?
Se mueve demasiado rápido, el cosquilleo exagerado no es un placer, es una tortura que
me hace negar con la cabeza.
—¿No? —desacelera— ¿Te has corrido con otro que no sea yo?
No quiero contestarle porque no es nadie para hacerlo, pero el que inicie de nuevo el
jueguito hace que vuelva a mover la cabeza con un claro ¡No!
Los toques son mucho más suaves ahora dándome a entender que le gusta mi respuesta.
Saca los dedos sucios de mí tocando mi abdomen antes de empezar a bajar dejando los
labios sobre mi vientre. Prosigue al inicio de mi sexo, se agacha y la pose en la que me
mantengo le permite abrirme más de lo que ya estoy cuando con una sola mano me
expande queriendo ver mi canal.
______________________________________________________________________
Acerca la nariz que frota mi clítoris inhalando el olor femenino consiguiendo que me
atragante con la saliva y con la tensión. Me escupe dentro y pincelea con las yemas
untándome de él a la vez que me muevo cuando de nuevo empieza a masturbarme y mis
neuronas empiezan a hacer cortocircuito.
«No me quiero correr», no quiero mojarme más, pero su pulgar maniobra sobre mi
clítoris mientras que dos de sus otros dedos trazan un ritmo constante, vibrante y
enloquecedor.
—Me lo voy a saborear todo —dice seguro mirándome la cara y golpea de nuevo
cuando ve que me estoy tensando queriendo rehusarme—. Dámelo.
Inicia la secuencia; canal, clítoris, canal, clítoris... Quiero concentrarme, irme a otro
lado, pero su palma avasalla de nuevo reiterando que está aquí y que tengo que mirarlo
en tanto mis hormonas están enloqueciendo con el estímulo.
—¡Vamos, Ved´ma! —otra palmada toca mi carne sensible antes de introducirse de
nuevo— Alimentame.
El frote es demasiado exquisito y no pierde ritmo en mi órgano de placer, en verdad
quiero detenerlo y aprieto los puños maltratandome las palmas, sin embargo, eso no
detiene los jugos que emite mi sexo, las vibraciones que lo encogen y empapan cada vez
más.
—Alimentame bebé.
No para, por el contrario, besa mi sexo sacando los dedos antes de posar los labios.
Siento que me estoy convirtiendo en una parque acuático, que estoy recibiendo
descargas al miocardio al sentir la punta de su lengua recorriéndome desde el inicio de
mi vagina hasta mi periné. Los dedos vuelven a estimularme mientras sus susurros en
ruso hacen que mis rodillas se muevan solas y no sé porque tiemblo tanto.
He tenido orgasmos ya, pero ahora mi cuerpo está experimentando algo de más nivel, un
estado lleno de zozobra que me hace gemir y gemir cuando solo se dedica a lamer y a
lamer en ese punto exacto que mentalmente me hace gritarle
¡Basta! Pero la mordaza de la boca no me deja hablar, mis manos no se pueden mover y
las convulsiones internas crecen cada vez más.
—Relájate y dámelo —sigue—. Demuestrame quién es el único dueño de esta cosita
dulce y deliciosa.
Sacudo la cabeza a punto de llorar, sin embargo, él me chupa con fuerza tirando de mis
partes sensibles y lo hace con tanto ímpetu que no lo soporto tener de su boca tirando.
Suelta, repite y un no sé qué se me estanca, me tulle y echo la pelvis hacia atrás cuando
siento que me voy a…
—Tranquila — es lo único que me dice y acto seguido no sé de dónde emerge el
manantial que se siente como un relámpago, el cual libera el líquido que recibe con la
boca abierta mientras que yo siento que me voy a morir con el chorro abundante que no
puedo contener y él no deja de recibir.
No sé… Qué me pasa, qué piensa él rompiendo todo tipo de tabú conmigo. La
habitación da vueltas alrededor mío y el manantial merma, su boca se cierra echando la
cabeza hacia atrás a la vez que su garganta se mueve cuando se lo pasa y lo peor es que
no se detiene.
Vuelve a mi sexo reiniciando la secuencia, adentrándome a un mundo de gritos y
gemidos donde me siento en otro planeta, en otra constelación cada que frota ese punto
exacto.
—Otro bebé —me niego, pero no vale de nada, ya que no me deja, no se va, está
empecinado con mi coño y se alimenta de este haciéndome llorar, jadear, cuando todo
me toma de nuevo y esta vez no lo veo; solo siento como bebe directamente, como se
traga el chorro que suelto y se escapa por mis bordes con el orgasmo intenso que no sé
cómo describir, sin embargo, es la experiencia sexual más satisfactoria que he podido
disfrutar.
Siento que los minutos se convierten en horas con esto que me va a matar y quiero
parar, pero no me deja, tengo la cara húmeda por el sudor y por las lágrimas. El tercero
me deja inestable, no veo bien y me voy hacia atrás mientras él se levanta con el pecho
y la garganta pringado de mí.
Se limpia el mentón con el dorso de la mano y no estoy muerta, pero si a punto de
cruzar el umbral. No había experimentado esto jamás y él suelta las hebillas de los
tobillos y los brazos, me quita la venda antes de alzarme como si no pesara nada
dejándome en la cama. Empieza a sacarse la ropa y yo me pregunto por qué sigo tan
húmeda, por qué pese a odiarlo tanto anhelo que me folle como también me pregunto
por qué estoy tan malditamente loca.
Me doy la vuelta buscando la almohada mientras gateo a esta, pero sus rodillas se
hunden atrás y una de sus manos me toma del cabello mientras la otra de la garganta
dejándome de rodillas en la cama y de espaldas contra su pecho.
—Tengo mucha hambre, Ved´ma —susurra— Y he venido a saciarme con mi presa
favorita.
Ubica el miembro entre mis piernas ensartándome con este y llevándome hacia adelante
mientras me folla en cuatro y lo peor es que mi coño lo disfruta, lo recibe y se complace
pese a haberme corrido ya tres veces con chorros que se tragó.
Corridas que por un momento me llevaron al cielo, sin embargo, él no se cansa, mi
energía está en un diez por ciento y está tan brusco que me gusta, pero siento que me va
a matar con los agarres y los choques.
Mi conciencia me recrimina el porqué de sentir lo que siento, pero mi cuerpo le lleva la
contraria perdido en los embates, en los golpes y agarrones que hacen que mi cerebro
me pida la pausa que no me da. Me vuelve a subir tomando mi coño mientras sigue y
sigue taladrándome por detrás.
Mi energía merma de un diez a un cinco por ciento, todo lo anterior emerge de nuevo,
las contracciones, los espasmos y me conozco tanto para saber que no puedo soportarlo.
Tengo sed, estoy cansada, trato de soportar queriendo que se corra, pero no lo hace, por
el contrario, es cuando más duro me da y mi agarre sobre su muñeca pierde fuerza.
Mis brazos caen con el orgasmo a causa de la penetración, mi cabeza queda contra su
pecho y esta vez la mente se me queda en blanco cuando desfallezco en los brazos del
enemigo de mi hermana quien se hace llamar el Boss de la mafia rusa.
•✦───────────•

QUEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora