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Emma
Las riñas del pasado se adueñan de mi cabeza; la viceministra, los callejones y las pandillas donde di puños una y otra vez bajo los gritos del Underboss y los chiflidos de asesinos. Aullidos que se repiten ahora envuelta en un círculo de Kryshas que le piden a Minina que me acabe mientras mantengo el bastón en alto.
Se toca el labio que le rompí reparando la sangre que suelta. Es más alta y más acuerpada que yo y el hambre de todos eriza mis poros cuando claman mi sangre.
—¡Somos superiores! ¡Eso es lo que les duele! —les grito para que les arda— ¡Miles de mujeres, pero ninguna James con el apellido de un general, hijos de perra!
La sumisa se me viene encima, pero la evado por mi derecha atacando su espalda con lo que tengo en la mano. Le doy con él y al segundo intento toma el bastón lanzándome una patada a las costillas que me obliga a soltar la vara. El puño se lo lanzo a la cara dos veces consiguiendo que me los devuelva llenándome la boca de sangre cuando sujeta mi nuca aturdiéndome con los golpes que detengo aferrándome a su antebrazo, la rodilla se la entierro en el abdomen y la tomo del cabello impactando su cara contra esta.
El choque la enardece y manda la mano a mi cuello apretando con fuerza. El agarre me demuestra que puede partírmelo, la presión de mis dedos sobre su muñeca no sirve y sonriendo intenta alzarme apretando más fuerte. La falta de oxígeno me desespera y clavo los pies en su abdomen mandándola atrás logrando que caiga ella y yo también con el impulso.
—¡Minina! —en el suelo le deslizan el cuchillo que toma mientras me levanto.
—Aquí no vales nada, esclava.
Se lo pasa de una mano a otra embravecida, el bastón que sujetaba desapareció y la hoja del arma blanca que tiene supera los quince centímetros. Huir es algo que no puedo hacer con el círculo de gente que tengo atrás y no me queda más alternativa que retroceder persuadiendo el filo de la hoja.
Intenta apuñalarme, me aparto y mete el pie mandándome al piso.
—¡Mátala, mátala! —le piden y no pierdo de vista la hoja cuando me ataca en el suelo atinando a mis ojos. Atrapo su muñeca antes que me toque y me muevo barriendo sus piernas. Tengo que quitarle el cuchillo, así que me voy sobre ella que se niega a soltarlo y yo a dejar que me gane atacándola con uñas y dientes consiguiendo que lo suelte siendo rápida al mandarlo lejos cuando intenta tomarlo otra vez cosa que aprovecho para estamparle dos veces la cabeza contra el concreto.
Los gritos siguen, arrojo puñetazos a su cara, su fuerza y su preparación es mayor que la mía y vuelve a estar sobre mí clavando su rodilla en mi brazo. La presión me hace gritar y me giro intentando tomar el cuchillo que está lejos, sin embargo, no me deja alcanzarlo, ya que clava su bota en mi espalda queriendo humillarme, pero me le volteo tomando el pie que la manda al suelo otra vez.
El brazo izquierdo me duele, lo tengo dormido, así que con el derecho le rodeo el cuello llevándola atrás; la espalda me duele cuando caemos y se da la vuelta furiosa queriendo acabarme, pero…
El tiro que lanzan a centímetros de mi cara aquieta todo, su puño queda a medias y mi mano se mantiene en su garganta. El Boss yace a un metro de ambas, los asesinos siguen alrededor de nosotras al igual que el marido de mi hermana, Aleska, Zoe, el hacker y todos los de Haití.
—Amo —me suelta poniéndose de pie—, esta esclava…
—Qué vergüenza Minina —la interrumpe el ruso—. No pensé que siendo una mujer de la Bratva te tomara tanto tiempo matar a una esclava, ¿No que eres la más letal?