CAPÍTULO 24 - LAS VEGAS PARTE 2

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Emma

«Tengo miedo». La piel de la espalda me arde al igual que mis pequeñas tetas, la cabeza me duele como si me hubiesen dado con un balde de cemento, muero de sed y no sé qué pasó después de beber ese estúpido trago, pero siento que he follado mucho, ya que estoy desnuda, a oscuras y en una cama gigante donde me volteo mareada como si estuviera ebria todavía y creo que estoy soñando porque no me tienen atada, encadenada o en un calabozo.

El Boss está a mi lado dormido boca abajo con la espalda descubierta al igual que las piernas. La resaca no me deja levantar aún sabiendo que tengo que huir, ya que me va a despellejar viva por lo que hice e intento quitar las sábanas para poder tirarme del balcón y así no sufrir tanto, pero no puedo.

Estoy tan inestable que la cabeza se me cae sola en la almohada donde cierro los párpados a las malas como lo exige mi alcoholizado cerebro.

Reacciono. La brisa mueve las cortinas y pese a que estoy muriendo de hambre no me quiero levantar porque presiento que me van a castigar, zurrar y a poner a pasar penurias por lo que hice y no tenía que hacer.

—Levántate que no voy a retrasar mi día solo porque mi esclava ebria no es capaz de salir de la cama —habla y ruego que se calle de una vez—. Ya estoy retrasado.

«Dios». Me incorporo con el cabello vuelto un desastre revisando los alrededores de la cama alarmada, no sé porque creo que hallaré un cocodrilo en el suelo dispuesto a comerme un pie.

Él está desayunando en la alcoba con dos armas en la mesa, se nota que se acaba de bañar y el terror me invade con la mirada cargada de enojo que me entierra.

—¿Quieres una zurra de motivación para que te levantes o prefieres tortura en las dos piernas como en años pasados? —sigue comiendo y desnuda corro al baño evitando el tiro que anhela clavarme.

La puerta la estrello colocando el pestillo, parezco un zombie, demacrada, ojerosa, cruda y con una laguna mental en mi cabeza la cual no desaparece. Sé que entré al bar, bebí el trago que me dieron, pero de ahí para allá solo tengo destellos de mi imagen alcoholizándome como una loca.

Entro a la ducha donde me lavo el cabello, los malestares no se van y meto los brazos en una bata de baño con la insignia del hotel, los cajones del botiquín los abro y me tomo dos aspirinas para la resaca.

«Quiero llorar», esto no me lo va a dejar pasar, ya le había metido un tiro, casi lo mato en el precipicio y ahora…

Me asomo a ver lo que hace entreabriendo la puerta. «Me va amatar», sé que está esperando ese momento exacto para hacerlo y querrá que sufra primero torturándome. De seguro me meterá a una piscina llena de pirañas o peor aún, querrá que pase un día escuchando al marido abuelo de Agatha.

Paso las manos por mi cara angustiada cuando recuerdo lo del bar en Sodom; esa discusión por poco me cuesta la vida, la pierna y mi cordura. Ayer estaba pensando ardida no sé porqué y he aquí las consecuencias.

Mira el reloj, «Ya dijo que estaba retrasado», de seguro tiene que dejarme con alguien más. Estoy posponiendo lo inevitable, ya que en cualquier momento va a llenar la puerta de tiros y…

Arrastro los pies saliendo, ya no puedo hacer nada y la única salida es afrontarlo dignamente. Despacio me voy acercando encogiendo los dedos de los pies, las piernas las tiene sobre una de la sillas, está con el mero vaquero puesto y noto que hay un desayuno servido frente a él, el cual mira dando a entender que es mío.

«Tengo que sentarme» y tomo la silla revisando que no tenga una compuerta la cual saque un taladro y me rompa el culo mientras como.

«Es una silla normal» o eso parece, no sé, Ilenko Romanov es la persona más rencorosa del mundo y si no es la silla, de seguro será la comida que me hará creer que perdí los intestinos.

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