CAPÍTULO 27 - MISTAKES PARTE 2

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•✦───────────•✧ Emma.

Cuando cumplí 18 años el regalo de mi tía Mildred fue un boleto doble a una conferencia internacional en Washington a la que asistí con Luciana y donde se hablaba sobre la importancia de tener los pies sobre la tierra.

Fueron tres horas escuchando lo útil que era vivir en el presente y plantear un futuro realista. «Nunca he podido hacer eso», pese a que escuché mil veces la palabra ''aterrizar'' no capté, no asumí, no entendí; siempre he soñado más de lo que debería y, según el conferencista, las personas así suelen recibir muchos ―no‖ a lo largo de la vida y yo lo he comprobado.

Cuando pedí más de lo que debía me dijeron: No.

Cuando supe que había sido marcada y pedí al menos una alternativa para no caer en la Bratva la respuesta fue: No.

Cuando pedí atención conseguí otro: No

Y han sido muchos más. Llevo más de un año recibiéndolos por parte de mi proyecto, debido a que por muy buena deportista que fuera, era algo demasiado ambicioso para alguien tan joven sin ningún tipo de respaldo financiero de peso, ya que solo cuento con lo mío. Sin embargo, seguí imaginando lo bien que me sentiría saliendo de un auto último modelo rodeada de los seguidores que una vez tuve y quienes estarían a las afueras de mi fabuloso sitio de trabajo, el cual entraría con tacones rosas. «Ilusiones».

Ilusiones como graduarme y hacer una fiesta por ello, viajar con mi pequeña familia, ver mi imagen en el museo internacional de patinaje...

Ilusiones que no logro saborear, ya que lo único a lo que me estoy aferrando es al anhelo de que mi hija no pague con el precio de mis errores y que no me odie más adelante por esto.

-Kira Petrova fue a hablar con tu hermana -me dice papá sumándome más carga -.

Nos hizo saber lo de Amelie...

Toma aire por la boca queriendo continuar.

-¿El Underboss y tú...?

-Es mía, soy su mamá e intentaré ser todo lo que ella necesite -me le adelanto-. Y no me apetece hablar sobre eso ¿Vale?

-Emma...

-Es mía y no me apetece hablar de eso.

Me he equivocado y no soy capaz de dar la cara durante el trayecto que nos deja en la pista que yace a las afueras de Moscú donde espera Sam, Luciana y las personas que apoyan a mi hermana. No quiero interrogantes, saludos o reclamaciones.

-Quiero estar sola un momento -le pido a papá.

-Con esto no se van a solucionar las cosas.

-No quiero hablar, papá.

Me alegra verlo, lo adoro, estoy feliz de que esté aquí, pero soy consciente de lo que hice y tengo claro todo lo que me acarrea. Paso saliva dándole la espalda, por muy grosera que me vea reitero que quiero estar sola y lo termina entendiendo dejándome.

Hay cientos de escenarios en mi cabeza en los que me imagino lo peor porque los Romanov no tienen misericordia, no tienen piedad; ellos no me van a escuchar, no me van a entender. La noticia que dieron en el Palacete solo hace que me frote las manos en la cara desesperada.

Las camionetas que llegan hacen que abra la puerta cuando veo que sacan a mi hija, todos hablan entre ellos afanados y me apresuro por la princesa.

-¡Queen! -se emociona cuando me ve extendiendo la mano y se la quito a la persona que la tiene.

Como siempre, sus brazos me rodean llenándome de amor y está bien, como Patrick lo aseguraba, está sana y cuidada.

-Te extrañé ¿Tú me extrañaste? -asiento con su pregunta y no tengo idea de qué hacer o para dónde irme.

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