—Pasen—dijo Toto, su voz grave pero invitante, haciéndose a un lado para dejarles entrar. Charles le lanzó una mirada a Max antes de cruzar el umbral, sabiendo que este encuentro no sería fácil.
La casa de Toto y Sergio estaba tranquila en esas primeras horas del día, llena de detalles que mostraban el toque de Sergio: flores frescas en jarrones, fotografías familiares en las paredes, y el aroma del café recién hecho flotando en el aire. Un recordatorio hacia Max lo que había perdido.
Toto los guió hasta la sala de estar, un espacio iluminado por la luz matutina que se filtraba a través de las ventanas. Los invitó a sentarse en un sofá de cuero oscuro, mientras él se acomodaba en una silla frente a ellos, adoptando una postura tensa, como si estuviera preparándose para lo que venía.
—Sergio, Liam—llamó Toto, su voz quebrada—. Por favor, vengan.
Los pasos rápidos de Liam resonaron por el pasillo, seguido por la figura de Sergio, que se mantenía detrás de su hijo, su rostro una máscara de preocupación. Sergio se detuvo al ver a Max y Charles, sus ojos oscuros llenos de preguntas sin respuesta.
—Sergio, por favor, lleva a Liam a su habitación—pidió Toto suavemente, aunque la tensión en su voz era evidente—. Necesitamos hablar en privado.
Sergio asintió, mirando a Liam con ternura.
—Liam, ve a tu habitación, cariño. Papá y yo necesitamos hablar con nuestros invitados.Liam miró a Sergio y luego a Max con curiosidad, pero obedeció, desapareciendo por el pasillo sin hacer preguntas. La puerta de su habitación se cerró suavemente, dejando a los adultos solos en una atmósfera cargada de emociones.
El silencio que siguió fue denso y lleno de una expectativa sofocante, hasta que Max, incapaz de contenerse, dejó que su rabia reprimida se desbordara.
—Nos abandonaste, —estalló, su voz resonando en la sala con una fuerza que hacía eco en las paredes—. Nos dejaste a Victoria y a mí sin mirar atrás, mientras que ese niño recibe todo lo que nunca tuvimos. —Los ojos de Max se llenaron de lágrimas no derramadas, una mezcla de ira y dolor—. ¿Cómo puedes vivir contigo mismo sabiendo lo que nos hiciste?
Toto permaneció en silencio, su rostro imperturbable, mientras buscaba las palabras adecuadas. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, suspiró profundamente, como si el peso del pasado lo estuviera aplastando.
—Max, hay cosas que no puedes entender—comenzó Toto, su voz firme pero cargada de tristeza—. Yo nunca quise ser padre. Christian y yo éramos muy chicos, solo teníamos veintidós años cuando decidimos adoptarlos. —Sus ojos se oscurecieron con el recuerdo—. No quería que terminaran en un orfanato, por eso no me opuse. Pero la verdad es que no estaba preparado emocionalmente para ser el padre que necesitaban.
Max se reclinó en el sofá, su incredulidad transformándose en un resentimiento amargo.
—Entonces, solo fuimos un error en tu vida, —escupió con desdén, pero Toto no se dejó intimidar. Apretó sus manos, que descansaban sobre sus rodillas, y continuó, como si cada palabra le desgarrara el alma.
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La Madrastra II Cherlos II Chestappen
FanfictionSergio Michel Pérez Mendoza, es hijo de uno de los políticos más importantes de México. A la edad de trece años, se fue al extranjero para terminar sus estudios académicos. Tenía uno de los mejores promedios y los recursos necesarios para llegar a u...