Capítulo 33

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El sol apenas comenzaba a asomarse sobre los rascacielos de Nueva York cuando Max y Charles se dirigieron al estudio de fotografía

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El sol apenas comenzaba a asomarse sobre los rascacielos de Nueva York cuando Max y Charles se dirigieron al estudio de fotografía. El ambiente en la ciudad era vibrante como siempre, pero entre ellos dos reinaba una tensión palpable. Aún no habían procesado del todo lo ocurrido el día anterior en la residencia de Toto y Sergio, pero ambos estaban decididos a cumplir con su cita en el estudio.

Max no sabía qué esperar, solo que Alice, la asistente del famoso fotógrafo, había programado esta sesión para ellos. Charles, por otro lado, no podía evitar sentir una mezcla de expectación y nerviosismo. Las imágenes que había visto del trabajo de este misterioso fotógrafo lo habían dejado impresionado, y aunque estaba emocionado por la posibilidad de trabajar con él, su malestar por los eventos recientes le nublaba el juicio.

Cuando llegaron al estudio, ubicado en un aquel antiguo edificio de ladrillos rojos en el SoHo, fueron recibidos por Alice, quien, con una sonrisa profesional, los invitó a pasar.

—Bienvenidos, señores Leclerc y Verstappen. El fotógrafo los recibirá en un momento —dijo Alice amablemente, sin sospechar lo que estaba a punto de suceder.

Max intercambió una mirada fugaz con Charles, ambos inquietos. Se adentraron en el estudio, un espacio amplio y minimalista, con luces suaves y cámaras de alta gama dispuestas a lo largo de la sala. Las paredes estaban decoradas con fotografías en blanco y negro que transmitían una emoción cruda, casi tangible. Para Charles, era como un sueño estar en un lugar tan artístico, pero ese entusiasmo se vio opacado por la tensión que había entre ellos.

Sergio, por su parte, no tenía idea de quiénes eran sus próximos clientes. Su enfoque estaba en su trabajo, tratando de olvidar lo sucedido la noche anterior con Toto. Con el cansancio emocional todavía pesando sobre sus hombros, Sergio se preparaba para la sesión que tendría más tarde, ajustando las luces y configurando la cámara.

Cuando la puerta del estudio se abrió, y Sergio entró, el tiempo pareció detenerse. Los ojos de Max se entrecerraron al reconocer la figura de Sergio tras la cámara. Charles, por su parte, sintió que un nudo de frustración le subía por el pecho.

Sergio también se congeló. El impacto de ver a Max y Charles, después del tumultuoso encuentro en su casa, lo dejó sin aliento. Era como si el universo les estuviera jugando una broma cruel.

—Tú... —Max murmuró con una mezcla de incredulidad y rabia contenida.

Sergio dejó caer las manos a los costados, incapaz de ocultar la sorpresa en su rostro. Era una coincidencia imposible, pero ahí estaban, cara a cara una vez más, y en el peor de los escenarios posibles.

—¿Ustedes son los clientes? —Sergio apenas pudo articular las palabras, su mente intentando procesar lo que estaba sucediendo.

Charles, quien hasta entonces había intentado mantener la compostura, explotó.

—¡Esto es ridículo! —exclamó, su voz llena de enojo—. ¿Él tenía que ser el fotógrafo? El mismo hombre que ayer nos puso en esta situación.

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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