Capítulo 29

236 32 4
                                    

En una de las oficinas más imponentes de Nueva York, Toto Wolff, el austriaco de treinta y cuatro años, se encontraba en su despacho

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En una de las oficinas más imponentes de Nueva York, Toto Wolff, el austriaco de treinta y cuatro años, se encontraba en su despacho. El edificio del Corporativo Wolff era uno de los más hermosos de la ciudad, con vistas espectaculares desde el piso cuarenta que podían hacer olvidar a cualquiera el ajetreo de la metrópolis. Torger, un hombre de impresionante presencia se encontraba sentado en su silla de cuero negro detrás de su imponente escritorio de caoba. La expresión del pelinegro era seria mientras revisaba algunos documentos en su computadora. Sin embargo, cuando se trataba de Sergio, el joven mexicano de veintiún años, su semblante cambiaba. Toto no era el mismo con Sergio; sus acciones siempre revelaban lo que realmente sentía.

Sergio, había llegado a la oficina de Toto sin avisarle con la excusa de verlo, aunque en realidad quería conocer más sobre su oficina, curioso de descubrir si Torger tenía algún lugar secreto, como en las historias de Christian Grey o Batman.

—Señor Wolff, un chico pregunta por usted en la recepción, dice que lo conoce—. Su secretaria le comunicó al pelinegro por el teléfono de la oficina.

—¿Un chico? — fue lo único que preguntó el austriaco— sin ponerle demasiada importación a la llamada porque estaba viendo las estadísticas de las ventas de los últimos trimestres.

—Sí, dice que se llama Sergio— le respondió su secretaria.

—Eso fue suficiente para Toto—Sí, dile a seguridad que lo dejen pasar y cuando llegue lo pasas directamente conmigo, gracias— rápidamente colgó la llamada.

—Sergio había llegado hasta el piso cuarenta —¿Usted es Sergio? —La secretaria se levantó de su escritorio para recibirlo.

—Sí, soy yo—, el mexicano le regaló una sonrisa.

—Sígame por favor— mientras guiaba a Sergio se le ocurrió cuestionar al chico— y de ¿dónde conoce al señor Wolff?

—Disculpé— Sergio se detuvo de golpe—. Señorita, no debo de darle explicaciones, pero vengo por negocios.

—La secretaria simplemente asintió—. La oficina de Torger se encuentra al fondo— lo barrió con la mirada antes de regresar a su escritorio—. Sergio se sorprendió por eso.

Rápidamente, ingresó a la oficina sin tocar y cerró la puerta con sumo cuidado de no hacer mucho ruido. Aún seguía sin creer que la secretaria llamaba a Toto con mucha familiaridad y sobre todo que lo hayan barrido con la mirada.

—¿Cómo va todo en la búsqueda de trabajo? —preguntó Toto, sin levantar la mirada de la computadora.

—No muy bien, la verdad —respondió Sergio, suspirando—. No es de extrañarse si te soy sincero, durante toda mi carrera jamás trabajé y no hice portafolio, y ahora las empresas buscan experiencia, no calificaciones de excelencia—. Sergio se dirigió a las sillas que estaban frente al escritorio del más alto —y se sentó con resignación en la silla.

La Madrastra II Cherlos II ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora