Joel
Inexorable: que no se puede evitar
12 bis. Ayudaré a arreglar lo que no rompí
Se llama Bloom.
Lo descubrí tres días después de mi encuentro en su cuarto, cuando fui a verla. Su olor no se sintió presente, ni su dolor tampoco, por eso activé mis alarmas y espié a su familia. Fue ingresada en el hospital por su mala condición, cosa que no me extrañó. Tampoco me preocupó en exceso, mis conocimientos en medicina me indicaban que estaría bien.
Así fue. Volvió a casa y yo estuve cada noche bajo su ventana. ¿Por qué? Porque no podía sacármela de la cabeza. Solo pensaba en ella, en sus ojos, en su dolor, en el tono de su piel. Llegaba a resultar escalofriante la manera en la que se introdujo en mi sistema hasta el punto de solo ser ella. Ella, ella, ella. Bloom. Necesitaba saber que estaba bien, dentro de lo que suponía ser ella. Que su vida no corría peligro y que ella tampoco seria la encargada de ponerse en una situación peligrosa.
Más de una vez estuve tentado a subir. No sabía muy bien cómo me presentaría frente a ella después de nuestro último encuentro, pero eso no reprimía mis ganas de hacerlo.
La noche en que lloró hasta dormir, subí.
La vi dormir bajo el edredón y fue la única vez ―sin contar sus desmayos― que su pulso se estabilizó. Latía lento y acompasado, como el de una persona normal de las tantas que acostumbraba a escuchar con el estetoscopio. En estos momentos era una chica normal, sin problemas, que dormía refugiada en el mundo de los sueños, ignorando que yo la estaba observando desde la esquina de su cuarto, justo al lado de la ventana. Ahí se me pasaban las horas sin ser yo consciente.
Pero es que no podía dejar de pensar en ella.
(...)
―Me has puesto ronda en el sur.
Hunter se deja caer en el césped, con los brazos cruzados sobre su pecho. Parece disgustado y yo no puedo lucir más indiferente.
―Sí. ¿Qué pasa? ―paso la página de mi libro de genética humana, asignatura que se me complica por momentos―. ¿Quiere la princesa otra posición? La lista de peticiones está en la mesa de la cabaña.
La cabaña es el antiguo bar del padre de Hazel. El pobre hombre nos lo cedió tras enterarse de todo lo que nos pasaba para que pudiésemos juntarnos a solas, sin riesgo de que nadie nos vea. Le agradecimos infinitamente y ahora tenemos nuestro pequeño refugio al lado de casa, literalmente hablando.
―¿Tenemos hoja de peticiones?
―No.
―Eres un gilipollas ―se queja, dando una patada al aire―. Te pedí expresamente el norte hace tres semanas.
―¿Por algún motivo especial? ―vuelvo a pasar la página―. ¿Hay alguien a quien ver en medio de un bosque? ¿Una criatura que no hayamos matado aún? ¿Voy a ser testigo de un amor prohibido entre seres sobrenaturales?
―Es mucho más simple. No quiero toparme con Hazel.
―Una pena que sea lo que te toca.
―¿Hoy no vas a hacer tu plan favorito? ―pregunta con rabia―. Es que no te soporto y quiero que te vayas.
Me relamo los labios y levanto la vista del libro. Clavo mis ojos sobre su cara y se comienza a achacar un poco, perdiendo el valor y el coraje que acaba de nacerle de la nada.
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Resiliencia Sempiterna | COMPLETA
Science FictionUna vez, una chica solía brillar por sí misma. Alegraba a cualquiera con su voz o con una mirada. Ahora, esa luz se vio apagada porque quienes eran sus amigos decidieron que fuese así. Al otro lado del pueblo, en el bosque, habitaba toda clase de cr...