c a t o r c e

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Minutae: pequeños detalles y precisos que hacen que uno sea único.

14. La manada

El momento en el que abro los ojos me asusta increíblemente, pues nada a mí alrededor es conocido. En cuanto logro adaptar mis ojos al ambiente claro de la mañana, arrastro mi cuerpo hasta quedar sentada en una cama enorme, la cual tampoco conozco, al tiempo que salto de ella. Alejo las mantas de mi cuerpo al tiempo que busco mi abrigo, avanzando hacia él cuando lo veo, tomándolo y pegándolo a mi pecho con fuerza. 

Me lo pongo y me siento algo más tranquila cuando el calor me abraza, para echar a correr en dirección a la barandilla de madera. Respiro relajada al reconocer la cabaña, recordando a Joel y a la manada. Estaba en el mismo lugar en el que había estado con Pax y Joel anteriormente, o sea que todo era normal.

Suspiro y me aferro al tronco que compone la barandilla, asumiendo que estoy a salvo, no ha pasado nada malo, estoy bien. No tenía por qué llorar, no me había pasado nada, todo estaba bien, yo pedí venir aquí, yo me dormí.

―Joel... ¡Joel! ―busco mis zapatos, poniéndomelos cuando los hallo―. ¿Joel? ―vuelvo a preguntar, bajando las escaleras con velocidad una vez mis pies están protegidos.

En la parte de abajo todo está tal cual lo recordaba. La chimenea apagada, el sofá un poco deshecho, las ventanas abiertas dejando entrar luz mañanera y... la puerta no tiene el seguro de hierro. Frunzo el ceño y me quedo algo bloqueada en mi lugar, barajando en mi cabeza mil y una posibilidades que solo me hacen incrementar los nervios y no pensar con claridad.

Voy perdiendo el control conforme corre el tiempo, con el corazón bombeando con fuerza y las manos temblorosas. ¿Dónde está Joel? ¿Y si le había pasado algo? ¿Por qué me ha dejado sola?

Abro la puerta y recibo un saludo del potente sol en compañía de una brisa cálida. Entrecierro los ojos para poder mirar a mí alrededor sin ser cegada por la luz, pero no hay rastro de nadie. ¿Dónde demonios está? No quería estar sola, me asustaba estar sola en este lugar desconocido y eso me hace querer echar a correr para intentar volver a casa.

¿Y si venía alguien de su manada que no sabe que soy amiga de Pax y Joel? ¡Me matarían!

Retrocedo y vuelvo a entrar en la casa, cerrando la puerta sin pasarle el seguro. Me quedo dentro, de brazos cruzados, mirando una puerta inerte que no va a solucionar ninguna de las dilaciones que hay en mi cabeza. Después, miro a mí alrededor, sin saber exactamente qué busco, para luego volver a mirar la puerta. Quizá seria terriblemente estúpido, pero no siento que deba quedarme aquí sola a esperas de que alguien aparezca.

Siento una rabia increíble porque Joel debía de haberme avisado que iba a salir, pero como no lo había hecho pues yo no le avisaría a él ―aunque tampoco puedo― así que me dispongo a abrir la puerta principal, volviendo a pisar el exterior y encontrándome entonces en un dilema multidireccional.

¿Por dónde es? ¿Cuál será la dirección correcta? Es patético, ni siquiera sé cómo llegar al bosque que conozco.

―¡Bloom!

Giro sobre mis talones y entrecierro los ojos en busca del dueño de esa voz, interceptando la figura de Joel. La rabia vuelve a mí y aprieto mis puños, cruzándome de brazos en cuanto echa a correr, quedando a unos centímetros de mí.

Cuando lo hace su boca se abre en un jadeo y mantiene su expresión despreocupada de siempre mientras recupera un poco de aire. Yo no cambio mi gesto, de hecho, lo acentúo, y él lo capta. Señala torpemente hacia atrás, luego entrecierra los ojos y deja escapar varias palabras torpes e inentendibles para rendirse, finalmente, dejando caer ambos brazos a sus costados.

Resiliencia Sempiterna | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora