t r e c e

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Ala rasi: cualquier cosa por ti.

13. Abrázame y no me sueltes

Estuve castigada durante cuatro días hasta que mi madre necesitó que fuese a comprar al supermercado. Esos días contacté con Joel, pero él ya lo sabía porque se quedó escuchando la noche en que me trajo a casa. Dos noches le vi desde mi ventana cuando saltó la valla de mi jardín, y sólo una le dejé entrar en mi habitación para que hiciese mi tarea de física.

El tiempo con él pasaba como si de una hoja en una tarde de viento se tratase. No soy consciente de lo que me gusta escucharle hablar hasta que no lo pienso antes de ir a dormir, al igual que pienso en su risa, en el hoyuelo de su comisura izquierda, el color tan oscuro de sus ojos... realmente me sentía fascinada por ese chico.

Pax era como un hermano pequeño para mí. Amaba su compañía, y cuando la cuarta noche vino él a visitarme en lugar de Joel, lo averigüé. Comprendí que no era la misma sensación con uno que con otro, en el sentido de que el aura de confianza y tranquilidad se encontraba ahí ―porque sabía que ellos no me dañarían―, pero era diferente.

Me reí mucho con Pax esa noche, sobre todo cuando traté de hacerme la tonta para sonsacarle información sobre Eve, haciendo como si Joel no me hubiese contado absolutamente nada sobre ella.

Eve era la hermana pequeña del anterior alfa, muy conocedora del concepto hombre lobo y todo lo que eso suponía en su pueblo y en el bosque. Con 15 años, misma edad que Pax, se piensa que está enamorada y que el chico va a ser su marido, padre de sus hijos y quien la protegerá de cualquier mal para luego envejecer con ella.

Por su lado, Pax estaba reacio a ese pensamiento. No estaba claro si él sentía algo por ella o no, y tampoco se animaba a confesar si había sentido lo que muchos de su manada sentían hacia sus..."amores", por lo que solo quedaba esperar a que un romance adolescente surgiese, o puede que algo más intenso, real y más bonito.

Días más tarde Pax se ofreció, con el permiso de Joel, a llevarme a su pueblo algún día, o quizá a conocer a su manada. Eso era algo que me tenía bastante nerviosa, y aunque acepté, lo hice para que eso ocurriese en un futuro.

El día de hoy se encontraba marcado por ligeras lloviznas, seguidas de cortos periodos de sol para luego volver a nublar todo el cielo. Yo no tenía planeado salir el día de hoy, pero el día no acompañaba para absolutamente nada aunque me hubiese gustado.

Por lo tanto, me encuentro en el escritorio, con la pantalla del portátil iluminando mi rostro, una pierna doblada contra mi pecho y la otra descansando en el suelo. El cuaderno de cálculo está abierto frente a mí y casi completado, con el de literatura al otro lado pues es su continuación. Mientras tanto, la música reproducida por el aparato sonaba de fondo, dando un ambiente tranquilo.

Lograba aun así distinguir diferentes sonidos procedentes del jardín gracias a que la ventana estaba abierta, dejando acceder a mi habitación un hermoso olor a tierra mojada.

Hago la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. ¿Qué haría con mi vida? Esa es la pregunta que en ningún momento abandona mi cabeza.

No sé qué quiero estudiar, no sé qué universidad solicitar... ni siquiera sé si aprobaré física. Además de que mis padres son los que deben dar el visto bueno a las universidades que yo elija, pues aunque solicite alguna beca necesito su apoyo económico.

Trato de dejar de pensar en eso y vuelvo a ponerme con los ejercicios, acabando todo en unos quince minutos. Leo después los textos de literatura que correspondían y esta vez no calculo el tiempo que tardo en leerlos, entenderlos y analizarlos para poder explicarlos en clase en lunes. Decido dejar historia pues no me siento con fuerzas para adentrarme en pasado de este país, por lo que doy por finalizada la sesión de trabajo académico de hoy. Me encuentro hambrienta cuando cierro los libros y me levanto, comprobando que ya está anocheciendo.

Resiliencia Sempiterna | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora