Koi no yokan: una sensación de que el amor futuro es inevitable después de un primer encuentro.
11. Siempre es correspondido.
Habían pasado seis días desde la última vez que vi a los chicos lobo, y yo seguía estancada en el primer día. Me alegraba y a la vez asustaba no poder pensar en otra cosa que no fuesen las últimas palabras con Joel, o el hecho de que vivían en un pueblo el cual yo desconocía ―nadie nunca nos había dicho que existiese otro pueblo en las cercanías― o el hecho de que quizá fuese por ellos por lo que el bosque era un lugar prohibido.
¿A cuántos habitantes de este pueblo habrán matado por entrar en el bosque? ¿Habrá niños entre ellos?
Alejo esos pensamientos de mi mente, tratando de prestar atención a lo que se encontraba frente a mí. Dos chicos y tres chicas discutían sobre el escenario, agitando sus brazos y elevando sus voces pues creo que no coincidían en qué atrezo usar para la obra que debemos representar en dos meses. Tuve que acudir ya que, como era de esperar, descubrieron mi nula asistencia aun cuando yo aseguré que vendría. Lo bueno es que me ignoran. Sólo me preguntaron acerca de qué me quería encargar, yo me ofrecí a dibujar/diseñar el decorado y ellos aceptaron.
Y es justo lo que hago ahora. Termino de dibujar un árbol que pondríamos a uno de los laterales y cierro el cuaderno. Observo la hora en mi móvil y suspiro, las siete de la tarde, hora de volver a casa. Guardo todo dentro de la mochila y me levanto de la butaca que ocupaba, saliendo de allí sin despedirme de nadie y sin que nadie cayese en la cuenta de que yo me estaba alejando.
El toque de queda seguía manteniéndose a pesar de que han confirmado haber atrapado al asesino. Al parecer, era un hombre de sesenta años que no pertenecía a este pueblo, hablan de que tenía varios problemas mentales, entre ellos una grave demencia que le había llevado a caminar por kilómetros hasta llegar a nuestro pueblo. Según dicen el arma fue una navaja que llevaba con él.
Lo que yo no terminaba de entender era por qué mantener el toque de queda hasta el próximo domingo, o sea, tres días más.
Salgo del instituto y sólo encuentro a un policía subido en su coche. Él no saluda y yo tampoco, por lo que continúo mi camino, solo que ahora tomaba un batido de fresa que me había comprado esta mañana en la cafetería y que no me había llegado a tomar. Sin lugar a dudas, este batido podía ser perfectamente lo mejor de mi día.
Cruzo una calle y accedo a otra, concentrada en mi batido y en como los pájaros seguía volando, aprovechando la tenue luz del sol, el cual procedía a retirarse ya hasta el día siguiente. Sigo a varios con la mirada y luego esquivo a un niño en triciclo que se dirigía a mí a toda velocidad. Continúo mi camino y dejo el parque a un lado, cruzando otra calle, quedando oficialmente, a dos calles de mí casa. Suspiro y tarareo la letra de la canción que se reproduce en mis audífonos, pero aun así no logro desprenderme de la sensación de incomodidad que me abarca. Siento que me están siguiendo, y por más que miro hacia atrás y no veo a nadie, ahí sigue esa sensación.
Dejo en mi boca el último trago de batido, pues no soy capaz de tragarlo debido a los nervios crecientes en mí. Me volteo y freno, admirando la calle vacía tras de mí. Entrecierro los ojos y miro todo a mí alrededor, fijándome en la valla que se encontraba tras la casa de uno de los vecinos de esta calle. Este no tenía su jardín vallado, entonces la valla del bosque era transparente para cualquier viandante.
¿Serian ellos? Eso ―por alguna razón― me tranquiliza, ayudándome a tragar el batido.
Pero cuando escucho voces tras de mí me saco los auriculares y vuelvo a voltearme, encontrando a un grupo de cinco chicos. Roy estaba entre ellos... y conocía bastante a los demás, por desgracia.
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Resiliencia Sempiterna | COMPLETA
Science FictionUna vez, una chica solía brillar por sí misma. Alegraba a cualquiera con su voz o con una mirada. Ahora, esa luz se vio apagada porque quienes eran sus amigos decidieron que fuese así. Al otro lado del pueblo, en el bosque, habitaba toda clase de cr...