1. Mi amigo lobo.
Soledad: un estado de reclusión o aislamiento, a ratos perfecto.
Todo el mundo me tenía harta.
Quería morirme de una vez, pero de una vez por todas, de verdad de la buena.
Soy consciente de lo que he resistido para llegar hasta aquí, que ha sido mucho... pero me está superando. Me estoy ahogando cada vez más en el mismo vaso de agua. Día tras día.
Risas, murmullos, miradas, vídeos, comentarios, dedos apuntándome...
Eso me genera un dolor en el pecho. Siempre lo hacía.
Una presión que ya me era familiar, y no por ello menos dolorosa, se instala en medio de mi pecho. Quema y asfixia casi al mismo tiempo, pero no me dejo llevar tan rápido por la angustia. En su lugar, trato de evitarles mientras centro la mirada en el suelo, activando todos mis sentidos.
Siempre caminaba con la cabeza agachada, fijándome en las baldosas, a la vez miraba los laterales con el rabillo del ojo. Mi sistema auditivo estaba acostumbrado a quedarse fijo en lo que tenía a menos de veinte centímetros, logrando así diferenciar los pasos de las personas a mi alrededor de los pasos de alguien que se dirigiese directamente a mí.
Debía caminar con la cabeza agachada, fijándome en las baldosas, pero a su vez miraba los laterales con el rabillo de los ojos. Mi sistema auditivo estaba fijo en lo que tenía a menos de 20 centímetros, tratando de diferenciar los pasos de las personas a mi alrededor de los pasos de alguien que se dirigiese directamente a mí.
Avanzo más y nada pasa, cosa que me deja respirar un poco. Ya sin tanto miedo, accedo al baño de chicas haciendo apenas ruido, dando pasos cuidadosos hacia su interior, agachándome para comprobar que no había nadie en los cubículos frente a mí.
Despejado. Salvación.
Dejo la mochila sobre el lavabo y me quedo de espaldas al espejo. Dedico unos segundos a cerrar los ojos, concentrándome en respirar. Pongo una mano sobre mi pecho y la otra en mi cuello, respirando y expulsando el aire con lentitud, contando en voz baja. De uno a veinte, avanzando en números hasta conseguir un mínimo control sobre mi respiración fragmática.
Y así, día tras día. Esto era lo que llevaba soportando durante los últimos once meses y dos semanas.
Ya faltaba poco para que se cumpliese el maldito año, y eso me hacía temblar.
En el fondo, no lograba comprender en qué momento habían pasado doce meses. A veces habían pasado lentos, otras veces excesivamente rápido. Cuando peor estaba, más rápido pasaba el tiempo. Básicamente porque lo pasaba durmiendo.
Controlo la lágrima que quiere escapar de mi ojo izquierdo y la limpio, volteándome al espejo, negándome a lo que veía. Ese desastre que me pertenecía y me llevaría al jodido suicidio.
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Resiliencia Sempiterna | COMPLETA
Science FictionUna vez, una chica solía brillar por sí misma. Alegraba a cualquiera con su voz o con una mirada. Ahora, esa luz se vio apagada porque quienes eran sus amigos decidieron que fuese así. Al otro lado del pueblo, en el bosque, habitaba toda clase de cr...