D i e c i o c h o

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18. casi justicia.

Yuanfen: la fuerza que une a dos personas

Siento que mi piel se eriza y una corriente helada se infiltra en mi cuerpo. ¿Cómo podría alguien, en un pueblo tan pequeño, hacer algo así? No tiene ningún sentido, así como tampoco lo tiene que la policía no haya sido capaz de encontrar al culpable.

―¿Y si entran al bosque? ―él niega―. Podrían, Joel. De hecho, pensaran que hay algún animal que nos ataca...

Vuelve a negar y toma mi mano, tirando de mi cuerpo hasta poder rodearlo y abrazarlo. Yo dejo mis brazos inertes, pues siento que algo no anda bien. Joel no está seguro de sus palabras, lo demuestra haciendo silencio, pero quiere hacerme creer que sí aunque yo ya le conozca.

(...)

Al siguiente día no voy a clase aprovechando que mi madre no podía llevarme. Por primera vez tenía una iniciativa que no consistía en huir o en esconderme, por lo tanto, aprovecharía el momento de valentía para hacer algo de provecho.

Mi plan comenzaba en el pequeño local de reprografía, donde se encargaban de hacer el periódico.

Llego hasta la ventana que hay bajo lo que creo recordar como el despacho del director del diario. Tiene la ventana levemente alzada, por lo que no tardo en distinguir las palabras de tres personas diferentes.

―Si escribimos eso... ¡estaremos mintiendo!

―No mentiremos, solo encauzaremos los hechos.

―Robin, no podemos hacerlo... díselo, May. ―reconozco al primer nombrado como el director del periódico, a May como la segunda al mando, desconociendo al tercero.

―La gente teme el bosque, además de que claramente esto ha sido provocado por un animal salvaje...

―No lo sabemos, el forense no ha dado los resultados aún.

―Mira, muchacho ―uno las cejas y me pongo casi en pie, más cerca aún de la ventana―. Eres nuevo, así que te lo diré claro... tú vas a poner lo que a mí me salga de los huevos, y te callarás. ¿Necesitas que te mande a la puta calle para entenderlo?

Salgo de ahí rápido, escaqueándome hasta llegar a la valla de siempre. La salto, vigilando antes el lugar, mandándole entonces un mensaje a Joel de aviso. Tras eso empiezo a correr, siguiendo las discretas marcas que Joel había dejado en los árboles, casi imperceptibles a simple vista.

No sé cuánto llevo trotando, pero mi pecho duele y mi cara arde. El aire frío ha congelado mi garganta y las piernas me tiemblan una vez que he pasado dos de los claros que conocía, en donde paro unos segundos, tratando de recuperar algo de aliento. Con una respiración profunda vuelvo a echar a correr, percibiendo varios sonidos a mi alrededor. Instantes después, un gran lobo blanco hace presencia a mi derecha, dejándome ver a otro marrón más clarito corriendo a unos metros frente a nosotros.

¡Salta!

Con agilidad River se flexiona hasta quedar casi tendido en el suelo, momento que aprovecho para saltar sobre su lomo, técnica que ya había perfeccionado antes con Joel. Me aferro firme a su pelaje y me inclino sobre él, permitiéndole mayor agilidad de la que le dejaba si yo permanecía sentada como si se tratase de montar a caballo.

―Hola, chicos.

El camino se hace breve, sobre todo porque me encuentro volada en pensamientos hasta que llega el momento de decirle adiós a Hunter. Su hermano, por el contrario, se transforma en cuanto yo bajo, observándome con preocupación. Ambos entramos en "Sunmoon" sin que nadie se alarmase por nuestra presencia, por lo que llegamos con tranquilidad a la pequeña zona reservada que posee la manada.

Resiliencia Sempiterna | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora