V e i n t i s e i s

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26. Entendiendo hechos

Mokita: lo que todos saben, pero que se niegan a hablar

Tuve que decir adiós a mis días de dormir tranquilamente.

Ahora las pesadillas habían vuelto, pero no por lo que pasó aquella noche, sino por la escena que encontré en mi cocina hace tres días.

El intento, sí, intento, de suicidio de mi madre resonó por todo el pueblo. Resulta que cuando la encontré aún estábamos a tiempo, y gracias a la ambulancia que atendía a Nancy pudieron llegar y actuar con la mayor rapidez posible. Establecieron su pulso hasta que llegaron al hospital, donde le realización un lavado de estomago y lograron eliminar los restos tóxicos de su cuerpo.

A día de hoy ella sigue ingresada, con mi padre quedándose con ella en la unidad donde está, dejándonos a Elio y a mí en casa. Apenas nos relacionábamos entre nosotros para algo más que saber de ella y lo que haríamos con las comidas y cenas. Él seguía yendo al trabajo y yo me permití no ir a clase durante estos tres días, decidiéndome a volver al cuarto.

El revuelo acabó señalándome, obviamente, pero no llegó a más. A lo único que le presté atención fue a los carteles de desaparecido de James, colocados justo al lado del mural donde estaban las memorias de los otros tres jóvenes. Roy y Jonas parecían demasiado enfadados con la desaparición de James, quizá planteándose que sea el mismo final que Gary, mientras que Walter se mantenía al margen de las emociones que los dos expresaban frente a todos.

Parecía imposible que todas las mentiras se siguiesen manteniendo a estas alturas.

―¿Qué piensas tanto?

Dejo de mirar el techo para observar a mi lado, justo donde se encuentra Joel. Ambos estamos tirados sobre mi cama, yo con la vista en el techo y él con la mirada sobre mí.

―Hay una cosa que no... no me encaja.

―¿Y qué es?

Aparto la mirada unos segundos, tomando una respiración profunda.

―Lo que pasó en Noel's...

―No fue tu culpa, Bloom. Lo hemos hablado mil veces.

―Que no es eso ―me siento en la cama para poder hablar mejor con él―. Sé que no fue mi culpa.

―¿Debería preocuparme esta actitud ante cada muerte que ocurre a nuestro alrededor?

Alzo las cejas y él no logra reprimir una risa, acto por el que termino golpeándole el brazo.

―¡Joel, es enserio!

―Perdón, perdón. ―alza las manos en son de paz―. Dime, ahora sí.

Hago un movimiento de cabeza, digna, disponiéndome a inflar mis pulmones para comenzar a contarle todo lo que me perturbaba la mente... justo cuando su teléfono suena.

Ruedo los ojos y bufo, dejando la mirada clavada en las estrellas fluorescentes del techo. Él se disculpa y atiende la llamada, por lo que vuelco la mirada en su cara, completamente concentrado en lo que escucha. Una vez que se despide y me mira con ojos de cachorro desamparado entiendo que se va a ir.

―Ha habido problemas en el noroeste ―explica, tomando mis manos en cuanto queda sentado―. Volveré en cuanto lo solucione todo, ¿vale? Tardaré lo menos posible.

―No importa.

―No te molestes, te juro que no quiero irme.

Niego y termino por sonreír de forma algo efímera, dándole un apretón a sus manos.

Resiliencia Sempiterna | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora