D i e c i n u e v e

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Ademán: movimiento o actitud del cuerpo o de alguna parte con que se manifiesta disposición, intención o sentimiento.

19. La nueva yo.

Al día siguiente estoy esperando a Joel en el claro donde siempre me encontraba con Pax, a conciencia de que el chico lobo estará molesto por haberle desobedecido al estar esperándole aquí, habiéndome saltado la cita con el orientador, en lugar de esperar a que me recoja en mi habitación. La realidad es que el aire fresco me sienta bien y la tranquilidad del bosque, junto con el sonido de los pájaros, me relaja la mente.

Dejo caer la ramita y me pongo en pie cuando el suelo tiembla ligeramente, observando al enorme lobo negro que emerge de entre los frondosos árboles. Alzo las cejas cuando me muestra su dentadura tras un leve gruñido, alzando las manos en son de paz.

―Te he ahorrado camino ―él me ignora, echando por completo el cuerpo a tierra. Una vez sobre su lomo me aferro a su pelaje con mi vida, hundiendo mi cabeza en él―, te he echado de menos.

Empieza a correr y yo cierro los ojos, perdiendo la cuenta del tiempo. Solo puedo pensar en mi intento de suicidio y en cómo hubiese dejado solo a Joel y a Pax sin ningún aviso, en lo cruel y en lo egoísta que fui. No lo pensé, sólo actué sin más y, lo peor, es que yo no hubiese tenido que pagar las consecuencias de mis actos.

Entramos al pueblo de la mano, como últimamente acostumbrábamos a ir. Varias personas que nos ven de seguido nos saludan, entre las que se encuentran Knox y Shawn. Este último quiere unirse a nosotros, pero el otro le hace entrar en razón con un ligero golpe en el brazo, por lo que terminan por despedirse.

De esa forma llegamos a la casa de la señora Lorrie. Es una casa vieja y pequeña, bastante alejada del resto, pero que a pesar de eso todos la tienen en cuenta y se preocupan de ella.

Miro a Joel algo incomoda, haciendo que él deje de mirar la puerta para mirarme a mí.

―Entraré contigo. ―informa él tras abrir la puerta, dejándonos ver una penumbrosa entrada.

Cruzamos el recibidor y la cocina, esta última un poco más iluminada que el resto de la casa, llegando hasta el salón, en cuya silla mecedora se encuentra la anciana. Alza la mirada hacia mí y me deja bloqueada, no siendo capaz ni de tragar saliva.

―Bienvenida, Bloom. ―sonríe y señala la silla frente a ella, bajo la ventana―. Puedes irte Joel, cuando acabemos te avisará.

Miro al nombrado, quien tiene una mueca en su cara y parece estar a punto de hablar, pero ella le chista. Cierra la boca en ese momento y me observa, alzando una ceja. Yo asiento y aprieto su mano para después soltarla, caminando lentamente hacia la silla que me corresponde.

―Estaré en la puerta, por fuera, en el porche ―informa él―. Si me necesitas...

Ella le chista de nuevo, obligándole a caminar por donde mismo habíamos venido. Una pequeña sonrisa se instaura en mi rostro al verle irse como un niño pequeño con una pataleta, cosa que me ayuda a relajarme levemente.

―No te preocupes, no nos escuchará ―habla ella, sacándome de mis pensamientos―, es un lobo respetuoso, y además tiene un gran interés en que hablemos, no me enfadará. ―continúa, para después mirarme fijamente a los ojos―. Cuéntame, Bloom, te quiero escuchar.

Sigo estancada en sus profundos ojos, casi negros, que me miran como si me estuviesen leyendo. Era como mirar el vacío que observas en tus sueños o en las pesadillas.

―Estoy segura de que ya lo sabe...

―Necesito escucharte a ti, es el primer paso para liberar tu angustia.

Resiliencia Sempiterna | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora