III

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Isabella se encontraba en su amplio dormitorio, sentada frente a un espejo de cuerpo entero, repasando lentamente su cabello con los dedos. El teléfono vibró sobre el tocador, y cuando vio el nombre en la pantalla, su corazón dio un vuelco, aunque su expresión no cambió. Alessandro. Lo había esperado, sabía que eventualmente llamaría, que desplegaría su encanto tóxico como siempre lo hacía.

Suspiró y contestó, su tono seco pero educado.

—Isabella, amore mio —la voz de Alessandro sonaba suave, afectuosa, pero ella conocía bien las capas de veneno debajo de ese encanto—. Te echo tanto de menos. Ya no falta mucho. Cuando esto acabe, estaré contigo, lo prometo.

Isabella respondió con una simple palabra, indiferente.

—Ajá.

Del otro lado de la línea, Alessandro soltó una risa suave.

—No te preocupes, cariño. Ya lo tengo todo planeado. Pronto estaremos lejos de todo esto, solo tú y yo. Una nueva vida, lejos de la persecución de estos malditos. Te llevaré a cualquier lugar que desees. París, tal vez... o a esa villa en la Toscana que tanto te gustó la última vez que fuimos juntos. Podríamos quedarnos ahí por un tiempo, en paz.

—Ya veremos —respondió ella sin emoción, sin realmente escuchar las promesas vacías que había oído una y otra vez.

Alessandro siguió hablando, prometiendo lujos, viajes y una vida de ensueño. El tipo de futuro que solía pintar con palabras para mantenerla atada. Pero para Isabella, eran solo promesas desgastadas, sin ninguna fuerza.

—Tú sabes cuánto te amo, Isabella. Siempre he hecho todo por ti, para protegerte, para darte lo mejor. Tú eres lo más importante para mí. Nadie más —dijo, con una intensidad que sonaba más a posesión que a amor real.

Ella dejó que las palabras se desvanecieran en el aire, no porque no supiera cómo responder, sino porque ya no le interesaba. Alessandro siempre había tenido ese poder sobre ella, el de usar su voz para envolverla en una red de falsas seguridades. Pero esa red ya no la atrapaba.

—Lo sé —fue su respuesta, breve, desprovista de entusiasmo.

El silencio se alargó, y finalmente Alessandro notó su falta de interés.

—Tienes que confiar en mí, Isabella —su tono se endureció apenas, aunque todavía sonaba controlado—. Lo haremos juntos, como siempre.

—Sí, Alessandro —dijo ella, ya terminando la conversación—. Hablamos luego.

Colgó sin esperar una respuesta. Cerró los ojos un segundo, como si expulsara el peso de la llamada, y luego se levantó con una gracia inmutable.

Su día seguía. Isabella se puso uno de sus trajes de diseñador, una chaqueta ajustada de terciopelo negro y una falda larga de corte impecable. Cada movimiento era calculado, perfecto, un reflejo de la mujer que había aprendido a ser: siempre en control, siempre al mando de su apariencia.

Hoy tenía su cita anual en la peluquería, algo que nunca se permitía cambiar o posponer. Era casi un ritual de renovación para ella. Con su bolso de cuero en mano, salió de su casa como si no tuviera un solo problema en la vida.

En la exclusiva peluquería del centro de la ciudad, Isabella entró y fue recibida con el respeto que sus clientes habituales siempre mostraban. Se acomodó en una silla mientras el estilista empezaba su corte e hidratación, algo que le tomaba tiempo y paciencia.

Afuera, dos hombres en un coche estacionado observaban la escena a través de la cámara, capturando cada movimiento. Tomaban fotos, disparo tras disparo, mientras Isabella se recostaba, aparentemente ajena al espionaje.

Pero en realidad, ella los había notado desde que salió de su casa. Sabía que la estaban vigilando. Podía sentir la mirada fija de las cámaras, el enfoque atento que no pretendía ser sutil. Pero Isabella no era una mujer que se dejara intimidar. No le interesaba mostrar miedo, y menos aún, responder a quienes intentaban seguir cada uno de sus pasos.

Dentro de la peluquería, simplemente sonrió levemente mientras el estilista trabajaba en su cabello, como si fuera la única dueña de su realidad.


En la BAU, Penélope García, sentada frente a su array de pantallas, se encontraba investigando todo lo que podía encontrar sobre Isabella. Su estilo vibrante y siempre entusiasta hacía que las búsquedas más sombrías se sintieran como una aventura digital.

—Bueno, amigos —dijo García, mientras sus dedos volaban sobre el teclado—. Isabella Solari parece tener una habilidad impresionante para mantenerse en las sombras, pero hace unos años, hubo un escándalo bastante grande. Y cuando digo grande, me refiero a "explosión nuclear en redes sociales" grande.

Morgan, JJ y Hotch se reunieron alrededor de su escritorio, mirando las pantallas.

—¿Qué clase de escándalo? —preguntó JJ, curiosa.

García hizo un gesto dramático con las manos mientras las imágenes llenaban la pantalla.

—¡Boom! Un video íntimo. Y no, no con nuestro querido Alessandro Solari. Era con otro hombre. Y cuando digo "otro hombre", me refiero a un tal Luca de Marchi.

El nombre resonó en la habitación. Morgan recordó el nombre del informe anterior, el abogado que había trabajado con Isabella en Italia antes de que conociera a Alessandro. Su mandíbula se tensó.

—¿Estás diciendo que este video salió a la luz antes de que se casara con Solari? —preguntó Hotch, sin levantar la vista de las pantallas.

García asintió mientras buscaba más detalles.

—Sí, exactamente. El video apareció en línea unos seis meses antes de la boda, y fue un verdadero boom mediático. Nadie sabe cómo se filtró, pero se hizo viral rápidamente. Aparentemente, Luca y ella tenían una relación bastante intensa, al menos hasta que él desapareció del mapa poco después del escándalo.

Morgan cruzó los brazos, frunciendo el ceño.

—¿Desapareció? ¿Qué le pasó?

García dejó de teclear por un momento y se giró hacia él.

—Bueno, oficialmente, nada. Pero extraoficialmente, los rumores dicen que Alessandro Solari pudo haber tenido algo que ver. El video podría haber sido un ajuste de cuentas. Sabes, "te metes con mi chica, te metes conmigo", ese tipo de cosas. Luca simplemente dejó su trabajo, vendió sus propiedades y se desvaneció. Nadie lo ha visto desde entonces.

JJ miró a Morgan.

—¿Crees que Isabella sabía que Alessandro hizo desaparecer a Luca?

Morgan suspiró, recordando la frialdad y la distancia de Isabella durante su encuentro.

—Es difícil de decir. Isabella no es fácil de leer, pero si lo sabía, nunca lo admitiría. Y si no lo sabía, entonces su vida podría haber sido manipulada desde el principio por Solari.

Hotch asintió lentamente, absorbiendo la información.

—Un video íntimo filtrado y la desaparición de un antiguo amante. Podría ser la razón por la que ella está tan atrapada. Alessandro no solo le dio una vida de lujos, también destruyó su pasado. Probablemente se sienta sin escapatoria.

García, siempre más empática de lo que parecía, agregó:

—Y ahora está siendo vigilada de nuevo. Las fotos de hoy demuestran que aún la siguen de cerca. Si sabe que la están observando, ¿por qué no le importa? Eso es lo que me tiene pensando.

Morgan miró las fotos recién enviadas. Isabella en la peluquería, tan serena y controlada como siempre.

—Porque, tal vez —dijo Morgan—, ya está acostumbrada a ser observada. Y nada de esto la asusta.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora