XXVIII

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Isabella bajó del jet privado con el pulso acelerado, sintiendo que cada paso la acercaba a su destino final. Sabía que este enfrentamiento con Alessandro era inevitable, pero lo que no esperaba era la crudeza del lugar. Un polígono industrial abandonado, lúgubre y frío, era el escenario perfecto para la trampa que Alessandro le había preparado. Su hermano aún no aparecía, pero la tensión en el aire era palpable.

Las puertas del sótano crujieron al abrirse y allí estaba Alessandro, esperándola con una sonrisa malévola, como si la hubiera esperado durante años. Sus brazos se abrieron como si fuera a recibir a un amor perdido.

—Ah, esta es mi niña —dijo con una voz que destilaba veneno, avanzando hacia ella lentamente—. La preciosidad de la que me enamoré... —añadió, el tono seductor, pero enfermizo—. Me has encontrado. Inteligente, como siempre... tan hermosa... y tan mía.

Isabella lo miraba con el odio contenido, pero Alessandro continuó hablando, ajeno a su furia.

—Encended las cámaras —ordenó sin apartar la vista de ella. Dos de sus hombres obedecieron, colocándose en posiciones estratégicas alrededor del sótano.

Isabella sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Alessandro tenía un brillo retorcido en los ojos, como si saboreara cada palabra antes de pronunciarla.

—A tu nuevo amigo le hará ilusión verte desnuda, ¿no? —dijo con una sonrisa cruel—. Vamos a jugar un poco... quiero que lo vea todo, que vea lo que siempre has sido para mí.

En la BAU, Garcia estaba revisando datos cuando una alerta emergente apareció en su pantalla. Una solicitud para compartir un video, enviada de forma anónima, hizo que sus alarmas internas se dispararan. Click. Su respiración se detuvo por un instante cuando vio la imagen de Alessandro y Isabella en lo que parecía un polígono industrial.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó, su mano temblando mientras presionaba el botón para compartir la transmisión en la pantalla principal de la sala de la BAU.

Los miembros del equipo se agolparon rápidamente alrededor de la pantalla, horrorizados por lo que estaban viendo. La voz de Alessandro resonaba en la sala, mientras él hablaba de forma despiadada a Isabella.

—Siempre has sido mía, Isabella. Cada parte de ti. Creías que podías escapar, pero... ¿adónde ibas a ir, querida? Sin mí, no eres nada. —La frialdad en sus palabras estaba cargada de veneno.

—¡Garcia, encuentra la ubicación de ese maldito polígono! —gritó Morgan, su cuerpo tenso mientras miraba la pantalla. Su corazón martillaba contra su pecho, pero mantenía el foco en salvarla. Sabía que el tiempo era limitado.

Garcia ya estaba tecleando frenéticamente, intentando rastrear cualquier pista, cualquier indicio de la ubicación del video.

En la pantalla, Alessandro se acercaba peligrosamente a Isabella, su tono cambiando a uno aún más monstruoso.

—¿Sabes? He estado soñando esto. Siempre supe que te tendrías que arrodillar frente a mí una vez más —dijo, acercándose a su rostro con una mueca de satisfacción—. Eres tan predecible. Me diste todo el poder. Y ahora, vamos a hacer que tu querido Morgan vea lo que siempre fuiste: una simple... pertenencia.

Isabella, aunque exteriormente parecía calma, tenía el odio burbujeando dentro de ella, pero sabía que debía resistir. Alessandro la estaba empujando a su límite.

En la BAU, el equipo estaba trabajando a contrarreloj. Prentiss y JJ se concentraban en la pantalla, mientras Rossi miraba a Morgan, sabiendo cuán personal era esto para él.

—Rastreé la señal... —dijo finalmente Garcia con la voz tensa—. Está en un polígono industrial fuera de Chicago. ¡Estamos cerca!

—Equipo táctico, ¡en marcha! —ordenó Hotch, ya en movimiento—. ¡Nos vamos!

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora