—Dime una cosa, Morgan —dijo, su voz baja y provocativa—. ¿Qué quieres hacerme? —Los ojos de Isabella brillaban con un deseo que no dejaba lugar a dudas sobre lo que quería decir.
Morgan tragó saliva, sintiendo el calor crecer entre ellos. Quería decir que no, quería ser fuerte, alejarse, pero las palabras se perdieron en la intensidad del momento. No podía resistirse. Isabella se inclinó hacia él, sus labios rozando su oído.
Morgan no podía pensar con claridad. Cada fibra de su ser gritaba que debía detener esto, que debía alejarse antes de que fuera demasiado tarde, pero su cuerpo ya no respondía a su mente.
—No juegues conmigo, Isabella —jadeó, sintiendo cómo su control se desmoronaba.
Isabella lo miró fijamente, sus ojos clavados en los de él, retándolo.
—No estoy jugando —dijo, antes de que sus labios volvieran a los suyos, esta vez con más urgencia, más hambre.
Morgan sintió cómo el calor entre ellos crecía, el deseo era palpable, tangible en cada beso, en cada caricia. Quería detenerse, alejarse, pero ya estaba completamente atrapado. Los movimientos de Isabella eran lentos, calculados, pero cargados de una intensidad que lo dejaba sin aliento.
—No puedes resistirte a mí, Morgan —susurró ella, mientras deslizaba su cuerpo contra el suyo, su voz suave pero cargada de seguridad—. Lo sé, lo sientes igual que yo.
Sus labios descendieron por su cuello, dejando un rastro de besos húmedos que lo volvían loco. Morgan la miró, sus ojos oscurecidos por el deseo. Sabía que debía parar esto, pero no podía. Isabella tenía un poder sobre él que nunca había sentido antes.
—Maldita sea, Isabella —murmuró, mientras la atrapaba entre sus brazos y la llevaba hasta el sofá.
Isabella tomó las riendas, como siempre, pero esta vez, Morgan no se resistió. Sus labios se encontraron de nuevo, y todo lo que quedaba era el deseo. Un deseo imparable que los consumió por completo.
El calor entre ambos era insoportable. Las manos de Morgan exploraban su cuerpo con desesperación, mientras los besos se hacían cada vez más intensos. Sentía la humedad en su piel, el roce de sus cuerpos, y cada centímetro de su ser estaba concentrado en ella.
Isabella sonrió contra sus labios, sintiendo cómo Morgan ya estaba completamente perdido en ella. Se apartó un poco, solo lo suficiente para mirarlo a los ojos, su respiración agitada mientras hablaba.
—Dime lo que quieres, Derek —susurró ella, sus manos recorriendo su torso desnudo. Su voz era un susurro cargado de deseo, pero firme.
Morgan cerró los ojos un momento, intentando reunir las palabras, pero su mente estaba completamente nublada por la excitación. Cuando finalmente habló, su voz salió rota, jadeante.
—Quiero... todo, Isabella —respondió, su tono lleno de necesidad.
Isabella le dedicó una sonrisa lenta, peligrosa. Sus manos bajaron hasta el borde de los pantalones de Morgan, y, con un movimiento decidido, los deslizó hacia abajo, dejando al descubierto todo lo que hasta ese momento había contenido su deseo.
—Todo, ¿eh? —repitió ella, mordiendo su labio inferior mientras lo recorría con la mirada, completamente desnudo frente a ella—. Entonces, dímelo. ¿Qué quieres que te haga?
Morgan jadeó, sintiendo cómo cada palabra de ella lo derretía más, como si su control ya no existiera.
—Quiero... que me... —dijo, casi en un susurro, mirando hacia abajo, ciertamente avergonzado a pesar de que él no era así, pero su voz estaba cargada de deseo. Estaba a su completa merced.
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Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)
FanfictionA medida que Derek Morgan se involucra personalmente con Isabella Solari para descubrir donde está su marido, experto en narcotráfico y crimen organizado, las líneas entre lo profesional y lo emocional se difuminan. La tensión crece capítulo a capít...