XXXI - Final

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Era una tarde soleada en Chicago. Derek Morgan caminaba por el parque de su barrio junto a su madre, Fran, y su hermana Desirée. Después de meses de no verlas, disfrutaba de aquel tiempo en familia, escuchando los chismes y las risas que tanto había echado de menos. Pero, aunque intentaba concentrarse en las historias de su hermana, su mente viajaba una y otra vez al mismo lugar... o, mejor dicho, a la misma persona.

Isabella.

Desde que el caso había terminado y ella había vuelto a su vida, Morgan no había podido sacársela de la cabeza. Recordaba cada detalle de aquellos días intensos junto a ella, el brillo desafiante de sus ojos, el temple con el que enfrentó a Alessandro Solari, y cómo aquella valentía lo dejó, simplemente, fascinado. Habían intercambiado algunos mensajes, compartido unas pocas palabras después del caso, pero las conversaciones se fueron apagando, cada uno atrapado en sus propios asuntos. La falta de respuestas había dejado un hueco en su pecho que intentaba llenar de otras maneras, pero nada parecía funcionar.

Mientras seguía perdido en sus pensamientos, Desirée lo miró de reojo con una sonrisa pícara.

—Morgan, ¿me vas a decir de una vez si hay alguna chica en tu vida? —bromeó, dándole un codazo con fingido reproche—. Seguro que alguna ya te tiene en el punto de mira, ¿eh?

Él rio, sacudiendo la cabeza.

—No hay nadie, Des. Ninguna chica en mi vida.

Desirée frunció el ceño, claramente sin convencerse.

—¡Venga ya, Derek! Te conozco. Has estado distraído desde que llegaste... Pensaba que la familia te había echado de menos, pero veo que hay alguien más en tu mente.

Fran soltó una carcajada y asintió con la cabeza.

—Y es verdad que últimamente estás mucho más callado. Vamos, hijo, ¿quién es ella? —preguntó, con la mirada curiosa y una ceja arqueada.

Morgan solo sonrió, bajando la cabeza, sin saber cómo explicarles que sí, había alguien, alguien que había hecho que el mundo entero girara de otra manera. Y aunque no la había vuelto a ver, su recuerdo lo acompañaba a cada paso.

De pronto, sintió un tirón en la chaqueta. Al girarse, sus ojos se toparon con un niño. Tenía el pelo más corto y había crecido algo desde la última vez que lo vio, pero Morgan lo reconoció de inmediato: era el hermano de Isabella. Su madre y su hermana se quedaron boquiabiertas, tratando de entender qué estaba pasando.

—¿Agente Morgan? —preguntó el niño, con un tono de respeto mezclado con timidez.

Morgan se quedó sin palabras, observando al pequeño. Su corazón empezó a latir con fuerza, porque la presencia de aquel niño solo podía significar una cosa...

—No puede ser... —murmuró.

Y, como si el destino hubiera escuchado sus pensamientos, alzó la vista y allí estaba ella, a pocos pasos. Isabella. Pero no era la misma mujer que recordaba de aquel caso. Su cabello, más corto y natural, enmarcaba su rostro con una sencillez que la hacía aún más hermosa. Llevaba un atuendo sencillo, lejos de las ropas que solía llevar, pero algo en ella se veía más libre, más en paz. Una sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro, y él la contempló, completamente atónito.

—Derek... —dijo ella, su voz suave, llena de emociones contenidas.

Fran y Desirée intercambiaron miradas sorprendidas, tratando de procesar la escena. Sin embargo, la primera en reaccionar fue Desirée, que se acercó al niño con una sonrisa.

—¿Quién es este pequeño, Derek? —preguntó, observando cómo el niño miraba a Morgan con un brillo de admiración en los ojos.

Morgan se rascó la nuca, intentando buscar las palabras correctas, pero fue su madre quien rompió el momento con una voz suave y amable.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora