XXIV

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Alessandro se quedó callado al otro lado de la línea, su sonrisa burlona desvaneciéndose mientras las palabras de Isabella lo golpeaban con una frialdad que no había esperado. Acostumbrado a controlarla, a quebrantar su voluntad con amenazas y manipulación, no reconocía a la mujer al otro lado del teléfono.

—Isabella, no te conviene hablarme así —intentó recuperar el control, su tono suavizándose, intentando sonar peligroso—. Sabes lo que soy capaz de hacer, y no querrás que ese enojo recaiga sobre alguien que amas.

Pero Isabella ya no caía en sus trampas. Cada palabra que le dirigía era un puñal bien afilado.

—Lo que me conviene es que te calles, Alessandro. —dijo con desdén—. Siempre has sido débil, usando a los demás para sentirte fuerte. Pero ahora te has metido con lo único que aún me importa. Te has metido con mi familia. No soy yo quien debería tener miedo, eres tú. Porque si algo le pasa a mi hermano, ni el FBI te va a salvar de mí.

Morgan, observando la escena con atención desde un rincón, sintió una mezcla de asombro y respeto por la fuerza que Isabella estaba mostrando. Pero también estaba preocupado. El peligro que implicaba un hombre como Alessandro no se debía subestimar, y la forma en que Isabella lo estaba desafiando podría desencadenar algo peor.

Alessandro intentó retomar el control, aunque esta vez su tono era más irritado, casi desesperado por mantener la fachada.

—Isabella, basta. Tú no eres así, mi amore. Todo esto... este tono... te han lavado el cerebro. Vamos a hablar de esto en persona, tranquila. Sabes que siempre he cuidado de tu familia. Solo tienes que hacer lo que te pido. No tienes que tomar decisiones que luego puedas lamentar.

Isabella apretó los dientes, claramente luchando por mantener la calma.

—Escucha, Alessandro —dijo, su voz tensa pero controlada—. No vas a intimidarme más. He vivido bajo tu sombra demasiado tiempo, y esta vez, no soy la que está acorralada. Es tu última oportunidad. Libera a mi hermano, y te dejaré vivir un poco más. Si no lo haces... bueno, ya conoces el resto.

El silencio al otro lado de la línea se hizo espeso, y por primera vez, Alessandro parecía realmente acorralado. Pero, como era de esperar de alguien como él, intentó darle un último giro a la situación, su tono ahora lleno de veneno.

—Tienes agallas, lo admito. Pero Isabella, si crees que este jueguito de valentía va a acabar bien para ti, estás muy equivocada. —se detuvo, como si midiera sus siguientes palabras—. Si me das la espalda ahora, te prometo que no te quedará nada. Ni siquiera Morgan podrá salvarte cuando llegue ese momento.

El nombre de Morgan resonó en la sala como una bomba. Isabella lo miró de reojo, y Alessandro soltó una risa seca y siniestra.

—Sí, cariño, sé todo sobre él. No te sorprendas, tengo ojos en todas partes. Pero lo que haces con él no me importa, siempre y cuando me des lo que quiero. Después de todo, siempre he sido generoso contigo.

Isabella frunció el ceño, su ira a punto de estallar.

—Deja a Morgan fuera de esto. —su tono se volvió más bajo, pero más peligroso—. No tienes idea de lo que estás haciendo.

Alessandro soltó una risa fría y lejana antes de colgar abruptamente, dejando un silencio mortal en la sala. Isabella, aún con el teléfono en la mano, respiró profundamente, como si estuviera conteniendo una tormenta.

Morgan, que había permanecido en silencio todo el tiempo, se acercó lentamente, sabiendo que las emociones en Isabella estaban a punto de desbordarse. La había visto fuerte, fría, controlada, pero ahora todo eso parecía estar a punto de desmoronarse. Sabía que no podía decirle que todo estaría bien, no con Alessandro aún suelto y su hermano en peligro, pero quería hacerle saber que no estaba sola.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora