X

56 1 0
                                    

Dentro del café, la conversación entre Morgan e Isabella continuaba en una calma tensa, pero cargada de una energía palpable. Morgan tomó un sorbo de su café, observando cómo Isabella jugaba distraídamente con la cucharilla. Parecía incómoda, pero algo en su mirada indicaba que también estaba un poco más relajada que antes. Tal vez incluso interesada, aunque intentara ocultarlo.

Morgan decidió arriesgarse. Quería llevar la conversación a un terreno más personal, algo que la hiciera bajar la guardia, aunque fuera por un momento. Recordó una charla que habían tenido unos días antes, cuando él intentaba acercarse a ella. Fue breve, pero significativa.

—Sabes, estaba pensando en nuestra conversación de hace unos días —dijo Morgan con una leve sonrisa—. Cuando mencionaste que también creciste en Chicago. Es raro encontrar a alguien aquí con el mismo código postal.

Isabella lo miró, ligeramente sorprendida por el cambio de tema. Sus ojos se suavizaron solo un poco, recordando el breve momento de conexión que habían tenido.

—Sí, Chicago —respondió ella, su tono algo distante pero menos frío que antes—. No es un lugar que muchos aquí entiendan. La ciudad tiene... sus propias reglas. Pero no te miento si afirmo que lo echo de menos, de cierta forma.

Morgan asintió, recordando su propia infancia en los duros barrios de la ciudad.

—Dímelo a mí. Las calles de Chicago enseñan lecciones que no se olvidan fácilmente. Los inviernos, los veranos sofocantes, la gente... es un lugar que te moldea. En más de una manera.

Isabella lo miró con una pequeña sonrisa en los labios, casi nostálgica.

—Supongo que eso es cierto. Alessandro siempre me decía que la ciudad me había dado un carácter fuerte... aunque últimamente, no estoy tan segura de que eso sea algo bueno —su voz se apagó al final de la frase, como si hubiera revelado más de lo que pretendía.

Morgan captó ese pequeño desliz, pero no lo presionó. En cambio, decidió mantener el tono relajado, pero observando atentamente cada uno de sus movimientos, cada una de sus expresiones. Había algo en cómo Isabella hablaba de su pasado que lo intrigaba, que lo hacía querer conocerla más allá de la investigación.

La forma en que sus manos se movían al hablar, la manera en que sus ojos oscuros brillaban cuando recordaba algo de su vida antes de Alessandro... todo eso atrapaba su atención de una manera que no esperaba. Por un momento, olvidó que estaban siendo observados por el equipo en la furgoneta, olvidó que esto era parte de una operación. Solo era él, Morgan, sentado frente a una mujer que, a pesar de todo, lo fascinaba.

Dentro de la furgoneta, el equipo también observaba atentamente. Garcia dejó escapar una risita mientras miraba la pantalla.

—Chicos, Morgan está usando todos sus encantos hoy. ¿Alguien más siente cómo está subiendo la temperatura? —comentó, con su habitual tono travieso.

Prentiss sonrió mientras escuchaba la conversación.

—Él sabe lo que hace. Está consiguiendo que se abra, aunque sea solo un poco. Es un genio para esto —dijo, aunque también con un tono que sugería que entendía perfectamente la atracción que se estaba desarrollando en esa mesa.

Rossi, cruzado de brazos, observaba con su típica calma.

—Bueno, si alguien puede hacer que baje la guardia, es Morgan. Pero necesitamos que mantenga el control. Esto se está poniendo... interesante —dijo, su voz un poco más grave de lo habitual.

De vuelta en el café, Morgan se inclinó ligeramente hacia Isabella, como si el mundo a su alrededor hubiera desaparecido. Sus ojos se centraron en los de ella, y su voz se volvió más baja, más íntima.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora