XXVII

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Isabella dejó escapar una leve sonrisa, una sonrisa que no mostraba miedo ni vacilación, sino una confianza renovada, casi escalofriante. Robert la observó con atención, y por primera vez sintió que la joven que tenía delante ya no era aquella niña que recordaba, sino una mujer decidida, capaz de enfrentarse al monstruo que la había atormentado durante tanto tiempo.

—¿Dónde está Alessandro? —preguntó Isabella, con una calma que casi resultaba peligrosa.

Robert la miró en silencio durante unos segundos, midiendo sus palabras. Sabía que estaba a punto de darle la llave que abriría una puerta de la que no había vuelta atrás. Se acercó a su escritorio de caoba y, con manos temblorosas pero decididas, sacó un pequeño dossier.

—Está en Chicago —dijo finalmente, su voz ronca y seria—. Alessandro se ha estado moviendo bajo el radar, como siempre lo hace, pero nunca ha dejado de tener contactos en la ciudad. —Abrió el dossier y lo extendió sobre la mesa—. Aquí tienes todos los detalles de su paradero. Está utilizando una de las propiedades de un asociado, un lugar discreto, fuera del alcance de las autoridades.

Isabella se inclinó para observar los documentos, sus ojos repasando los mapas y direcciones con una determinación feroz. La sonrisa en su rostro se ensanchó levemente mientras procesaba la información. Era todo lo que necesitaba.

Samantha, que observaba desde la repisa de la chimenea, se cruzó de brazos, negando con la cabeza pero sin poder evitar sonreír también.

—Vas en serio, ¿verdad? —dijo con incredulidad—. No puedo creer que estés a punto de hacer esto.

Robert, sin apartar la vista de Isabella, añadió:

—Si realmente vas a hacer esto... no lo harás sola. Tienes mi jet privado a tu disposición. Te llevará a Chicago esta misma noche. Y cuando llegues allí, mis contactos te estarán esperando para recogerte. Te garantizo que estarás bien acompañada. Pero después de esto... no habrá vuelta atrás, Isabella.

Isabella se levantó lentamente, su sonrisa transformándose en una mueca decidida. No había miedo en sus ojos, solo un fuego imparable.

—No necesito a nadie más para hacer lo que voy a hacer. Pero te agradezco el gesto, Robert. De verdad.

Robert, con un suspiro resignado, se acercó a ella y le puso una mano en el hombro.

—Sé que tienes que hacer esto, pero... cuídate. No eres como él, Isabella. No dejes que este odio te consuma. Si decides dar este paso, hazlo porque es lo que realmente necesitas, no solo por venganza.

Isabella asintió levemente, pero no respondió. Su mente ya estaba en Chicago, en Alessandro, en la sangre que sabía que inevitablemente se derramaría. Se giró hacia Samantha, quien la observaba con una mezcla de admiración y preocupación.

—Nos vemos de vuelta, Sam —dijo Isabella, con un brillo en los ojos.

Samantha soltó una risa corta y amarga, sacudiendo la cabeza.

—De acuerdo, cariño. Pero cuídate, por favor.

Robert caminó tras ella hasta la salida y, antes de que cruzara la puerta, le hizo un último gesto, señalando hacia el exterior.

—El jet estará listo en una hora. No falles.

Isabella asintió una última vez, agradecida. Luego se fue sin mirar atrás, lista para enfrentarse al destino que había estado preparándose durante años. Esta vez, todo terminaría, y ella se aseguraría de que fuera en sus propios términos.


En la sala de la BAU, el ambiente se tensó de golpe cuando Garcia, tecleando con rapidez en su monitor, dejó escapar un suave jadeo de sorpresa. El equipo, que había estado intercambiando teorías sobre Alessandro y Nico, se giró hacia ella con expectación.

—Chicos... tenemos un problema —dijo, su voz teñida de preocupación. Sus dedos volaban sobre el teclado mientras una serie de datos aparecían en las pantallas frente a ella—. Isabella Solari ha sido registrada en un jet privado que acaba de despegar.

Morgan, que estaba apoyado contra la pared, se enderezó bruscamente, su mirada oscureciéndose al escuchar esas palabras.

—¿Qué? —preguntó, con incredulidad—. ¿Cómo demonios se nos ha escapado?

Reid, que había estado revisando algunos informes con JJ, miró a Morgan con el ceño fruncido.

—Ella sabe más de lo que nos ha estado contando —dijo Reid, su tono tranquilo pero cargado de inquietud—. Está adelantándose a nosotros. Quizá siempre lo ha estado haciendo.

Prentiss cruzó los brazos, tratando de procesar lo que acababan de escuchar.

—¿Pero a dónde va? —preguntó, su mente ya analizando posibles escenarios—. Si está en un jet privado, no puede ser cualquier viaje. ¿Va a por Alessandro?

Hotch se acercó al grupo, observando a Garcia mientras trataba de rastrear el vuelo de Isabella.

—¿Podemos seguir el avión? —preguntó Hotch, su tono firme y autoritario.

Garcia negó con la cabeza, frustrada.

—Está volando fuera del alcance inmediato. He perdido el rastro cuando cambió de plan de vuelo. Alessandro tiene que estar detrás de esto, estoy segura. Pero sin más información, estamos ciegos.

El silencio en la sala se hizo pesado, y fue Morgan quien rompió la tensión, maldiciendo entre dientes.

—Mierda. —Morgan se pasó las manos por la cabeza, tratando de pensar con claridad. Sabía que Isabella estaba haciendo algo imprudente, algo peligroso. Y lo peor era que no podía estar seguro de si ella estaba cazando a Alessandro... o si se estaba lanzando directamente a una trampa.

Sin pensarlo dos veces, sacó su teléfono y comenzó a escribir un mensaje, su pulso acelerado.

"Isabella, ¿qué estás haciendo? Déjame ayudarte antes de que sea demasiado tarde."

El equipo lo observaba en silencio, sabiendo que Morgan estaba cruzando una línea personal y profesional muy delgada. Cuando envió el mensaje, todos permanecieron expectantes, pero nadie se atrevió a cuestionarlo aún.

Rossi fue el primero en romper el silencio.

—Si ella ha cogido un jet privado, es porque sabe exactamente dónde está Alessandro. Esto no es una coincidencia. Nos ha estado dejando atrás, usando su propio acceso para conseguir lo que quiere.

JJ asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Entonces, la pregunta es: ¿Sabe más que nosotros o simplemente está actuando por desesperación? —murmuró JJ, intentando conectar los puntos.

Reid, analizando los datos que tenían hasta ahora, se dirigió al grupo.

—No es solo una cuestión de venganza. Si ha decidido ir por Alessandro ahora, es porque tiene información que no nos ha dado. Y si realmente sabe dónde está, significa que ha estado manejando esta situación desde dentro todo el tiempo.

Prentiss suspiró, cruzándose de brazos con frustración.

—Eso explicaría por qué siempre parecía un paso adelante. Pero, ¿qué ganaría ocultándonos todo? ¿Qué podría ser tan importante como para arriesgarlo todo sola?

Morgan, sin apartar la vista de su teléfono, que no había sonado, apretó los labios.

—Porque no confía en nadie más para hacer esto. Y si no la encontramos primero... puede que sea demasiado tarde.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora