VIII

227 15 0
                                    

En una sala de interrogatorios con las luces tenues, Samantha Davis se sentaba, cruzando las piernas con la confianza de alguien que sabía que no tenía nada que temer. A pesar de su edad, rondando los cuarenta y algo, mantenía un aire juvenil. Era elegante y extremadamente atractiva, con una picardía natural que se hacía evidente en la sonrisa juguetona que dirigía a Morgan y Rossi, quienes la observaban desde el otro lado de la mesa.

Morgan se sentó primero, sin perder la compostura, mientras Rossi permanecía de pie, vigilando la escena con su habitual calma. Pero todo cambió cuando Samantha, sin la menor vergüenza, soltó:

—¡Oh, qué bien! —dijo, echándose hacia atrás en su asiento y cruzando los brazos con un aire desenfadado—. Finalmente llegó mi momento con los policías buenorros.

Rossi no pudo evitar soltar una pequeña risa, que rápidamente intentó disimular. Pero era demasiado tarde, Samantha había notado su reacción y sonreía ampliamente.

—¿Te divierte, Rossi? —preguntó Morgan, arqueando una ceja, claramente intentando mantener la seriedad.

Rossi tosió levemente, aún con una sonrisa en los labios.

—Es que no puedo evitarlo, Morgan. Es un halago, ¿no?

Samantha, encantada de haber provocado esa reacción, se inclinó hacia adelante y añadió:

—Si lo llego a saber antes, habría venido más a menudo. Siempre he pensado que los agentes del FBI deberían salir en las portadas de las revistas. Ahora que los tengo aquí, en carne y hueso... Bueno, podría acostumbrarme.

Morgan respiró hondo, intentando recuperar el control de la conversación.

—Samantha, estamos aquí para hablar sobre Isabella Solari —empezó, manteniendo su tono profesional—. Sabemos que son muy cercanas, y queremos entender si hay algo que podamos usar para localizar a su esposo, Alessandro.

Samantha lo miró con una media sonrisa, aparentemente desinteresada en el verdadero propósito de la reunión.

—Oh, Alessandro, claro, claro... Siempre taaaaan obsesionados con los maridos, ¿verdad? Pero, ¿quién se preocupa por nosotras, las esposas? ¿Alguna vez te has detenido a pensar en lo solas que estamos la mayoría de las veces? —dijo con un deje seductor en la voz—. Deberían prestarnos más atención.

Rossi volvió a esbozar una leve sonrisa, aunque esta vez se mantuvo callado, permitiendo que Morgan retomara el control.

—Samantha, sabemos que usted e Isabella son amigas cercanas. ¿Podría decirnos si ha notado algún comportamiento extraño últimamente? ¿Algo fuera de lo común que pudiera indicarnos dónde está Alessandro?

Samantha alzó una ceja, divertida.

—¿Extraño? Bueno, lo único extraño es que esa pobre Isabella no haya encontrado un amante aún. Con un marido como el suyo, viajando todo el tiempo y metido en cosas tan oscuras... —su voz se volvió juguetona mientras sus ojos seguían fijamente a Morgan—. Quizás podría ayudarla a encontrar a alguien adecuado, ¿no crees?

Morgan se quedó en silencio por un segundo, claramente sorprendido por la dirección que estaba tomando la conversación. Samantha parecía más interesada en emparejar a su amiga que en dar información útil sobre el caso.

—Estamos más interesados en lo que usted pueda decirnos sobre Alessandro, no en... otros asuntos personales —dijo Morgan, manteniendo la calma.

Pero Samantha no se dejó intimidar.

—Oh, querido, créeme, Isabella necesita a alguien que le devuelva la vida. Está tan atrapada en ese matrimonio tóxico que ha olvidado cómo es sentirse deseada. Alessandro no es más que una sombra en su vida. Tal vez tú podrías hacer algo al respecto.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora