XXIII

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Morgan respiró profundamente, intentando calmar el torbellino de emociones que giraba dentro de él. Observaba a Isabella, derrotada y furiosa al mismo tiempo, como si estuviera a punto de romperse en mil pedazos pero, al mismo tiempo, manteniendo una fortaleza que lo desconcertaba. Tenía que hacer algo, no podía dejarla caer así. No podía dejarla sola en esto.

De repente, se levantó de golpe de su asiento y salió de la sala de interrogatorios con pasos rápidos. Hotch, que lo estaba observando de cerca, se le acercó en cuanto salió al pasillo.

—¿Qué pasa? —preguntó Hotch, notando la intensidad en la mirada de Morgan.

Morgan se detuvo un segundo, su mente trabajando a toda velocidad. Sabía lo que tenía que hacer.

—Hay que traer a la familia De Luca aquí. ¡Ya! —dijo con firmeza, la decisión clara en su voz.

Hotch lo miró con una mezcla de sorpresa y comprensión. Había visto el miedo genuino en Isabella, y sabía que la única manera de romper el control de Alessandro sobre ella era proteger lo que más le importaba: su familia.

—Morgan, ¿estás seguro? —preguntó Hotch, su tono más suave, aunque sabía que la respuesta ya estaba decidida.

—Sí —respondió Morgan, su voz implacable—. Si Alessandro tiene a su familia bajo su control, entonces es ahí donde tenemos que empezar. No podemos dejar que sigan siendo su arma contra ella.

Hotch asintió lentamente, sabiendo que no había tiempo que perder. Se giró hacia Prentiss, que estaba de pie cerca, observando la escena.

—Prentiss, ponte en contacto con el equipo de campo. Necesito que localicen a la familia De Luca y los traigan aquí con la máxima discreción. No podemos permitir que Alessandro los descubra antes de tiempo.

Prentiss asintió, ya sacando su teléfono para hacer las llamadas necesarias. Morgan, mientras tanto, sintió una pizca de alivio. No sabía cómo reaccionaría Isabella cuando supiera que su familia estaba a salvo, pero al menos, podría devolverle un poco de la esperanza que Alessandro le había arrebatado.

Cuando volvió a entrar en la sala de interrogatorios, Isabella lo miró con una mezcla de odio y agotamiento, pero él se mantuvo firme. Se inclinó ligeramente hacia ella, asegurándose de que sus palabras fueran escuchadas solo por ella.

—Isabella —dijo en un susurro, su voz firme pero cargada de empatía—. Voy a traer a tu familia aquí. Estarán seguros. Y Alessandro no podrá tocarlos.

Ella levantó la vista lentamente, y por un instante, una chispa de esperanza cruzó sus ojos, pero fue rápidamente reemplazada por la frialdad a la que se había aferrado.

—No puedes hacer eso —murmuró, como si no quisiera creerle—. Nadie puede.

Morgan sostuvo su mirada, inquebrantable.

—Yo puedo —respondió con firmeza—. Y lo haré.

Morgan vio cómo la frialdad de Isabella intentaba resistir, pero la pequeña chispa de esperanza en sus ojos fue suficiente para decirle que estaba en el camino correcto. Sabía que Alessandro la tenía completamente bajo control, y esa esperanza, aunque pequeña, era su única oportunidad de liberarla.

Isabella lo observaba, aún incrédula, pero demasiado cansada para discutir más.

—No debes prometer algo así —murmuró, el peso de la situación reflejándose en sus ojos—. Alessandro... si sabe lo que estás haciendo, si se entera de lo que está pasando, irá tras ellos. Él siempre va tras mi hermano.

Morgan apretó la mandíbula, sintiendo una punzada en su pecho al escuchar sus palabras. El hermano pequeño. Alessandro la tenía bajo amenaza constante, usando a su familia como arma para manipularla. Lo que no sabía es que estaban a punto de dar un golpe contra su control.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora