XI

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En la sala de interrogatorios, Isabella Solari estaba sentada, un día más, con una postura cerrada, los brazos cruzados sobre el pecho y la mirada fija en algún punto indefinido de la mesa. La habitación, normalmente opresiva para quienes entraban, parecía no afectarla en lo más mínimo. Isabella era una maestra en esconder lo que sentía. Ese día, sin embargo, se veía diferente. Su usual apariencia elegante había sido reemplazada por un chándal rosa pálido y una coleta despeinada. No llevaba maquillaje, pero su belleza natural seguía siendo innegable. Incluso así, era imposible no notar la sombra de cansancio en sus ojos.

Hotch, frente a ella, mantenía la calma habitual en sus interrogatorios. Sus preguntas eran directas, controladas, pero la resistencia de Isabella era palpable. Cada respuesta era una negación, cada gesto un escudo levantado contra cualquier intento de romper sus defensas.

—Sabemos que Alessandro está de vuelta en el país, Isabella. Y sabemos que te ha estado controlando durante mucho tiempo. Puedes ayudarnos —dijo Hotch, inclinándose ligeramente hacia ella, su voz firme pero sin agresividad.

Isabella ni siquiera levantó la mirada. Su voz salió monótona, desprovista de cualquier emoción.

—Ya les dije todo lo que sé. No tengo nada más que decir.

Desde la sala de observación, detrás del cristal tintado, el resto del equipo observaba la escena en silencio. Morgan estaba allí, ligeramente apartado, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa mientras miraba a Isabella. Aunque trataba de mantenerse profesional, su concentración estaba claramente en ella. Había algo en la imagen de Isabella, en su vulnerabilidad mezclada con fortaleza, que lo afectaba más de lo que quería admitir.

Prentiss, observándolo de reojo, no pudo evitar notar cómo sus ojos no se apartaban de Isabella. Se acercó a él lentamente, cruzándose de brazos también, y con una media sonrisa le dijo en voz baja:

—Parece que tienes más interés en ella del que quieres admitir, Morgan.

Morgan negó con la cabeza, sin apartar la vista del interrogatorio.

—No es eso —dijo, aunque el tono de su voz delataba lo contrario—. Solo estoy observando, como todos.

Rossi, que estaba cerca, se giró ligeramente con una sonrisa socarrona.

—Sí, claro, solo observando. Pero Hotch no está consiguiendo nada. Tal vez deberías intentarlo tú. Al parecer, tienes un... toque especial con ella.

Morgan soltó un suspiro, resistiéndose a la idea. Sabía lo que insinuaban sus compañeros, pero entrar en esa sala con la mente llena de lo que sentía por Isabella no era exactamente profesional.

—No creo que sea lo mejor —dijo, pero Prentiss se acercó un paso más, insistiendo.

—Morgan, ya vimos que ella reacciona diferente contigo. Tal vez no confía en nosotros, pero contigo... hay algo. No sabemos lo que es, pero necesitamos usarlo. —Ella lo miró directamente a los ojos—. Entra ahí. Haz lo que mejor haces. Conéctate con ella.

Morgan dudó por un momento, pero finalmente asintió. Sabía que Prentiss tenía razón. Si había una posibilidad de que Isabella se abriera, él tenía que aprovecharla. Tomó aire profundamente y caminó hacia la puerta del interrogatorio.

Cuando entró en la sala, Hotch lo miró y asintió levemente antes de hacer un gesto sutil hacia Isabella. Morgan entendió la señal: era su turno. Hotch se levantó con tranquilidad y salió de la habitación, dejando a Morgan solo con ella.

Isabella no lo miró de inmediato. Sus ojos estaban fijos en la mesa, como si se negara a reconocer su presencia. Morgan tomó asiento frente a ella, tomándose su tiempo antes de hablar.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora