XXIX

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El tiempo parecía detenerse mientras la tensión crecía en la BAU. Morgan estaba en un estado de ebullición; cada segundo contaba, y cada segundo que pasaba sentía que Isabella se hundía más en las garras de Alessandro. Cuando finalmente llegaron al polígono industrial, la oscuridad envolvía el lugar, y el aire era pesado, impregnado de un miedo palpable. Las luces de la furgoneta del equipo iluminaban parcialmente la entrada mientras se preparaban para entrar.

—Morgan, controla tus emociones —le advirtió Hotch, su voz firme pero comprensiva—. No podemos permitir que eso afecte nuestra misión.

Morgan asintió, aunque su mandíbula estaba apretada. Sabía que tenía que mantener la calma, pero la imagen de Isabella en peligro lo mantenía en un estado de alerta constante. Se sentía responsable, como si de alguna manera todo esto fuera culpa suya.

Con una señal de Hotch, el equipo se dividió en dos grupos. Prentiss, JJ y Rossi se encargarían de la parte delantera, mientras que Morgan, Reid y Hotch flanquearían la parte trasera. Cada miembro del equipo sabía lo que estaba en juego: la vida de Isabella y, posiblemente, su propia humanidad.

Mientras se movían entre las sombras, el eco de las voces de Alessandro y Isabella resonaba en su mente. Morgan intentó concentrarse en la misión, pero la angustia de no saber qué estaba sucediendo dentro lo consumía.

Cuando llegaron a la entrada trasera del edificio, Morgan se detuvo en seco al escuchar un grito desgarrador proveniente del interior. El sonido atravesó su corazón como un cuchillo. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta de un golpe, y el equipo lo siguió rápidamente, armados y listos para actuar.

El interior del polígono era aún más oscuro de lo que habían anticipado. Las sombras se alargaban en las paredes mientras avanzaban, con el corazón latiendo desbocado. El equipo se movía en silencio, cada uno de ellos atento a cualquier movimiento.

De repente, un sonido metálico resonó desde una habitación al fondo. Morgan sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era el momento.

—¿Está bien? —preguntó Reid, su voz apenas un susurro.

—No lo sé —respondió Morgan, la angustia asomándose en su tono. Fue entonces cuando notó un rayo de luz que se filtraba por una puerta entreabierta. Era su única pista.

Hotch hizo un gesto con la mano para que se detuvieran. Se acercaron a la puerta, prestando atención a cualquier sonido. La atmósfera estaba cargada de tensión, y el corazón de Morgan latía con fuerza mientras intercambiaban miradas. Sabían que lo que estaban a punto de presenciar podría cambiarlo todo.

—1, 2, 3 —susurró Hotch, y con un movimiento rápido, empujó la puerta.

La escena que encontraron fue desgarradora. Alessandro estaba de pie, con los brazos cruzados, mirándola como un cazador observa a su presa. Isabella estaba en el suelo, temblando, su rostro una mezcla de rabia y terror. Al verlos, su mirada se iluminó, pero también se llenó de desesperación.

—¡Morgan! —gritó ella, su voz desgarrada, mientras el pánico comenzaba a apoderarse de ella—. ¡Ayúdame!

Alessandro, sin perder la calma, se giró lentamente hacia ellos, una sonrisa retorcida dibujándose en su rostro.

—¿Qué tenemos aquí? —dijo con un tono de burla—. El famoso agente Derek Morgan viene a rescatar a su chica. ¡Qué conmovedor! Pero, lamento informarles que están un poco tarde.

Morgan sintió que su sangre hervía. La rabia y la impotencia se unieron en su interior. No podía dejar que Isabella sufriera más.

—¡Alessandro, déjala ir! —exigió Morgan, avanzando hacia él con determinación.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora