IX

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Dentro de la furgoneta de vigilancia de la BAU, el equipo estaba completamente concentrado en las pantallas que mostraban la transmisión en directo desde el interior del supermercado. Morgan llevaba una minúscula cámara y un micrófono escondidos en su ropa, preparados para la interacción con Isabella Solari, que en ese momento paseaba por los pasillos del supermercado con un carrito de compras, revisando productos de manera casi mecánica.

Garcia, sentada frente a una consola con múltiples monitores, revisaba la transmisión con atención.

—¿Sabías que los ricos hacían la compra ellos mismos? —bromeó Garcia, con un tono sarcástico mientras movía los dedos sobre el teclado—. Esto es como ver a un unicornio en su hábitat natural.

JJ sonrió ante el comentario y comentó:

—Bueno, no todos tienen mayordomos, supongo. Al menos no hoy.

Rossi, quien estaba de pie cerca de la puerta de la furgoneta, observaba las pantallas con más seriedad.

—No importa cuán rutinario parezca esto, no podemos bajar la guardia. Isabella es más lista de lo que creemos. Y si se siente vigilada, va a cerrarse.

Hotch, desde su posición cerca de la puerta delantera, dio la señal.

—Todos atentos. Morgan, recuerda: casual, relajado. Sabemos que Isabella ya desconfía, pero no podemos permitir que sienta que la estamos acorralando.

Prentiss, ajustando su auricular, añadió:

—Está nerviosa. Mira cómo revisa las estanterías sin realmente mirar nada. Sospecha que algo no está bien.

Dentro del supermercado, Morgan caminaba con total naturalidad, aparentando estar haciendo la compra como cualquier cliente. Se movió entre los pasillos, asegurándose de que su ruta coincidiera "accidentalmente" con la de Isabella.

Cuando dobló la esquina del pasillo de productos frescos, ahí estaba ella, seleccionando frutas con un aire de distracción. El choque no fue exactamente un accidente, pero estaba perfectamente planeado.

—Oh, lo siento —dijo Morgan, fingiendo sorpresa al verla—. Isabella, qué coincidencia.

Isabella, sin ni siquiera disimular su incredulidad, le lanzó una mirada fría, una ceja arqueada. Morgan, en este mismo supermercado, a la misma hora que ella, definitivamente no era algo que pudiera pasar desapercibido.

—¿En serio? —dijo con un tono seco, dejando de lado la fruta que tenía en la mano—. Tú en el mismo supermercado que yo. Tiene que ser una broma.

La desconfianza en su voz era evidente, y Morgan podía sentir cómo toda la calidez que había intentado generar la noche anterior se desvanecía. Ella lo miraba como si fuera un intruso en su espacio personal.

Garcia, observando la escena desde la furgoneta, murmuró:

—El nivel de frialdad de esa mujer podría congelar todo el pasillo de congelados.

Prentiss asintió desde su puesto.

—Lo está viendo venir. Sabe que esto no es casualidad.

Morgan trató de mantener la calma y sonrió ligeramente, inclinando la cabeza como si fuera una coincidencia inofensiva.

—Bueno, también tengo que comer, ¿no? —respondió con un tono relajado—. No sabía que hacías la compra tú misma.

Isabella lo miró fijamente durante un par de segundos, evaluándolo, como si intentara decidir si seguir la conversación o simplemente ignorarlo. Finalmente, soltó un suspiro y dejó el carrito de compras a un lado, dando a entender que ya no estaba interesada en fingir cortesía.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora