XIV

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Isabella estaba en su casa, disfrutando de una cena tranquila con sus amigas. Samantha, Melisa y Veronica estaban sentadas alrededor de la mesa, riendo y compartiendo anécdotas mientras disfrutaban de una copa de vino.

Samantha, con una copa en una mano y una sonrisa traviesa en el rostro, miró a Isabella.

—Oye, querida —dijo con un tono juguetón—, cuéntanos sobre ese agente... No me digas que era solo un simple policía. Seguro que os habéis visto alguna vez más.

Isabella trató de mantener una expresión impasible, pero el tono de sus amigas y su propia incomodidad le hicieron soltar una sonrisa nerviosa.

—Oh, bueno, sí... lo he visto un par de veces más. Ayer por la noche también vino a verme a casa —admitió, con un toque de resignación en su voz.

Las tres amigas se miraron entre sí, una mezcla de sorpresa y diversión en sus rostros. Samantha arqueó una ceja, notando algo en la actitud de Isabella.

—¿Así que este "simple policía" ha estado viniendo a tu casa? ¿Y cómo te hace sentir eso? —preguntó, con una sonrisa significativa.

Isabella intentó controlar su expresión, pero las palabras de sus amigas estaban haciendo que sus sentimientos se volvieran más evidentes. A pesar de su esfuerzo por mantenerse reservada, una chispa de algo que parecía más que simple interés apareció en sus ojos.

—No estoy segura de lo que sientes —dijo Veronica con tono burlón—, pero no parece que estés tan indiferente como dices siempre.

Isabella se rió, aunque no con mucha convicción. Las amigas, al ver su reacción, entendieron que había algo más bajo la superficie, aunque Isabella intentaba mantener la compostura.

—Vamos, chicas —dijo—, no me malinterpretéis. Solo estoy intentando manejar todo esto. Sí, claro que el agente Morgan es un hombre atractivo, pero... yo estoy con Alessandro.

Samantha, sin perder su tono juguetón, se inclinó hacia adelante con un brillo travieso en sus ojos.

—Querida, eso no importa. Todos sabemos que, en el fondo, cuando alguien te atrae, te atrae, sin importar el estado de tu relación. ¿Qué tal si le das una oportunidad? ¡Quién sabe lo que puede pasar!

Veronica, que estaba disfrutando de la conversación, se unió al juego con una sonrisa.

—Exacto, Samantha. Y además, ¿cuánto tiempo más vas a estar atrapada en este matrimonio tóxico? Todos hemos visto cómo Alessandro te trata. Quizás este agente solo sea un soplo de aire fresco.

Melisa, que hasta ahora había estado escuchando, intervino con una mirada comprensiva pero burlona.

—Isabella, no te sientas culpable por sentirte atraída por alguien. Todos pasamos por esas etapas. A veces, solo necesitas algo que te haga sentir viva, incluso si es solo por un momento.

Isabella se rió, aunque la risa no llegó a sus ojos. Sabía que sus amigas estaban tratando de aligerar la conversación, pero no podía evitar sentirse incómoda. La verdad era que, aunque intentaba mantener la compostura, el agente Morgan había despertado algo en ella que no había sentido en mucho tiempo.

—Vamos, chicas —dijo, tratando de restarle importancia—, no es tan simple. Tengo mis propias razones para mantenerme en esta relación, a pesar de lo que pueda estar sintiendo. No quiero complicar más las cosas.

Samantha levantó su copa y le dio un ligero toque a la de Isabella.

—Lo entendemos, pero tampoco te obligues a ignorar lo que sientes. No estás sola en esto. Si el agente Morgan te hace sentir algo, eso es válido.

Melisa asintió en acuerdo.

—Sí, y si te sirve de consuelo, el que tenga un buen físico no hace daño. Solo asegúrate de que no te nuble el juicio y acabemos todas en chirona. 

Isabella se rió suavemente, aliviada de que sus amigas la hicieran sentir un poco más ligera. Aunque intentaba no dejar que sus emociones la controlaran, no podía negar que el interés en el agente Morgan era real y, por más que tratara de resistirse, estaba empezando a hacer mella en ella.

Isabella trató de dar por zanjada la conversación, sonriendo mientras levantaba su copa para un brindis.

—De acuerdo, de acuerdo. Aprecio el apoyo, chicas. Pero en este momento, tengo que concentrarme en lo que realmente importa.

Samantha, con una mirada pícara y un toque de desafío en su voz, no pudo resistirse a añadir:

—¿Echarle un polvo? —las tres amigas estallaron en risas, la tensión en el aire se disolvió momentáneamente en la diversión.

Veronica, disfrutando del momento, añadió con entusiasmo:

—¡Anda, llámale! Seguro que tienes su número. ¡No te pongas tímida!

Melisa, riendo, miró a Isabella con ojos brillantes.

—Sí, vamos, ¿cuándo fue la última vez que te diste un capricho? ¿Qué puede pasar si lo llamas? 

Isabella, claramente sorprendida por la audaz sugerencia, intentó mantener la compostura mientras un rubor comenzaba a asomarse en sus mejillas. Sabía que sus amigas estaban bromeando, pero la verdad era que Morgan le había dado su número la noche anterior, y esa era una realidad que no podía ignorar.

—Bueno... me dio su número, sí —admitió, con un toque de timidez en su voz que no pudo ocultar.

El impacto de su confesión causó un momento de silencio, seguido de un estallido de risas y miradas de sorpresa. Samantha se inclinó hacia adelante, con una sonrisa de satisfacción.

—¡Eso es! Sabía que había algo entre ustedes. Vamos, no te quedes con la duda. ¿Qué estás esperando?

Veronica, claramente emocionada por la revelación, se unió al entusiasmo.

—¡Llámalo! No te va a hacer daño, y por lo menos saldrás de la rutina un poco.

Melissa, también entusiasmada, asintió.

—Sí, y si no te atreves, te daremos un empujón. Al final, solo es una quedada, Isabella. No tienes nada que perder.

Isabella se rió, aunque aún con cierta incomodidad, y miró a sus amigas, sintiéndose atrapada entre el deseo de seguir su consejo y su propia resistencia a actuar impulsivamente. La idea de llamar a Morgan era tentadora, pero también la hacía sentir vulnerable.

—De acuerdo, de acuerdo. Veré qué hago —dijo, tratando de no parecer demasiado comprometida con la idea—. Pero no esperéis nada del otro mundo.

Las amigas rieron y siguieron con la conversación, pero el tema de Morgan seguía en el aire. Isabella sabía que, a pesar de sus intentos de parecer tranquila, las palabras de sus amigas estaban resonando en su mente. La posibilidad de un contacto con Morgan estaba más cerca de lo que había imaginado, y a pesar de sus reservas, no podía evitar sentirse intrigada por lo que podría suceder.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora