XXII

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Hotch miró a Isabella con la calma imperturbable que lo caracterizaba, pero en su mirada había una firmeza que no dejaba lugar a discusión. A pesar del caos que acababa de desatarse, él seguía siendo el pilar inquebrantable del equipo.

—De acuerdo, Isabella —dijo, con la voz baja pero decidida—. Tendrás tu llamada y un abogado. Pero ahora mismo, tienes que acompañarnos al FBI y quedarte con nosotros hasta nueva orden.

Isabella, aún recuperándose del arrebato de emociones, lo miró con los ojos llenos de furia, pero también de una especie de cansancio que parecía haberla drenado por completo. Apretó los labios, controlando su respiración, mientras un silencio tenso llenaba el espacio entre ellos.

—No pienso quedarme más tiempo del necesario —respondió con frialdad, sin apartar la vista de Hotch—. Pero si eso es lo que hace falta para que me dejen en paz, lo haré.

Morgan la soltó lentamente, asegurándose de que ya no iba a hacerse daño, pero sin alejarse demasiado. La tensión en el aire era palpable, y aunque Isabella intentaba recuperar su fachada de mujer imperturbable, el equipo sabía que algo se había roto en su interior. Hotch, consciente de esto, se limitó a asentir, dando un paso hacia la puerta.

—Vamos —dijo simplemente, señalando la salida—. Cuanto antes cooperes, antes podrás resolver esto.

Isabella lanzó una última mirada desafiante a Morgan antes de empezar a caminar hacia la salida. Morgan se quedó allí un momento, observándola, mientras una maraña de emociones luchaba por salir a la superficie. Sentía que lo que acababa de suceder era solo la punta del iceberg, y aunque cada fibra de su ser quería protegerla, sabía que las cosas habían llegado a un punto sin retorno.

El equipo los siguió en silencio, compartiendo miradas de preocupación mientras salían de la casa. Todo se sentía cargado de tensión, pero también de un sentido de urgencia. Habían encontrado algo crucial, pero sabían que solo era el principio de un caso mucho más oscuro de lo que habían imaginado.

Al llegar a los coches, Isabella se detuvo un momento, respirando profundamente, como si intentara reunir fuerzas para lo que venía. Finalmente, subió al vehículo del FBI sin decir una palabra más. Hotch, Morgan, y los demás se aseguraron de que todo estuviera bajo control antes de partir hacia la sede.

La noche no había terminado para ninguno de ellos, y sabían que las próximas horas serían cruciales para desentrañar todo lo que Alessandro Solari había ocultado durante tanto tiempo.


En las horas siguientes, la atmósfera en la sede del FBI era tensa y llena de expectación. Todos sabían que estaban lidiando con un caso que se complicaba a cada segundo. Morgan, apoyado en una mesa de conferencias, observaba a través del cristal que separaba la sala de interrogatorios del área de trabajo. Isabella estaba dentro, sentada, con la misma expresión fría y desafiante de antes, pero había algo en su postura que no terminaba de encajar.

—Va a llamar a Alessandro —dijo Morgan en voz alta, rompiendo el silencio en la sala.

El equipo se volvió hacia él. Hotch asintió, entendiendo perfectamente a qué se refería.

—Lo sé —respondió Hotch—. No podemos dejar que esa llamada salga de aquí sin que la escuchemos primero.

Morgan, visiblemente preocupado, cruzó los brazos y dirigió su mirada a Penélope García, quien ya estaba sentada frente a su computadora, preparada para interceptar cualquier comunicación.

—García —dijo Morgan, con tono serio—, tienes que retener esa llamada. Lo que sea que hable con él... lo necesitamos.

García asintió rápidamente, sus dedos ya volando sobre el teclado mientras intentaba interceptar la señal antes de que se perdiera.

Mentes Criminales: Solari (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora