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Aquella casa enorme de ventanales relucientes y césped verde se mostraba decorada, alterando la estética de aquel barrio acomodado de esa parte de la ciudad. Simone nunca había caminado más allá del jardín de infantes, no podía creer que a tan corta distancia el paisaje pudiera volverse tan diferente. Era como si todo el smog, la basura desgarrada y los graffitis desprolijos se desvanecieran para darle lugar a veredas anchas, con árboles frondosos y majestuosos paredones ocultando casas bellísimas.

-¿Queres que baje con vos o te espero en el auto?- le preguntó Rony, llevaba su gorra de los Bulls y una campera de cuero que le daba aspecto rudo, pero si se hubiese quitado sus gafas de sol de seguro sus ojos hubieran revelado emoción. Le gustaba poder ayudar a Simone y soñaba con la posibilidad de que toda esta locura pudiera ser su rescate.

-Voy sola, no creo que me quede mucho, voy a saludar a las nenas y vuelvo.- le dijo abriendo la puerta del auto para bajar y estirar aquella falda de gasa tan diferente a todas las que había usado en su vida, no solo por su largo decente justo debajo de las rodillas, si no por su colores pasteles, tan inocentes. Y antes de irse, se agachó para volver a mirar a Rony una vez más.

-No se me nota, ¿Verdad?- le preguntó enseñándole su mejilla y cuando él iba a responderle que no, una voz conocida los interrumpió.

-Hola, Simo, ¡Qué bueno que pudiste venir! - dijo Florencia asomándose a través de la ventanilla del lado de Rony y Simone puedo detectar el momento justo en el que el enorme cuerpo de aquel grandulón era alcanzado por los nervios.

-Hola Flor, creo que ya conociste a mi hermano.- le dijo Simone saliendo del auto para darle al pobre Rony un respiro.

-Si, me contó que no te sentías bien ¿Ya estás mejor? Los chicos te extrañaron un montón, sobretodo Charo y Mila. ¡No sabes lo contentas que se van a poner al verte!-  le dijo Florencia dándole un beso en la mejilla para luego gesticular con gracias como solía hacer, ajena a lo inusual que aquella escena era para sus dos interlocutores.

-Que buen hermano tenes, el otro día trayendo los papeles al jardín y ahora trayéndote hasta acá, creo que me gustaría tener a alguien como vos en mi vida.- dijo Florencia colocando su mano sobre el brazo fornido de Rony quien no pudo evitar desviar su mirada hacia aquel contacto.

Simone sonrió, nuevamente fue una sonrisa sincera, a la que eligió no darle importancia.

-Justo anda solo por estos tiempos, no vaya ser que tus deseos se cumplan.- le dijo divertida y Rony casi la asesina con su mirada, por lo que intentó subsanar su atrevimiento tomando a la maestra de la mano y tirando de ella para enfrentar su destino. Llevaba mucho tiempo sin hablar con adultos con la ropa puesta, iba a ser todo un desafío, pensó con resignación, entonces recuperó su sonrisa fingida, saludó a Rony con un movimiento de su mano y caminó hasta la puerta de aquella casa decorada con decenas de globos de colores.

Una mujer con uniforme ridículamente formal, les abrió la puerta y ambas entraron con paso dubitativo. Avanzaron por el sendero que la mujer les enseño sin hablar, Florencia sacudió el paquete que llevaba en sus manos y SImone cayó en la cuenta de que no había llevado nada.

-Le decimos que es de parte de las dos.-  Le dijo Florencia con complicidad en voz baja, al notar su mirada y Simone le agradeció con un movimiento de cabeza.

-En realidad no se si hicimos bien en venir, creo que a la directora no le gusta mucho fraternizar con los padres, pero bueno, ya estamos acá no.- le confesó con ojos temerosos y Simone volvió a abrir sus ojos con mayor tamaño.

Sabía que no era buena idea, lo sabía desde que aquella mujer, que ahora avanzaba con un pantalón de diseñador y un chaleco de flecos hasta el suelo, le había dado la invitación. Sin embargo, ya no tenían opción.

Saludaron a la madre de Charo y en seguida las niñas las descubrieron para abrazarlas con todas sus fuerzas.

Hubo besos, sonrisas, palabras cordiales y luego un pequeño respiro.

Mila y Charo habían visto a otras amigas y habían corrido a su encuentro distrayéndose al instante para comenzar a jugar a otra cosa. Florencia había aceptado un vaso de jugo y Simone no podía dejar de mover sus pies con nerviosismo. Sentía la mirada de cada mujer que ingresaba a aquel parque sobre su vestido y de cada hombre sobre su cuerpo. Se había recogido el cabello intentado lucir formal pero comparando su vestido con las prendas que allí desfilaba se sentía ridícula. La diferencia con Florencia solo empeoraba las cosas. Si bien la joven lleva un pantalón claro y una blusa de broderie algo escotada, su falta de curvas y altura parecía lograr que nadie se fijara en ella y justamente esa diferencia de altura, incluso sobre aquellas zapatillas bajas, le daba la sensación de ser un rascacielos junto a una cabaña.

Cansada de aquella sensación molesta se excuso en tener que ir al baño y se alejó de la única persona que conocía allí. Atravesó el parque con sus ojos en el suelo, ignorando las cabezas que giraban para observar sus curvas traseras.

Odiaba que aquello ocurriera, llevaba un vestido de abuela, acaso sería que ella estaba marcada, que no sabía más que despertar lujuria en los hombres. No quiso analizarlo, entró a la cocina y le preguntó a otra mujer de uniforme por el baño y cuando comenzó a seguir sus indicaciones una manito tiró de su vestido para impedir que continuara.

-Es ella, papi, ella es Simone.- dijo Mila con una enorme sonrisa en los labios y la dueña de aquel nombre no tuvo más remedio que girar sobre sus talones para enfrentar una nueva conversación cordial, deseando que solo durará escasos segundos.

Sin embargo, al alzar su vista, unos ojos grises, mucho más definidos con la luz del sol entrando a través de la ventana, la dejaron sin palabras

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora