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Cuando uno descubre que el mundo no es lo que siempre había creído, la madurez llega como si la edad fuera una condición para crecer y el resto formara un rompecabezas en el que utilizamos las piezas que nuestro paso por la infancia nos fue dejando y al final, el todo cobra más sentido.

¿Pero qué pasa cuando no nos dieron las piezas? ¿Qué sucede cuando nos dejan en el mundo sin mapa o nos ofrecen un manual de instrucciones en otro idioma? ¿Cómo saber qué es real y que es falso de un pasado que apenas podemos recordar? ¿Cómo se supone que se puede avanzar, si nuestros pies descalzos están atados a la contradicción de sentir que algo no está bien pero estar obligado a hacerlo?

Simone no tenía las respuestas y cada vez sentía que tenía más preguntas. Había regresado con su cabeza abajo y su cuerpo entregado, con la certeza de que la reprimenda sería peor a las anteriores y cuando había agazapado sus músculos dispuestas a aguantar, el golpe había llegado donde nunca lo hubiera imaginado, produciendo un dolor mayor del que nunca antes hubiera sentido.

Mientras tanto el aula del jardín extrañaba una sonrisa, los niños habían preguntado incansablemente por la ausencia de esa maestra que había llegado para dejar su huella. Los días se convirtieron en semanas y los niños comenzaron a sentir que la respuesta era siempre la misma, por eso habían dejado de preguntar. Todos menos dos preciosas pequeñas que no aceptaban la idea de perderla de su vida. Mucho menos un joven padre, de cabello prolijo que había comenzado a cosechar miradas curiosas.

Novak no encontraba explicación, había regresado al club y le habían negado la entrada, el mismo Rony lo había acompañado afuera y si bien no había hablado, sus ojos habían sido lo suficientemente convincentes como para que no intentara una locura.

De todos modos había regresado al jardín, había esperado en la misma esquina con paciencia, con la esperanza de que ella regresara, con el recuerdo de su promesa de que lo haría bien, de que lograría regresar a él y sin embargo, el tiempo comenzaba a ahuecar su fe, con intenciones de quebrarla.

-Creo que ya no van  a esperarla.- dijo Florencia apretando sus labios como si aquello no le gustara.

-Es lógico, y creo que ella lo estaba esperando también.- le respondió Rony disminuyendo la velocidad de sus pasos, como si necesitara que aquella caminata durara más.

-Pero es injusto, si está enferma deberían esperarla, ella es muy buena con los chicos, y a mi me dio... al menos creía que era mi amiga.- le dijo perdiendo la sonrisa habitual que solía aparecer cuando estaba junto a él.

Rony pasó su brazo por sus hombros para acercarla al suyo. Era tan hermoso lo que le pasaba cuando ella se acurrucaba allí que hasta cerró sus ojos para extender la sensación más allá de sus sentidos.

-Lo es, hermosa, lo es, pero nuestra vida no es sencilla.- dijo sin soltarla en adelante.

-¿Algún día vas a contármelo? Entiendo que su padre sea estricto, que no la deje tener teléfono, pero esta desaparición se parece más a una cárcel que  a una familia.- le respondió, mientras rodeaba su cintura con su brazo, que apenas llegaba a sostenerse del borde de su pantalón.

Rony tragó saliva buscando la forma de no herirla, le gustaba tanto pasar el tiempo con ella que no se atrevía a dejarla, pero sabía que no merecía ser arrastrada a su mundo, que en algún momento aquello llegaría a su fin y con la partida de Simone de aquel jardín de infantes, aquella fecha no era muy lejana.

Rony suspiró justo cuando estaban por llegar a la cuadra que albergaba una plaza y liberando su cuerpo con pausa deslizó su brazo para tomarla de la mano y guiarla hasta uno de los bancos tomando asiento para intentar hacer las cosas bien.

Cuando ella se sentó a su lado la miró sosteniendo sus mejillas tan delgadas, tan blancas, tan suaves en contraste con sus manos gruesas, más oscuras y manchadas de una vida de la que no estaba orgulloso.

-Mi pequeña Flor... tan hermosa, tan frágil, tan inocente que tengo miedo de mancharte con mi vida. - le dijo mirándola a los ojos, no quería despedirse pero entendía que no tenía opción.

Entonces ella colocó sus manos sobre las de él y lo miró con desesperación. No estaba dispuesta a perderlo, no cuando por fin sentía que algo un su vida vacía lograba movilizarla, la llevaba a pasar horas por la noche imaginándolo, recordando su risa, sus roces, sus miradas. Buscando respuestas coherentes al hecho de que aunque seguía yendo cada día, nunca había intentado besarla. No quería pensar que en realidad estaba allí por Simone, o lo que era aún peor, que estaba allí por lástima.

No parecía eso lo que sentía, pero tampoco avanzaba para desmentirlo y ahora estaba extraño, como si no quisiera decir lo que estaba a punto de decirle y como si predijera que se trataba del final, ella quiso demostrarle que no era ni frágil, ni inocente.

Sin soltar sus manos se acercó y antes de que pudiera reaccionar depositó sus labios dulces y suaves sobre los de él, convirtiendo el contacto sutil en una voraz necesidad de que viera todo lo que le pasaba cuando estaba junto a él.

Rony no supo cómo alejarla. No quería hacerlo y como si su pequeño cuerpo no pesara nada la tomó de la cintura para sentarla sobre él y hacer de aquel beso una proposición mucho más audaz.

Y lo que debía ser una despedida se convirtió en una invitación.  Sus dedos marcaron el camino deseado, sus lenguas danzaron al ritmo de la pasión y sus ojos se cerraron para que nada de lo que estaban sintiendo pudiera escapar.

Sabían que no era el lugar correcto, ni el horario, y a lo mejor ni siquiera eran la pareja que el mundo hubiera esperado, pero ya no podían dejar de serlo. Si lo que imaginaban era hermoso, lo que sentían en la vida real era increíble.

-No quiero que pienses que soy fragil.- le dijo Florencia cuando sus labios se separaron a desgano.

-Se que no lo sos, pero mi vida es tan...- respondió él aún con ella sobre su regazo comenzado a acariciar su cuerpo con dulzura.

-Puedo con lo que sea y lo que es más importante, podemos soñar con algo nuevo, juntos.- le dijo sonriendo para que sus hoyuelos fueran la perdición del enorme joven que siempre había tenido un corazón demasiado grande para la vida que se había visto forzado a llevar.

-La Monita no es mi hermana.- dijo bajando su vista para no perder el valor y allá se concentró en no juzgar ni una de las palabras que estaba a punto de oír

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora