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Como si el amor tuviera la potestad de expandirse sin advertencia, el cambio en la vida de Rony lo había comenzado a convencer de que podía hacer algo más por Simone.

Florencia había sido tan genuina como sagaz al oír su historia. Había pasado rápidamente el momento de sorpresa para concentrarse en el después y eso era algo que él nunca hacía.

Rony se había adaptado a su vida, la había aceptado sin luchar, con la idea de que intentar evitarle clientes violentos a Simone era suficiente y ahora sabía que no la había ayudado en lo absoluto.

Él conocía parte de su historia, la recordaba con sus pocos años, como una adolescente abandonada allí, como la obsesión Moro, a tal punto que había logrado que ella creyera cada palabra que él le decía. Primero como si fuera su aliado, como si fuera alguien que la cuidaría y cuando menos lo había esperado la había llevado por un camino que nadie debería transitar jamás.

Le había hecho creer que solo servía para dar placer, la había llevado a agotar sus lágrimas y anestesiar sus sentimientos, para volverla una autómata que solo vivía por inercia.

Florencia le había hecho ver cada una de las aristas por lo que eso estaba mal, lo había llevado a reflexionar acerca del motivo por el cual Simone había regresado al club y no había querido salir desde entonces y él había sentido que había llevado una venda en los ojos hasta entonces.

Ahora quería ayudarla, necesitaba hacer las cosas bien, necesitaba que recuperara ese brillo que había visto solo dos veces en su vida: Hacía poco, junto a Novak y hacía mucho cuando todavía era una adolescente y él le había entregado aquella pulsera con el dije de una luna que había encontrado en el asiento trasero de su auto, luego de su traslado al club.

-Creo que tenemos que empezar por su pasado.- le dijo Florencia, mientras se ponía una enorme remera que aún llevaba el perfume de Rony y prácticamente la cubría hasta las rodillas.

Rony estaba recostado sobre la cama con sus brazos debajo la cabeza disfrutando de aquella sensación nueva que comenzaba a ser adictiva.

-Para pensar necesito otro beso.- le dijo con esa dulzura indirectamente proporcional a sus múltiples tatuajes de hombre rudo.

Florencia sonrió y se acomodó a su lado, dándole un largo beso en los labios.

-Mmm.. Como me gustan tus besos.- dijo él suspirando y ella sonrió divertida.

-A mi tambien, pero volvamos a Simone, se supone que tenemos que encontrar la forma de sacarla de ahí.- le dijo con preocupación, desde que conocía la historia no había dejado de pensar en ella, necesitaba ayudarla, necesitaba que la única amiga real que había tenido, dejara de tener una vida tan injusta.

-Buen, veamos. No conozco la historia completa, se la entregaron a Moro siendo muy joven, pero SImone nunca quiso hablar de su vida antes del club y yo no quise presionarla. Podría averiguar con las otras chicas, a lo mejor alguna sabe algo.- dijo y Florencia se incorporó de manera repentina y lo increpó con sus pequeños ojos.

-¿Las otras chicas?- le preguntó exagerando su enojo, cuando en el fondo había temido la comparación desde el momento en el que se había enterado de la verdad.

Rony río y la abrazó para colocarla sobre su cuerpo.

-Nunca conocí a una mujer que me haga sentir todo lo que me haces sentir vos, no se si es muy pronto para decirlo, pero por primera vez en mi vida siento que me enamoré.- le confesó y ella sonrió con hoyuelos, dientes blancos y el alma rebosando de cada uno de sus poros.

La amaba, era real y eso la conmovía hasta las lágrimas.

Al verla, Roy se incorporó un poco asustado.

-No quería hacerte llorar, creo que buscaba justo el efecto contrario.- le dijo aún preocupado pero ella volvió a sonreír secando sus mejillas.

-Lloro de felicidad, mi amor, porque a mi me pasa lo mismo.- respondió y el beso que los unió rápidamente escaló a esa atmósfera en la que ambos ascendían para que las palabras se materializaran en un contacto tan íntimo, como propio, que comenzaba a dejar las huellas para recordar por donde ir para lograr el gozo pleno.

Y el plan del rescate se vio pospuesto por varios minutos, para retomarse con máyor ímpetu.

A Florencia no le importaba con quien debía hablar, necesitaba saber si aún quedaba alguien en la vida previa al club que pudiera contar la historia, si habia algun hilo del cual tirar para luego llevarla de nuevo a la vida de la que nunca debió ser arrancada.

Por su parte ella era buena con los desafíos, siempre le había gustado la investigación y aunque no lo había hecho en la vida real, la motivación por lograrlo era tan grande que su mente no paraba de disparar ideas a través de las cuales podria dar con su pasado.

Lo primero que haría era investigar el motivo real por el que ella había terminado en el jardín, sabía que algo debía explicar el hecho de que Moro la dejara salir al mundo real, aunque hubiera sido con su propio guardaespaldas, uno que ahora mismo la hacia la mujer más feliz del mundo.

Luego estaba el dinero, si querían sacar a Simone de allí de seguro lo necesitarían y por eso había pensado en Novak.

Rony le había contado de sus caminatas y estaba segura que era un hombre decente, lo había visto sufrir luego de que su mujer lo hubiera dejado por su personal trainer, en aquel chisme que había recorrido todo el círculo de padres y maestros de aquel jardín.

Por último y más importante, debía establecer una línea de comunicación con ella, debía lograr que ella supiera que no estaba sola, necesitaba que trabajaran en equipo, para asi lograr planearlo bien, principalmente para que ninguno sufriera las consecuencias que Rony se habia encargado de disfrazar en sus relatos pero podía imaginar con claridad.

-Bien, osito.- le dijo con una sonrisa de satisfacción.

-Es hora de poner en marcha nuestro plan.- agregó entregandole a Rony la primera de las múltiples cartas que pensaba escribirle a Simone y como si aquel apodo le hubiera calzado a la perfección, Rony la abrazó alzandola por los aires para no perder la oportunidad de volver a demostrarle cuánto la amaba.

Mientras tanto en un monoambiente solitario, Novak terminaba de cerrar la última caja y recorría el lugar con los ojos sin poder evitar recordar cada rincón en el que había tenido la dicha de amar a Simone.

-¿Vamos papi? El camión ya está listo.- dijo la pequeña Mila y él no tuvo más remedio que sepultar lo que sentía en el rincón de los recuerdos inolvidables para poder poder regresar a la que había sido su casa y debía volver a ocupar.

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora