Los días se volvieron largos y agobiantes. SImone no quería reconocerlo pero había comenzado a sentir un hueco de vacío que nunca antes había sentido. No quería creer que sus pocos días en aquel jardín hubieran logrado dejar tal huella, pero a juzgar por los pensamientos que se acumulaban en su mente, estaba hecho. La sonrisa de Florencia, el bullicio de los recreos, la manito de Mila acariciando su mejilla como si necesitara confirmar que era de verdad, todo regresaba como en un carrusel.Se miraba en el diminuto espejo de su húmeda habitación y repasaba aquel tacto con su propia mano, solo que ahora estaba violacea, el hematoma que se había gestado cuando Moro, días atrás la había golpeado, se había distribuido siguiendo las leyes de la gravedad y si bien la hinchazón parecía haber mermado, aquel color demostraba que aquella golpiza había sido algo más brusca que las anteriores, dejándola imposibilitada de asistir a aquel jardín durante varios días.
Y allí estaba, con la misma ropa, la misma apatía, la misma resignación. La única que siempre había conocido, la única de la que se creía merecedora. Por eso ese hueco, nuevo e insistente le molestaba. No podía aferrarse a algo diferente, no cuando los hechos le demostraron que le sería arrebatado sin previo aviso.
Esa era su vida y si su ausencia era correspondida con su despido de aquel jardín, era mejor, pensaba mientras sus dedos presionaban aquella herida. Necesitaba que doliera, que continuará doliendo su cuerpo, por el que dolor en el alma era muchísimo peor.
Unos golpes en su puerta la llevaron a abandonar su tarea. Rony, con gesto de detective en un caso, se apresuró a entrar al cuarto haciéndolo ver incluso más pequeño. Su cuerpo fornido prácticamente ocupaba todo el espacio libre y el contraste con su expresión de niño atemorizado la llevó a tomar sus manos.
-Lo que tengas que hacer, hacelo.- le dijo cerrando sus ojos y girando su rostro, como si esperara una nueva reprimenda, pero el hombre alzó sus manos y comenzó a negar enfáticamente con su cabeza.
-No, no te preocupes, creo que Moro ya se olvidó de lo sucedido.- le dijo logrando que ella volviera a mirarlo.
-¿Por qué estás tan nervioso entonces?- le preguntó ella con genuina curiosidad.
Entonces Rony tomó un paquete de su bolsillo mientras intentaba quitarle las arrugas con su mano, en un gesto tosco, pero adorable.
-Es que cuando fui a avisar que estabas enferma.. Eh bueno.. Una señorita muy.. No se como describirla, era muy...- comenzó a explicar y en ese momento sus ojos parecieron querer brillar, mientras una sonrisa involuntaria asomo a sus grueso labios.
-¿Una joven de anteojos y pelo corto?- le preguntó ella y al ver que el tamaño de su sonrisa aumentaba, supo que había conocido a Florencia y que había causado una agradable impresión en él.
-Si, si, esa- confirmó ajeno al cambio que había sufrido su rostro, el que solía sufrir el de los
adolescentes embobados.
-¿Ya notaste esos hoyuelos cuando sonríe?- le preguntó Simone dándole un pequeño empujoncito en el brazo y él comprendió lo que estaba insinuando, reaccionando como alguien que no quiere ser descubierto.
-No, no, no es lo que pensas.- le dijo con gesto de exagerado enfado y ella decidió respetarlo, al fin y al cabo lo creía tan condenado como ella, era muy difícil que alguien como ellos pudiera entrar al mundo de personas como Florencia.
-Ok, ok, ¿que te dijo Florencia?- le preguntó dándole un respiro y Rony sonrió por dentro al escuchar su nombre una vez más.
-Me dijo que no había problema, que te mejores y... - comenzó a decir volviendo a tomar el paquete con más fuerza, como si no estuviera seguro de continuar.
-¿Y qué? ¿Qué es eso que trajiste?- le preguntó con otro nuevo sentimiento, el de la curiosidad.
-Es que.. Bueno si vine hasta acá ...- dijo, sin saber si se lo decía a ella o a él mismo. Entonces estiró el paquete de nuevo.
-Dijo que te esperaba en el cumpleaños, y bueno, yo conseguí esto, no es nuevo pero se parece a la ropa que llevaban las maestras de ese jardín.- le dijo y Simone no pudo evitar sonreír, no solía hacerlo, al menos no de verdad y aquel gesto del único hombre que nunca le había exigido nada, pareció conmoverla.
Sin querer decepcionarlo abrió el paquete y un vestido de flores, con colores que nunca hubiera elegido, pero tela suave y prolija se desplegó entre los dos. Simone lo miró y sin querer pensarlo más lo abrazó con ternura.
-Es muy lindo, gracias Rony.- le dijo sin separarse y al notar que él no correspondía a su abrazo se separó para buscar sus ojos.
-Es muy lindo gesto, pero sabes que Moro nunca me dejaría salir.- le dijo con resignación y entonces él cerró sus ojos con fuerza mientras se llevaba las manos a la cabeza.
-Yo puedo cubrirte, le dije a Moro que había una reunión académica ineludible si quería que mantengas el trabajo y me creyó. Al parecer tiene una deuda muy grande con alguien de allí, suelo llevar dinero todas las semanas y por alguna razón necesita que estés adentro. En fin, podemos irnos en diez minutos si así lo quieres.- le contó con sus ojos cargados de deseos de que dijera que sí.
Siempre había tenido un cariño especial por "la monita", como la habían bautizado desde que en su primera semana hubiera querido escapar escalando cuanto muro había delante. Había sido solo una niña, una que fue arrojada a los más despiadados lobos hambrientos y si bien llevaba años trabajando en aquel lugar, con ella siempre había sido diferente. Conocer su historia tenía mucho que ver con eso.
-Está bien, voy a intentar cubrir esto y vamos.- respondió ella, señalando su mejilla, sin saber el motivo real de su aceptación. Sabía que no debía hacerlo, que no era una buena idea y sin embargo la palabra sí, salió con vida propia sin darle lugar a arrepentimientos.
Rony no respondió, pero su sonrisa enorme fue suficiente como para que Simone supiera que lo había hecho feliz y con eso quiso quedarse.
-¿Rony?- le preguntó antes de que el hombre saliera.
-¿Si?- le preguntó.
-¿Qué se supone que somos?- le preguntó curiosa por la explicación que aquel grandulón había dado al presentarse en el jardín.
Rony hizo una mueca divertida y se llevó la mano a la cabeza.
-Creo que tienes un nuevo hermano mayor, uno de diferente madre o algo así, no se como lo expliqué pero la Morenita lo creyó.- le dijo y Simone tuvo que fingir lo que aquella palabra le producía en realidad.
Su hermano. Eso tenía una representación demasiado dolorosa en su mente, una que había intentando sepultar y en esos días parecía querer regresar a toda costa.
-Si te molesta podemos inventar otra cosa, no se.- dijo él pero ella se apresuró a agitar sus brazos para indicarle que no tenía problemas.
-Me encantaría tenerte de hermano mayor.- le dijo regalándole un nuevo abrazo antes de comenzar con la difícil tarea de transformar su imagen de bailarina de caberte en la de una inocente maestra de jardín de infantes.
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Arráncame el amor
RomanceSimone es una víctima de un pasado demasiado injusto. Cuando su madre la abandonó en manos del dueño de un club nocturno, no tuvo más opción que crecer en ese mundo y adaptarse. Sus días son casi calcados, con algunos más oscuros que otros, hasta qu...