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La baja temperatura de aquella noche de primavera era inusual, pero Simone caminaba con tanta prisa que ni siquiera podía sentirlo. No tenía rumbo, si hubiese sido por ella hubiera caminado hasta el fin del mundo para dejarse caer en su abismo.

Había querido creer, lo había hecho aferrándose a ese beso, como si fuera la primera vez que lo hacía y la realidad la había golpeado más duro que Moro en el pasado.

No había sido esa palabra, estaba acostumbrada a ella, era su profesión, era lo que hacía, lo tenía asumido, incluso la oía a diario.

Lo que le dolía era Novak. Haberlo expuesto, haberlo arrastrado a la vergüenza con la que ella estaba acostumbrada a vivir. En esos segundos había pensado en Mila, en él, en lo que estaba en juego con aquel beso, con su compañía y no le gustaba.

Una cosa era que ella viviera en la oscuridad, que cerrara los ojos y se tapara los oídos, que aceptara la vida que debía vivir, como si no mereciera nada más, pero otra muy distinta era llevarlo allí. Condenarlo a esos comentarios, a esas miradas, a esos prejuicios.

Oyó su nombre y no quiso detenerse, apresuró su paso hasta la esquina de esa avenida transitada y no tuvo más opción que frenar.

Su nombre parecía cada vez más cerca, necesitaba huir, necesitaba regresar a su pequeña habitación y oír la voz de Spinetta, necesitaba escapar de la faz de tierra.

La indomita luz

Se hizo carne en mi

Y lo deje todo

Por esta soledad...

Simone comenzó a cantar, necesita escapar.

Leo revistas

En la tempestad

Hice el sacrificio,

Abrace la cruz al amanecer.

Continuaba cantando cada vez más fuerte, esperando que los autos cesarán su paso y sus pies la alejaran de allí. Necesitaba huir de su nombre, de esa voz, de esa sensación de que a lo mejor no todo estaba perdido.

Entonces lo inevitable llegó. Esas manos firmes la sujetaron y sin mas fuerzas para reaccionar se dejó atrapar.

-Simone, Simo... mirame.- le dijo Novak con sus ojos desesperados y su voz agitada a causa de la prisa por alcanzarla.

-No te dejes vencer por un idiota.- le dijo y ella puso los ojos en blanco alzando su mentón como si aquello le sonara ridículo.

-¡Basta Novak, basta, hasta acá fue suficiente! Todavía no se lo que estás buscando, pero no puedo dartelo. Yo soy esto, soy una mala mujer, una que vive de darle placer a hombres como ese idiota, hombres que luego le dan la espalada y la insultan. No puedo ser mejor, no se como hacerlo. Soy mala, y te lo advertí. No necesito tu lastima, ni tus palabras de autoayuda ¡Soy esto! Una puta. Y mi ropa si dice mucho de mí, así como lo dice de vos. Hasta hoy te miraba y veía a un cuarentón desganado, que no se preocupaba por su aspecto, que comía demasiado y estaba a punto de perder todo su pelo, veia eso, asi como vos veías un par de tetas gigante y una boca que servía para todo menos para hablar.- le dijo enfada, le hubiese gustado poder llorar, para liberar esa furia mezclada con dolor que oprimía su pecho, pero ni siquiera eso podía hacer.

-¿Hasta hoy?- le preguntó Novak, no estaba dispuesto a dejarla, no creía lo que le decía y no quería que ella lo hiciera.

Simone lo miró descolocada, de todo lo que le había dicho solo iba a preguntarle eso.

-¿Qué cambio hoy?- insistió él sin soltar su brazos.

Simone suspiró  con fastidio, no iba a entrar en su juego, no otra vez.

-En serio, quiero saber que cambió hoy, porque no puedo creer que me besaras porque me corté el pelo y me afeité la barba. Yo creo que no queres admitir que sientes algo por mi, que te gusta pasar tiempo conmigo, que te hago reir, que nuestros paseos se convirtieron en el mejor momento del día... yo no te besé por tu cuerpo ni por tu ropa, te bese porque veo algo mucho mucho más hermoso en vos y porque...- dijo justo cuando ella cerraba sus ojos y volvía  lanzarse a sus brazos con desesperación.

Esta vez no se preocuparon por el entorno, estaban en el medio de la calle, con la oscuridad de la noche como aliada y el vacío de transeúntes como cómplice.

Simone desató su deseo rozando su torso con ferocidad. Lo tocaba, lo acariciaba y lo presionaba; lo necesitaba cerca, muy cerca.

Él abandonó sus brazos y coló sus dedos entre la tela, acariciaba su piel con premura, su abdomen, su cintura y la curvatura inferior de sus pechos buscando permiso para continuar. Había recorrido su boca con una pausa inquietante, como si el beso fuera el director de aquella orquesta que necesitaba que fuera a tiempo.

El hueco de la fachada de un negocio cerrado los cobijó y Novak sintió que ella lo empujaba contra una cortina de hierro helada. Con su cuerpo atrapado su excitación li alcanzó sin escrúpulos.

Simone lo notó de inmediato y sus manos se apresuraron a liberarlo. Estaban en la calle, era una locura pero no quiso evitarla. Envolviéndolo con su enorme sobretodo desprendió su propio pantalón para guiarlo con pericia.

-Espera, espera.- quiso decir él pero ella lo besó con más fuerza.

-Si no queremos esperar más.- le dijo una vez que liberó sus labios y él cerró sus ojos resignado, claro que no quería esperar y aunque le habría encantado llevarla a otro lugar, hacerla sentir especial y tomarse todo el tiempo del mundo, en ese momento no pudo pensar más.

SImone pasó sus brazos por sus hombros y los enredó para luego hacer lo mismo con sus piernas. Unió sus cuerpos como si fueran uno y comenzó a moverse para que Novak entrara en ella. Era enorme y eso la llevó a delirar, un cosquilleo tan novedoso como insistente la obligó a acelerar el ritmo, y el roce de su sexo contra el de él invadió con calor cada centimetro de su cuerpo.

El beso se había interrumpido por la necesidad de respirar, el ritmo era increíble y algunos gemidos insistieron en escapar. Simone lo estaba disfrutando, era extraño, era genuino, era real y tan avasallante que temió estar haciéndolo mal. Pero él no la dejó dudar, la sostuvo con determinación sin hacerle daño, la acarició hasta el final, la bebió como si fuera una delicia única y cuando el pico máximo de placer parecía no tener fin, casi al unísono, el final de sinfonía llegó dejandolos tan exhaustos como si hubieran tocado con el alma.

El regreso a la realidad fue silencioso y algo tenso. Novak no podía creer lo que había hecho, ¡estaban en la vía pública!

Simone pareció notar algo en sus ojos y se acomodó la ropa para volver a cerrar el sobretodo sobre su cuerpo.

Novak buscó en su bolsillo algo para intentar controlar las consecuencias de su exabrupto y cuando alzó la vista ella lo miraba con expresión apática.

-Ahora ya no te debo nada, con lo que me pagaste la última vez, estamos a mano. - le dijo como si lo que acababa de ocurrir no hubiera significado nada para ella y sin querer escuchar ninguna respuesta se alejó con paso presuroso convencida de que había abandonado la única opción concreta que alguna vez había tenido de ser feliz. Y sin embargo no sabía que otra cosa podía hacer

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora