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La música aumentando un poco su volumen anunció que la lectura comenzaba. Claudia Piñeiro comenzó a leer sin presentación, quería que su libro "Escribir un silencio" causara impacto en los presentes y lo había logrado.

El público de diversa edades tuvo la misma reacción, admiración. Era una gran escritora y cuando Simone oyó esas palabras tan duras en esa voz tan dulce sintió que algo nuevo corría por sus venas.

Abrió grande sus ojos y sintió un roce tibio sobre aquel sobretodo. Hacía calor, hubiera querido quitárselo pero no quería avergonzar a Novak. Lo miró y sonrió. Sus mejillas estaban coloradas y su cabello oscuro y pesado comenzaba a sufrir las consecuencias de un sudor incipiente.

-¿Queres darme tu abrigo?- oyó que Novak le preguntaba en voz muy baja al oído y su mente la llevó a imaginar que estaba en otras circunstancias y que aquel susurro le pedía algo más.

Cerró sus ojos y negó con su cabeza.

-¿Seguro? Acá hace calor, sino cuando salgamos vas a tener frío.- le dijo, con esa especie de cultura proteccionista que llega de la mano de ser padre y tener que pensar en el bienestar de alguien más.

Simone giró y sus rostros quedaron casi unidos.

-Es que no llevo la ropa adecuada...- le dijo arrugando sus labios con inocencia.

Entonces Novak la alejó un poco y abrió con disimulo la prenda para observarla de arriba abajo sin disimulo.

Ella sorprendida quiso cubrirse pero él alzó sus manos con pausa y suavidad hasta sus hombros y mientras la despojaba de aquel sobretodo ridículamente enorme la giró para quedar justo detrás de ella.

-¿Acaso pensas que yo soy otro por ajustar mis pantalones y planchar mejor mi camisa?- le preguntó en ese tono bajo al oído y ella negó con su cabeza.

A decir verdad, aquel cambio le sentaba muy bien, pero no lo había cambiado, sus ojos eran los mismos, su expresión, el movimiento de su mano y esa voz... esa voz que no quería olvidar era la misma. Le hubiera gustado poder creerle, pero ella no era como él. Sus exuberantes pechos llamaban la atención y sus caderas eran anzuelos para los ojos de los que quedarán prendados de su andar. Ella era eso, casi un objeto preciado, pero vacío.

-¿Estás incómoda?- le preguntó, no quería presionarla, él la veía hermosa en todo momento, no le importaba si era una falda larga hasta las rodillas o un escote pronunciado, pero ella tenía que sentirlo, tenía que descubrir que mucho de lo que creía de ella misma estaba solo en su mente.

Simone cruzó sus brazos sobre su pecho, si bien estaba cubierto con la tela de aquel vestido puesto del revés para que no se notaran sus brillos, ella continuaba sintiendolos enormes.

Entonces Novak volvió a colocar el abrigo sobre sus hombros.

-No somos lo que vestimos, Simone, pero tenes que convencerte de eso vos misma. - dijo y luego se alejó para oír el final del capítulo, sin poder dejar de mirarla con esa nuevo sentimiento que había alcanzado su golpeado corazón. Necesitaba rescatarla, necesitaba verla feliz.

Los aplausos supusieron el final de aquel duelo, en el que él la miraba y ella se sonrojaba, entonces la gente comenzó a moverse por el lugar y la música volvió a sonar en un volumen confortable.

-¿Te gustaría leerlo?- le preguntó Novak señalando la pila de libros cuya introducción habían oído y ella asintió con una sonrisa.

-Ahora vuelvo.- le dijo y casi corrió hacia la mesa para tomar uno y pagarlo luego en la caja.

Cuando regresaba Simone lo miraba como si estuviera aguantando la vergüenza. Se había quitado el abrigo y se había refugiado en esos ojos grises para no analizar la mirada de nadie más. Quería demostrarle que quería creerle, que confiaba en él, que estaba dispuesta a intentarlo y cuando él sonrió tan feliz, ella lo imitó.

-Estas preciosa.- le dijo cuando llegó hasta dónde estaba y le entregó el libro que ella abrazó sobre su vientre con una alegría que trajo a su memoria otro recuerdo sepultado. Unos dientes blancos y una sonrisa interminable, una muñeca envuelta en papel de diario con su vestido rosa y su cabello de lana. Luna... cuánto dolía aquel recuerdo.

Novak notó la tristeza repentina y no quiso dejarla entrar, se acercó aún más y sorprendiéndola enlazó sus brazos en su cintura para unirla a su cuerpo, estaba tan cerca que pudo sentir como los latidos de su corazón se aceleraban y sin pensarlo cerró sus ojos para unir sus labios.

Fue un beso que tenía la intención de devolverle la alegría, uno que debía ser corto e inocente, pero en el momento en el que sus bocas se encontraron, un alud de deseo los envolvió tan inesperado como inevitable.

Simone cerró sus ojos y lo dejó entrar, mientras sus pulmones se llenaban de un aire totalmente nuevo, llevaba años besando hombres, de manera exagerada, de manera escueta, con mordiscos dolorosos y con dientes apretados, llevaba años ofreciendo su boca con los ojos abiertos para enfocarse en la mancha roja de la pared, para no sentir, soportando el aroma alcohol, el sabor amargo, el letargo de la espera por el final y sin embargo en ese momento, lo último que deseaba era que el beso llegara a su fin.

Se animó a tocarlo, llevó sus manos a sus brazos primero y a su torso después, eran movimientos sutiles, se estaban conteniendo. De no haber estado en aquel lugar rodeados de personas, hubiera podido desatar esa sensación que se acumulaba en su pecho, pero no podía, no quería hacer el ridículo, mucho menos llamar la atención.

Novak por su parte había caído en la perdición de la fantasía cumplida, con la creciente sensación de que era mejor que en sus sueños. Sus labios, su boca, su cuerpo, todo parecía una pieza de rompecabezas que encajaba a la perfección en el hueco de sus manos, que se enredaba incisiva en su lengua despertado chispas con cada roce. Ejerció más presión en su cintura, llevaba tanto tiempo sin sentir algo así que tuvo que recordarse a sí mismo donde se encontraban.

Entonces comenzó a separarse lentamente, aún con los ojos cerrados, como si no quisiera hacerlo en  realidad y cuando finalmente abrió los ojos, los de ella lo miraban habiendo recuperado la alegría, incluso con un dejo de deseo muy parecido al que él mismo sentía.

Iba a invitarla a acompañarlo, quería llevarla a donde fuera que pudieran estar solos, quería que aquello hubiera sido solo el comienzo y ella parecía esperar la invitación con la expectación de los ojos suplicantes, pero entonces la realidad regresó como un cachetazo estridente.

-No sabía que las putas leían libros.- oyeron los dos al mismo tiempo.

Habían oído una voz por lo bajo, pero tan resonante en sus oídos que logró romper la burbuja en la que habían ascendido juntos.

Simone volvió a ponerse el abrigo con prisa y comenzó a alejarse.

-Tengo que volver.- le dijo mientras buscaba la salida y Novak tuvo que decidir si la seguía o le partía la cara al imbécil que se había animado a romper el primer beso real que daba en su vida

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora