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Aquella tarde se había convertido en el último contacto de Simone con el mundo exterior. La reprimenda por su tardanza había vuelto a dejar marcas que no eran justificables para una maestra de jardín.

Por eso Rony había avisado que estaba enferma. Había hablado con la directora y había regresado cada tarde para esperar la salida de Florencia.

Esa jovencita había logrado atravesar sus múltiples capas para llegar a convencerlo de que en verdad le gustaba.

Todo gracias a su valentía y determinación.

Una tarde, en la que caminaban juntos y las gomitas de azúcar se habían acabado, ella le propuso ir por más y en el desvío habían terminado sentados en la mesa de un bar, en esa vereda, con el sol obligandola a cerrar su pequeños ojos.

Él le había ofrecido sus anteojos. No entendía lo que le pasaba con ella. Desde el primer día que la había visto sonreír había sentido algo diferente. Era un hombre acostumbrado a rodearse de mujeres exuberantes con poca ropa y buena predisposición. Era consciente de que había aprovechado su posición para beneficios placenteros, que se había dejado sobornar con bocas abiertas y manos hacendosas. No estaba orgulloso de eso, pero tampoco había encontrado otro camino.

Siempre había sentido que su aspecto solo le permitía tomar las cosas por la fuerza, no en el sentido literal, nunca había hecho nada que la otra persona no hubiera aceptado, aunque en aquel club las mujeres no solían tener mucha opción.

No conocía la forma de seducir a una mujer, no sabía cómo ser romántico, mucho menos como había hecho que una joven risueña y dulce como Florencia, insistiera en pasar tiempo con él.

Al principio se había querido convencer de que lo hacía por Simone, pero esa tarde, en esa mesa de un bar cualquiera, con la gente pasando a su lado sin mirarlos, comenzó a creer que algo así era posible en su vida.

-Dejá, me quedan feos.- le había dicho Florencia intentando devolverle los lentes, pero él los había tomado y se los había colocado con suavidad.

-Sos tan linda, que nada te queda feo.- le dijo y esa voz suave sonó tan paradójica de sus gruesos labios que Florencia no pudo evitar que sus mejillas se vuelvan coloradas.

-Gracias, Rony. Sabes que cada día me está gustando más caminar con vos. No se cual es tu situación sentimental, me dio la impresión de que Simo quería decirme algo acerca de eso, pero al final no lo hizo. Igualmente no quería dejar de decírtelo. ¿A vos te gusta pasar tiempo conmigo?- le preguntó tan inocente, tan genuina, con tanta esperanza en la mirada que había dejado descubierta al quitarse las gafas, que Rony no quiso lastimarla.

-Claro que me gusta, aunque todavía no entiendo lo que ves en mi.- le respondió con tanta sinceridad como puedo.

Entonces ella había tomado sus manos sobre la mesa.

-Esto.- le había respondido sin quitarle los ojos de los suyos.

-Me gustaría saber a dónde nos podría llevar esto.- le había dicho y él había ganado una sonrisa que solo se había borrado al ver el rostro de Simone marcado, una vez más.

Ahora esperaba a Florencia, quería caminar junto a ella para recuperar la paz que solo ella le daba. Le había pedido que la esperara y él lo hacía con paciencia.

-DIsculpá.- oyó que lo llamaban y al girar la imagen de Novak agazapado, como si temiera recibir un golpe de su parte lo buscaba con la miraba.

Rony lo miró habilitando su palabra y Novak por fin se paró derecho.

-Solo quería saber de Simone, ¿ella está bien?- le preguntó con temor a la respuesta.

Rony apretó los labios y Novak supo que sus sospechas eran ciertas, ella no estaba bien, la tardanza por su culpa le había costado caro y ahora no sabía cómo ayudarla.

-Necesito verla.- dijo con desesperación y Rony negó con su cabeza.

-Por favor, necesito verla.- repitió con su voz quebrada por la impotencia.

-Mirá Novak, pareces tener buena intención, pero lo mejor es que regreses con tu familia y te olvides de ella. ¿Pensas que no intenté sacarla de ahí? Pero simplemente no se puede.- le dijo con sinceridad y Novak comenzó a negar con su cabeza.

-No se lo que piensa ella, pero mi familia ya no existe. Mila es mi mundo, pero soy un hombre libre, si ella cree algo diferente necesito que sepa que no es así, solo quiero ayudarla. Por favor, necesito verla. - suplicó y el grandulón suspiró como un niño abatido.

Creía haber visto que Novak era un buen hombre y esto confirmaba que su instinto no se había equivocado

-Aunque quiera, no puedo ayudarte. Ella no va a poder..-. Comenzó a explicarle y él tomó un papel para anotar algo en él.

-Solo quiero verla, ¿Podrías llevarla? Por favor.- le pidió casi con tono de súplica, entregandole un papel con una dirección.

-No voy a llevarla a tu casa. ¿Qué pretendes? ¡Que me quede en la puerta mientras vos...- le dijo imaginando que aquel hombre la buscaba por lo mismo que todos los hombres que conocía.

Novak negó con su cabeza mientras agitaba los brazos.

-No, no, es la dirección de un librería, hay una lectura de un libro que yo...- comenzó a explicar y al ver Rony alzaba su vista sobre su cabeza, giró y vio a Florencia acercarse.

-Bueno, lo voy a intentar, ahora ándate.- le dijo con tanta determinación que Novak decidió seguir su camino como si solo le hubiera preguntado una dirección.

Dio unos pasos para alejarse y giró para ver cómo aquel hombre saludaba con afecto a la pequeña maestra y quiso creer que a lo mejor no estaba todo perdido.

La pareja pasó por su lado y él disimuló que leía su celular, entonces Rony cruzó una ligera mirada y creyó ver que asentía con su cabeza. Entonces por fin dejó aquella vereda que tantas tardes había caminado junto a ella para comenzar a crear escenas en su mente en las que ella aparecía y acepta acompañarlo hasta el fin del mundo.

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora