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Todo lo que la voz de Novak había producido en el cuerpo de Simone se vio reemplazado en el momento en el que sus ojos produjeron contacto visual con él. Estaba parado sobre sus zapatillas gastadas, llevaba un jean demasiado ancho y una chomba amarilla que bien hubiera podido corresponder a un hombre que ya fuera abuelo. Si bien sus ojos seguían transmitiendo que tenía mucho más que esa imagen para ofrecer, su cabello había vuelto a verse desalineado y su barba continuaba siendo desprolija.

  -¿Me esperabas a mi?- repitió al ver que ella  no respondía, era increíble cómo incluso con esa ropa insulsa, esos zapatos bajos y esa camisa abrochada hasta el último botón, ella seguía siendo hermosa a sus ojos.

  Simone se obligó a salir del momento de la sorpresa. Al fin y al cabo estaba allí, lo había querido ver, lo había imaginado en su soledad. Debía hacerse cargo de su decisión.

  -Aunque todavía no entiendo que buscas, acá estoy.- le dijo queriendo sonar desinteresada, pero estudiando su reacción con disimulo y justo cuando notó esa mueca en la comisura de sus labios, supo que en verdad quería que él la encontrara diferente, que no viera su oscuridad, que no descubriera que era una mala mujer. Y aunque lo deseaba con toda su alma, no sabía cómo hacerlo.

  Si se hubiese tratado de seducirlo, se hubiera acercado, hubiera rozado su brazo, hubiera volcado sus ojos y hubiera enseñado su piel, pero no era lo que quería. El ya había tenido la oportunidad y había pasado de ella, ahora buscaba algo más, algo que en verdad nunca había visto, nunca había sentido.

   -Con eso me basta...- le dijo él alzando su mano para indicarle el camino por el cual comenzar a caminar.

  -Por ahora.- agregó por lo bajo y aunque ella lo oyó no quiso voltear, se limitó a sonreír y comenzar a mover sus pies.

  No entendía lo que estaba ocurriendo, pero por primera vez en su vida, era algo que parecía hacerle bien, como la voz de Spinetta en su walkman, como los bombones de chocolate que a veces le entregaba Rony de contrabando.  Un oasis en su infierno, en uno del que no se creía capaz de escapar.

  -Si me permitís, me gustaría tomar otro camino.- le dijo luego de unos minutos de silencio y ella alzó su vista con sospecha.

  -Es muy parecido, pero tiene algo que me gustaría mostrarte.- le dijo como si fuera una víctima acusada de algo en lo que no tenía nada que ver.

  No quería engañarla, no quería hacerle daño en absoluto, estaba dispuesto a respetar sus tiempos, los miedos que creía haber visto en sus ojos, la pena que llevaba tatuada en su piel. Todavía no sabía el porque pero quería intentarlo. Quería ser alguien importante para ella, en el fondo necesitaba ser alguien importante para alguien.

  -Ok.- respondió SImone y siguiendo sus indicaciones doblaron a la derecha para desviarse unas cuadras.

  -Tengo que llegar a tiempo, no creo que pueda caminar mucho más de lo habitual.- le dijo cuando vio que no retomaban la dirección. El sabía a lo que se dedicaba, no tenía que fingir ni inventar excusas, tenía que regresar porque no era libre, no tenía opción, aunque él intentara querer hacerle creer que si.

  -Te prometo que llegaras a tiempo, pero creo que vale la pena.- le dijo apresurando un poco el paso y ella volvió a sonreír. Su prisa lo hacía ver gracioso, pero considerado a la vez. Era una mezcla adorable que no quiso dejar pasar.

  -Es acá.- señaló interrumpiendo su sonrisa.

  En medio de aquel barrio elegante una barranca mostraba el río desde lo alto, con el sol reflejando su inminente ocaso en su oleaje pausado pero determinante. La vegetación desde aquella pared baja hasta el río hacía imposible ver dónde comenzaba y ella se llevó ambas manos a la boca.

Arráncame el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora