La fiesta privada:

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Cuando colgó la llamada del teléfono móvil, Romina se sintió más tranquila. Le había asegurado a Raúl que se había ido sin su consentimiento, presionada por una mujer alterada y dos furiosos hombres, que la asustaron. Además le aseguró que iría a la fiesta de Brown y que la tuvieran en cuenta. Al volver al departamento, A.J. no le dijo nada ni osó tocarla, trabajaba aquella noche y necesitaba estar "intacta", como ellos llamaban a las mujeres que no habían sido golpeadas.

Ebony, su compañera de cuarto, le pasó un papel.

—Es la dirección de la mujer que las vestirá para la fiesta, nena —le dijo con una envidia que no intentó ocultar—. ¿Cómo lo conseguiste?

La joven hizo un gesto de cansancio y no le respondió porque hacerlo equivalía a comenzar una pelea. La mujer era brava y sabía que debía llevarse bien con ella, si no tendría problemas con A.J., ya que era su preferida.

—A.J. me dijo que intentaría ponerme en el grupo, pero al final no pudo. No importa... de todos modos, tengo un cliente importante —dijo, mientras se tiraba en la cama y se sacaba los zapatos de taco alto. Tenía la piel oscura y el cabello tan rizado que ocultó toda la almohada. Parecía mayor, sin embargo era muy joven aún. Tenía solo 22 años y estaba allí por decisión propia, aunque en sus inicios no fue así. Era ambiciosa y competitiva con sus compañeras.

—Estás muy callada hoy. ¿No quieres saber quién es mi cliente?

—¿Quién? —preguntó Romina sin interesarle en lo más mínimo.

Estaba buscando en su bolso algo de ropa que estuviera en condiciones y que le permitiera llegar a la estilista sin parecer una pordiosera. Sacó un pantalón negro y una camisa, que volvió a dejar porque estaba manchada.

—¿Vas a ponerte eso, nena? —le preguntó frunciendo la nariz.

—No tengo mucho para elegir —replicó desanimada.

—¿Y qué llevarás de abrigo? Sé que es lejos de la ciudad y está fresco.

—Mi campera roja.

Ebony se levantó y fue a un ropero, propiedad exclusiva de ella. Tomó un saco y se lo lanzó.

—Ponte este, te verás decente, nena.

Romina lo tomó al vuelo y se quedó con la boca abierta, mientras sus manos recorrían la gruesa tela de color negro. Era una prenda de muy buena calidad y, seguramente, muy cara. La miró, haciendo la pregunta con los ojos.

—Un regalo de mi nuevo cliente, nena —dijo, sonriendo.

—¡¿Quién es tu nuevo cliente?! —preguntó sorprendida.

—Ahhhh, ahora sí te interesa...

—Vamos, Ebony... ¿quién es?

—Leo Alessi.

—¿El hijo del vicegobernador? ¿El que quiere ser diputado? —preguntó, estupefacta. El rostro guapo de un joven vino a ella.

—El mismo, nos conocimos hace dos meses y hemos estado hablando casi todos los días —dijo, mientras miraba su celular, que tenía la pantalla partida—. Me iré con él y nos casaremos.

Romina se sorprendió, esa clase de personajes no se casaban con mujeres como ellas. Ebony tenía más experiencia que ella en esos asuntos y supuso que debía estar lo suficientemente segura como para darlo por hecho.

—A.J. no tiene que saberlo —murmuró.

Su compañera de cuarto le aseguró que no diría nada, mientras colocaba el saco en una percha que colgó de la manija del ropero. Se veía hermoso y sonrió.

Ecos de la memoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora