El eco de los pasos resonaba por el pasillo, un sonido metódico que se acercaba como una sentencia. Tac... Tac... Tac... El hombre en el suelo, con la cara magullada y el cuerpo dolorido, apenas podía comprender en qué momento todo había salido tan mal. Apenas hacía unas horas, su vida parecía estar bajo control, pero ahora yacía allí, impotente y humillado.
Intentó incorporarse, pero el dolor en sus costillas le cortó el aliento. Se recostó de nuevo, cerrando los ojos mientras un mareo creciente nublaba su visión. Los recuerdos recientes se mezclaban con el miedo, y todo lo que podía hacer era formular la misma pregunta una y otra vez en su mente: *¿Por qué?*
Tac... Tac... Tac... Los pasos seguían acercándose. El hombre giró la cabeza, tratando de ver algo entre las sombras que se cernían sobre él. Lo que vio le hizo estremecerse: una figura alta, elegante, caminando despacio, con la precisión de un cazador acercándose a su presa. A cada paso, el sonido de los zapatos resonaba en las paredes vacías, amplificando la tensión en el aire.
—¿Por qué me hiciste esto? —murmuró el hombre, con la voz apenas audible.
Su garganta estaba seca, y cada palabra le costaba un esfuerzo titánico. Sabía que no obtendría respuesta, pero aún así, tenía que intentarlo. Lo necesitaba. El miedo y la desesperación se enredaban en su pecho como un nudo imposible de desatar.
La figura se detuvo frente a él, pero no dijo nada. La mirada desde arriba era fría, impenetrable, como si observara a un insecto aplastado. El hombre en el suelo respiró con dificultad, tratando de mantenerse consciente. Sabía quién era, lo había sabido desde el principio. La traición le ardía en la mente.
—¿Acaso no te ayudé...? —su voz apenas era un susurro, el eco de su desesperación rebotando en las paredes.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Cada segundo que pasaba sin respuesta era como un peso aplastante sobre su pecho. Quería gritar, quería levantarse y enfrentarlo, pero su cuerpo no le respondía. Solo el eco de su voz le devolvía algo, pero no era lo que él esperaba. Era un recordatorio cruel de su impotencia, de su derrota inminente.
—¿Alguna vez me...?
No pudo terminar la frase. Una sombra más oscura se cernió sobre él, y antes de que pudiera reaccionar, sintió el impacto. Un golpe seco en la cabeza apagó sus pensamientos, sumiéndolo en una oscuridad profunda y sin fondo. El dolor se desvaneció en un instante, reemplazado por un frío aterrador.
Los hombres que lo rodeaban lo levantaron sin esfuerzo, como si fuera un muñeco roto. Sus cuerpos formaban una barrera alrededor de la figura que los observaba con indiferencia, la misma persona a quien él había dirigido esas preguntas antes de ser silenciado.
El pasillo volvió a quedar en silencio, roto solo por el ruido lejano de los pasos que se alejaban. Tac... Tac... Tac... Y con cada paso, el eco de la traición resonaba en las paredes, cada vez más lejano, hasta desvanecerse en la nada.
La figura observó por última vez el lugar, asegurándose de que no quedara rastro del acto. Luego, con la misma elegancia y precisión con la que había llegado, desapareció en la penumbra del pasillo, dejando tras de sí solo la quietud implacable de la oscuridad.
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Dinastía: Herederos
RomanceEn un mundo donde el poder y la riqueza dictan el destino de las personas, los herederos de las dos compañías de construcción más prestigiosas del país se enfrentan en una batalla sin cuartel por un contrato que podría definir el futuro de sus imper...