Capitulo 30: Domingo de feromonas

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El tiempo había pasado volando. Minju se había dedicado a copiar los apuntes de William y ahora, exhausto, le dolía la mano. Entre las copias y su intento de investigar un poco sobre el proyecto, el día se le había ido. No había tenido tiempo para pensar en otro tema que no fuera el que le interesaba originalmente, pero, con los eventos recientes, había dejado de lado la idea de presentarlo. El proyecto trataba sobre los omegas y el problema del sistema que los veía más como herramientas que como personas. Aunque tener a William en su equipo facilitaba las cosas, la reciente incorporación de un nuevo miembro lo había hecho reconsiderar. Quizás sería mejor cambiar a un tema menos personal; no quería correr el riesgo de cometer un error.

Después de horas de investigación, finalmente encontró algunos títulos interesantes para discutir con William y Aidan a la mañana siguiente. Sabía que el profesor esperaba que entregaran el nombre del proyecto cuanto antes, pero William, con su habilidad persuasiva, había conseguido una extensión hasta el lunes. Sin embargo, Minju tenía claro que esa sería la única concesión, y que tendrían que entregar la propuesta al día siguiente sin falta. Agradecía haber avanzado rápido, aunque el agotamiento ya lo dominaba.

Cerró el cuaderno con los apuntes de William y miró la hora: diez de la noche. No era demasiado tarde, pero ya habían pasado la hora de cierre y pronto apagarían las luces. Aun así, hasta hace poco había escuchado estudiantes caminando por los pasillos. Después de todo, seguía siendo día de lavado, y muchos aún recogían sus cosas. Sabía que algunos dejaban todo para el último momento. Decidió esperar a que el pasillo quedara en completo silencio antes de salir de su habitación con las sábanas para lavar.

Cuando finalmente no escuchó más pasos, salió con cautela. Miró a ambos lados, asegurándose de que no hubiera nadie cerca. Luego, con rapidez y sin perder tiempo, fue directo a la lavandería. Aunque había esperado un buen rato para no cruzarse con nadie, el camino no fue tan solitario como había previsto. Varios estudiantes, con ropa en las manos, también se dirigían a la lavandería. Tal como temía, el lugar estaba más concurrido de lo que le hubiera gustado.

Bufó ligeramente, ajustando las sábanas bajo su brazo mientras avanzaba. Comenzó a rezar para que la lavandería no estuviera abarrotada. Si no, todo su plan de hacerlo rápido y sin cruzarse con nadie se iría al diablo.

Para su alivio, cuando llegó, la lavandería estaba vacía. Sin perder tiempo, abrió una de las lavadoras y, sin ceremonia, dejó caer las sábanas dentro. El sonido seco del cierre metálico resonó en el pequeño espacio mientras programaba el temporizador. Un zumbido suave vibró desde el panel, indicando el inicio del ciclo. Minju no esperó más y, con un giro rápido, salió rumbo a la biblioteca.

Su mente ya no estaba en la lavandería, sino en el libro que necesitaba. Caminó con su paso habitual, firme y calculado, su mirada fija mientras se sumergía en sus pensamientos. Al llegar a la biblioteca, recorrió los estantes con movimientos rápidos y precisos, hasta encontrar el libro que buscaba. La cubierta estaba desgastada, pero lo tomó con satisfacción, deslizando las yemas de los dedos por el lomo antes de sujetarlo bajo el brazo.

Con el libro en mano, regresó a la lavandería. El ciclo había terminado. Abrió la puerta de la lavadora y el vapor escapó en una bocanada cálida. Sacó las sábanas, aún tibias, y las dobló con más cuidado del que había puesto al sacarlas.

Con las sábanas en brazos, caminó de vuelta a su dormitorio. Los pasillos estaban vacíos, el silencio lo envolvía, y Minju no pudo evitar sentirse ligeramente aliviado. Al entrar al cuarto, se encontró con William profundamente dormido. Había regresado más temprano de lo que Minju esperaba. El ambiente olía ligeramente a licor. Minju alumbró con la linterna de su celular hacia la cama de William y lo encontró tirado de cualquier manera, con la ropa hecha un desastre y las piernas colgando del borde de la cama.

Dinastía: HerederosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora