capitulo 14: Secreto revelado

160 20 1
                                    

Saliendo de la clase de economía, Minju caminaba junto a Matías hacia la sala de psicología. El pasillo estaba tranquilo, y Matías, sorprendentemente, no hizo mención alguna sobre las feromonas que Minju había liberado en la clase anterior. La conversación entre ambos fluyó de manera natural, sin tensiones.

William, que seguía a Minju como un perro guardián, lanzaba miradas cargadas de rabia contenida hacia Matías y este aunque sentía la hostilidad de William, decidió no prestarle atención y continuó en silencio.

Al llegar al aula de psicología, Minju se dirigió a los primeros puestos, decidido a prestar toda su atención a la materia, a pesar de que no era especialmente relevante para él. Sabía que solo la cursarían durante el primer semestre, pero quería aprovecharla al máximo. William, que tenía la intención de sentarse a su lado, fue sorprendido cuando Matías se adelantó y, sin decir una palabra, lo desplazó con un movimiento firme.
William se quedó en silencio, irritado e intrigado, y optó por sentarse en la parte trasera del aula. Desde allí, observaba a Matías con desdén.

Justo cuando Matías se acomodaba, la profesora entró en la clase. Era una mujer de cabello castaño y ondulado, brillante, que caía sobre sus hombros con elegancia. Sus ojos violeta, profundos y cautivadores, proyectaban una calma serena que envolvía el aula. Los estudiantes, sorprendidos por su belleza, como era su naturaleza comenzaron a liberar feromonas.

Minju, distraído al principio, empezó a notar la atmósfera densa y cargada. Podía resistir las feromonas de un alfa, pero no la de tantos al mismo tiempo. A su lado, Matías también se sentía perturbado y, con una intención casi inconsciente, liberó sus propias feromonas, llenando el ambiente con un aroma a cereza suave y envolvente que comenzó a calmar a los demás.

Sin embargo, el corazón de Minju latía con fuerza, y por más que intentaba mantener la compostura, el aroma persistente lo hacía perder la concentración. Por su parte Matías, consciente de la situación, miró a Minju con preocupación.
La profesora Anne, percibiendo la atmósfera inusual en la clase, se presentó con una sonrisa amable.

—Mucho gusto, mi nombre es Anne Bous. Pueden llamarme Anne —dijo mientras caminaba hacia las ventanas y las abría de par en par, intentando ventilar el aula.

Minju, todavía afectado por las feromonas, comenzó a sentir calor y sudor en la frente. Desesperado, En un momento, levantó la mirada y se encontró con los ojos de la profesora. Está parecía comprender lo que estaba ocurriendo.

—Joven Minju —lo llamó Anne desde su escritorio, mientras revisaba una carpeta—, ¿podrías llevar esta carpeta a la oficina de administración y pedirles que me cambien la nómina de alumnos? La que tengo se manchó con café.

Minju, incómodo, se levantó con una sonrisa forzada y tomó la carpeta. La profesora le devolvió una sonrisa dulce y comprensiva.

Minju salió del aula apresuradamente, con la carpeta de la profesora Anne en una mano y el sudor corriéndole por la frente. El pasillo estaba casi vacío, Sentía el calor acumulándose en su cuerpo, el corazón martillando en su pecho, acelerado por la densa atmósfera que había dejado atrás. La presión de las feromonas de los alfas, mezclada con el dulce aroma a cereza de Matías, seguía persiguiéndolo, envolviéndolo en una nube de sensaciones confusas.

Pasó de largo la oficina administrativa sin siquiera detenerse. Sus pensamientos estaban en otra parte, necesitaba llegar al baño lo antes posible. Al doblar la esquina del pasillo, finalmente vio la puerta con el cartel que indicaba "Baños". El alivio fue instantáneo. Se apresuró a entrar, dejando la carpeta sobre el lavabo antes de encerrarse en uno de los cubículos.

Abrió la regadera con un movimiento brusco, dejando que el agua fría cayera sobre sus manos y luego sobre su rostro. Respiró hondo, intentando calmar el calor interno que lo agobiaba, pero no era suficiente. Su piel seguía ardiendo, y sus feromonas seguían escapándose de su control, envolviéndolo en un aura casi palpable de tensión. Se miró en el espejo de la pequeña puerta del cubículo, su reflejo devolviéndole la mirada con ojos febriles.

Después de casi media hora, seguía sin poder controlar su situación. Había utilizado jabón neutralizador, pero nada parecía funcionar; sus feromonas seguían brotando sin control. De paso, había dejado su celular en la habitación, así que no podía pedirle a William que le trajera un supresor. La desesperación empezaba a invadirlo. Había pasado toda la mañana expuesto a feromonas y, al estar tan cerca de Matías, no había tenido tiempo de ir por un supresor. "Todo es culpa de ese idiota", pensaba con frustración.
Minju estaba sumergido en sus pensamientos cuando un ruido lo sacó de su concentración. El eco de la puerta del baño al abrirse resonó en el amplio espacio vacío. Algo no estaba bien. Estaba seguro de que había trabado la puerta al entrar. El sonido de pasos resonaba en los fríos azulejos del suelo, y pronto, una sombra empezó a moverse entre los cubículos, abriéndolos uno por uno con un chirrido metálico.

El corazón de Minju comenzó a latir con más fuerza, golpeando su pecho como un tambor desaforado. Se apoyó contra la pared del cubículo, sintiendo el frío de los azulejos a través de su piel mojada. El agua seguía cayendo de la regadera, pero ya no le proporcionaba alivio. Su respiración se aceleraba, y aunque intentaba no hacer ruido, cada inhalación se sentía demasiado fuerte en medio del silencio tenso que lo rodeaba. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que el intruso llegara hasta él.

Cada puerta que se abría a lo largo de los cubículos parecía alargar su agonía. El chirrido oxidado era un recordatorio de que su escondite no duraría para siempre. El aire en el baño estaba cargado con una mezcla de su propio miedo y las feromonas que seguían escapando sin control. Los pasos eran firmes, casi calculados, como si quien los daba estuviera disfrutando de su búsqueda.

¿Cómo es que me metí en esto?, pensaba mientras la desesperación se apoderaba de él. Apenas llevaba dos días de haber llegado y ya estaba metido en problemas. El sudor frío en su frente se mezclaba con el agua que caía sobre él, y las gotas se deslizaban por su rostro, ocultando en parte su angustia.

Un silencio repentino lo invadió cuando el dueño de los pasos se detuvo. Minju contuvo el aliento, apretando los puños con fuerza. El chirrido de la siguiente puerta no llegó. En su lugar, una voz resonó en el baño, grave y áspera, pero con un matiz de burla.

—Imagino que tienes que ser uno de los nuevos —dijo la voz, con una frialdad que hizo que el cuerpo de Minju se tensara aún más—. ¿No te dijeron que cuando tienes síntomas de celo, debes quedarte en tu habitación?

El tono seco y dominante lo paralizó. Minju conocía esa voz. El tiempo pareció detenerse por un instante mientras su mente procesaba lo que acababa de escuchar. Esa voz… esa voz era inconfundible. Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando lo supo con certeza. Era él.

Elian. Otra vez.

Minju apretó los dientes, maldiciendo su suerte. Elian estaba ahí, y sabía que estaba acorralado, su secreto mejor guardado ahora estaba en manos de su peor enemigo.

Dinastía: HerederosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora