Después de que la profesora se retiró, Minju empujó la puerta de su habitación. El aire en el dormitorio era fresco, pero la sensación de incomodidad y el ligero mareo le indicaban que los supresores que Matías le había dado estaban perdiendo efecto. Su cabeza zumbaba, y el ardor en su cuerpo aumentaba con cada respiración. Sabía que no le quedaba mucho tiempo antes de que las feromonas comenzaran a manifestarse nuevamente. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando mantener la calma mientras caminaba hacia su escritorio.
Sus manos temblaban, aunque sabía que debía darse prisa. Abrió el cajón con torpeza y comenzó a buscar el pequeño frasco que siempre mantenía oculto al fondo. Lo encontró y, con una mezcla de urgencia y alivio, tomó uno de los supresores. El medicamento bajó por su garganta, y Minju se dejó caer en la silla. El alivio comenzó a asentarse lentamente en su cuerpo, calmando el malestar. Sin embargo, junto con la calma física vino un cansancio que no podía ignorar.
Cerró los ojos por un momento, dejando que el medicamento hiciera su trabajo. Estaría bien, pero el peso del día y el estrés mental lo hacían sentir agotado. Miro hacia su celular, que no había dejado de vibrar desde hacía un rato. La pantalla parpadeaba con varias notificaciones. Al deslizar el dedo para desbloquearla, se encontró con múltiples llamadas perdidas de William y varios mensajes sin leer:
[Hey, ¿dónde estás?]
[Te vi muy raro.]
[¿Necesitas ayuda?]
[Creo que puedo ir, pediré permiso.]
[La profesora salió a buscarte.]
[¿Puedes contestar mis llamadas, por favor?]Minju suspiró profundamente y se frotó los ojos. William siempre estaba preocupado por él, intentando protegerlo, aunque no comprendiera completamente lo que pasaba. Según lo que Matías le había contado, William incluso había ido a su habitación a buscar los supresores cuando notó que Minju no se encontraba bien. Probablemente ahora estaría recorriendo todo el internado, desesperado por encontrarlo. Sin embargo, sin las feromonas, esa tarea sería casi imposible.
Minju decidió tranquilizarlo con un mensaje rápido.
[Ya estoy en la habitación, no te preocupes.]
Después de enviarlo, Minju se puso de pie lentamente. El cansancio aún pesaba en su cuerpo, pero sabía que debía quitarse el uniforme y ponerse algo más cómodo. Mientras desabrochaba la camisa, un aroma dulce y familiar llegó a su nariz. Era un leve pero inconfundible aroma a cereza. Parpadeó un par de veces antes de recordar que estaba usando el uniforme de Matías. Un ligero rubor coloreó sus mejillas mientras levantaba la camisa y, sin pensarlo demasiado, la acercó de nuevo a su rostro, inhalando el aroma.
La acción lo sorprendió. Apenas se dio cuenta de lo que estaba haciendo cuando el calor del rubor en su rostro se intensificó. "El celo," pensó, soltando la camisa bruscamente. El maldito celo sacaba lo peor de su naturaleza omega, esa parte de sí mismo que prefería mantener oculta. Después de todo, Matías era un alfa dominante. Y ahora, él estaba ahí, oliendo su ropa como si fuera un adolescente con una ridícula fascinación.
Con esfuerzo, sacudió la cabeza para despejar esos pensamientos y comenzó a doblar la ropa con cuidado. Mientras lo hacía, las palabras de su abuelo resonaron en su mente: "Matías es ambicioso." Lo había escuchado tantas veces que le resultaba difícil ignorarlo. Sabía que debía ser cauteloso con él. Pero, por alguna razón, no podía evitar preguntarse si la ayuda de Matías había sido solo un gesto de amabilidad o si había algo más detrás. ¿Por qué lo había ayudado sin dudar ni un momento? ¿Lo hacía por amistad o porque veía en Minju una oportunidad para algún beneficio futuro?
Mientras doblaba la camisa, los pensamientos comenzaron a conectarse, y la realidad de su situación lo golpeó. La verdadera razón por la que estaba en ese internado no era solo por su educación o por un capricho de su abuelo. Todo formaba parte de un plan más grande. El contrato con el padre de Matías, relacionado con la fábrica que su familia necesitaba asegurar, era el motivo principal. Y ahora, como un giro irónico del destino, había puesto en manos de los Cardozo un arma que podrían usar en su contra si el acuerdo no resultaba como lo habían planeado. Su segundo género, su naturaleza omega, una vez más amenazaba con arruinar sus planes.

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Dinastía: Herederos
Roman d'amourEn un mundo donde el poder y la riqueza dictan el destino de las personas, los herederos de las dos compañías de construcción más prestigiosas del país se enfrentan en una batalla sin cuartel por un contrato que podría definir el futuro de sus imper...