Capitulo 23: Flores amarillas

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Minju dejó el plato vacío a un lado, mirando con indiferencia el reloj en la pared. El desayuno había sido simple, como de costumbre, pero ahora su mente vagaba hacia el almuerzo. ¿Qué pediría hoy? Pero más allá de la comida, había algo que lo incomodaba más: el dolor en su espalda.

Se inclinó hacia adelante en la silla, moviéndose de un lado a otro, buscando alivio, pero la molestia persistía. El dolor era agudo, y con cada movimiento sentía cómo la incomodidad se extendía por su columna. Frunció el ceño, fastidiado, sabiendo que no podría concentrarse en nada si seguía así.

Tomó el teléfono y deslizó los dedos por la pantalla, buscando el contacto de Matías. Minju sabía que podía confiar en él para cualquier favor. Pensó en pedirle un analgésico. "Nada complicado", murmuró para sí mismo, mientras redactaba el mensaje: "Oye, Matías, ¿puedes traerme algo para el dolor de espalda?"

Antes de enviarlo, lo leyó una vez más, sintiendo una ligera frustración al depender de alguien para algo tan básico. Pero el dolor le recordó que no podía ignorarlo por más tiempo. Con un suspiro, presionó enviar y dejó el teléfono a un lado, esperando la respuesta.

Minju se dejó caer pesadamente en la cama. Ya no encontraba otra postura para escapar del dolor. Se retorció un poco, buscando la almohada perfecta, hasta que encontró una lo suficientemente gruesa como para acomodarla bajo el arco de su espalda. Un suspiro aliviado salió de sus labios al sentir un poco de alivio. Miró al techo, el blanco apagado de la habitación no ofrecía ninguna distracción, pero le permitía hundirse en sus pensamientos sin interrupciones.

Matías debería estar llegando en cualquier momento con el almuerzo y el analgésico. El dolor había sido persistente, pero lo que más le inquietaba era cuántos favores ya le debía a ese chico. No era el tipo de persona que disfrutara depender de otros, y menos aún cuando, al final de cuentas, Matías sabía su secreto. Eso lo dejaba en una posición vulnerable. "Tendré que buscar algo para chantajearlo después", pensó con cinismo, aunque sabía que la broma no estaba tan alejada de la realidad.

Los documentos que su abuelo le había entregado no tenían nada incriminatorio de la familia Cardozo. A simple vista, parecía una familia perfecta. El padre era un empresario intachable, y Matías... bueno, Matías era todo lo que los medios adoraban. Inteligente, comprometido con el medio ambiente, con una imagen limpia que la prensa aplaudía. Sin embargo, había algo en él que no terminaba de convencer a Minju. Esa perfección... ¿era real o era solo una máscara?

Matías había estudiado los últimos dos años en un internado, lo que le daba un campo limitado de maniobra. Minju tendría que acercarse y hacer las conexiones correctas, encontrar el ángulo adecuado para descubrir algo turbio. Seguro que, si escarbaba lo suficiente, habría algún esqueleto escondido en el armario de la "familia perfecta". Quizá algún escándalo relacionado con su padre.

Aún recordaba la primera vez que vio fotos de Matías. En todas, aparecía impecable, casi como un modelo de revista. Era guapo, eso no podía negarlo. Siempre tenía el cabello perfectamente arreglado, como si no hubiera un solo día en que se permitiera el lujo de lucir desaliñado. Y siempre, siempre dispuesto a ayudar, como si el mundo entero dependiera de sus acciones. "¿Narcisista?", se preguntó Minju. Esa perfección inalcanzable... ¿sería una señal de alguien que solo vive para alimentar su propio ego?

Pero si Matías estaba fingiendo, lo hacía muy bien.

Minju, aún acostado en la cama, cerró los ojos por un momento. Era viernes, y el peso de la semana comenzaba a aplastarlo lentamente. Tenía que avisarle al profesor sobre los grupos del proyecto, algo que le provocaba más molestia de lo que debería. Estaba rodeado de alfas que, muy probablemente, jamás habían tocado un libro en su vida. Se imaginaba ya cómo mandarían a hacer el trabajo completo y luego simplemente expondrían, tomando el crédito sin esfuerzo. O peor aún, quizás hasta se reunieran para pagarle a alguien que lo hiciera por ellos. Había escuchado rumores de que cada año daban una beca a algún estudiante, generalmente a los de intercambio. En su clase había uno, pero no recordaba su nombre. Apenas había oído a unos betas comentando sobre él.

Dinastía: HerederosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora