La música comenzó a sonar, y el abuelo había elegido canciones clásicas, pero las más lentas, con la intención de permitir la conversación durante el baile. Esto facilitaba que la gente hablara en privado, "a la vieja escuela", como solía decir él. Minju había practicado los pasos de baile para cada una de las melodías, algo que su abuelo siempre le recordaba. Según él, los jóvenes de la élite eran obligados a aprender danza en los colegios, ya que los bailes eran una parte fundamental de los eventos en el exclusivo círculo social, y era crucial que supieran moverse con elegancia.
Mientras la música fluía, también lo hacían los pasos de Minju. Apenas sentía las miradas a su alrededor, aunque sabía que estaban ahí. La música lo relajaba tanto que lograba ignorar a todos. Su compañero lo observaba fijamente, pero Minju, con los ojos cerrados, se dejaba llevar por el ritmo. Lamentablemente, la idea de que todos los jóvenes de la élite sabían bailar era un mito. Minju ya comprendía por qué Elian no tenía equilibrio: parecía tener dos pies izquierdos.
—¡Ay! —exclamó Minju, apretando los dientes para contener el dolor. Luego, en un susurro, le espetó—: Llevas pisándome los pies desde que empezó la música hace doce minutos. ¿Es que no sabes bailar?
—No... —respondió Elian, nervioso—. Pero soy bueno siguiendo a los demás.
—¿Y cuál es tu definición de "bueno"? —le replicó Minju con una mirada fría.
—¿Estoy ante un experto bailarín? —contestó Elian, rodando los ojos.
—Entonces, ¿por qué me invitas a bailar si no sabes? —le devolvió la mirada Minju, también con desdén.
—Te salvé de que te devoraran las hienas del círculo social y ¿te quejas? Se dice "gracias". —Hizo una pausa y añadió—: ¿No te enseñaron etiqueta?
—¿Que si a mí no me enseñaron etiqueta? ¡Si el que no sabe bailar eres tú! —replicó Minju, y antes de que Elian pudiera responder, levantó su pie y aplastó el de su compañero con fuerza.
—¡Ay! —gritó Elian, atrayendo las miradas de todos a su alrededor. Dándose cuenta de la situación, rápidamente corrigió su reacción—: ¡Ay, qué buena pareja de baile somos! ¿Verdad, Minju?
Minju notó la gota de sudor bajando por la frente de Elian y no pudo evitar encontrarlo divertido.
—Claro, joven Ligh, espléndido baile —respondió, fingiendo cortesía.
Con la última vuelta, la canción llegó a su fin, y todos se dispersaron para descansar. Habían bailado al menos veinte minutos. El primer turno siempre era el más largo; los siguientes apenas duraban unos ocho minutos. Elian, notablemente cansado, se secaba el sudor con un pequeño paño. Mientras lo hacía, Minju lo observaba, como si lo escaneara, buscando detalles que aún no había descifrado.
Su cabello era castaño oscuro, casi negro, con destellos que solo se apreciaban bajo la luz adecuada. Tenía unos ojos finos y penetrantes, llenos de un atractivo peligroso que parecía ocultar secretos. Su nariz era punteaguda y erguida, una característica que le daba un aire de firmeza. Sin embargo, su rostro, de facciones delicadas y finas, no correspondía con lo que uno esperaría de un alfa dominante. A pesar de su altura considerable, su figura no imponía por su fuerza física, sino por una presencia más sutil y enigmática. Era imposible no notar cómo, aunque algunos rasgos le recordaban a su abuelo, no tenía nada en común con Del Toro, Este hombre era diferente, y su diferencia lo hacía aún más intrigante.
Mientras Minju lo observaba, perdido en sus pensamientos como de costumbre, la figura de Dante se acercó a ellos, interrumpiendo el momento.—Mi joven debutante estrella —dijo Dante con una sonrisa, y tanto Elian como Minju arquearon una ceja, mirándolo con extrañeza. Minju, con su habitual frialdad, se preguntó: ¿Cuándo le di la confianza para dirigirse a mí de esa manera?
—¿En qué puedo ayudarle, joven La'Rossa? —contestó Elian, en un tono más formal.
—¡Oh! —respondió Dante con una risa fingida—. Me refería al joven Moon, no a usted.
Minju encontró muy divertido cómo habían hecho a un lado a Elian; era la excusa perfecta para retirarse. Con una leve sonrisa, hizo una reverencia.
—Muchísimas gracias por acompañarme en el primer baile —dijo con cortesía.
—Para servirle, joven Minju —respondió Elian, imitando la reverencia.
Alrededor de ambos, las miradas curiosas del público seguían cada movimiento. Todos estaban expectantes ante la escena que se desarrollaba frente a ellos: los herederos de las dos constructoras más importantes del país, empresas rivales, y cuyos herederos supuestamente no se llevaban bien, demostrando una amistad, o al menos, eso aparentaban.
—Que baile más gratificante. En agradecimiento, le enviaré a mi profesor de baile —dijo Minju con un toque de sarcasmo en su voz—. Puede molestarlo todas las veces que lo necesite y a cualquier hora.
Las risas contenidas comenzaron a escucharse entre los espectadores. Minju había utilizado el arma más poderosa en el círculo social: un mensaje encriptado. En pocas palabras, le había dicho a Elian: "Sabes seguirme el ritmo, pero necesitas aprender a bailar." En resumen, lo había desarmado con una sutil burla.
Elian se quedó sin palabras, con la mandíbula tensa mientras el grupo a su alrededor se reía en silencio. Sin más, Minju se retiró con Dante, dejando a Elian lidiando con las consecuencias de la ingeniosa humillación.
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Dinastía: Herederos
RomanceEn un mundo donde el poder y la riqueza dictan el destino de las personas, los herederos de las dos compañías de construcción más prestigiosas del país se enfrentan en una batalla sin cuartel por un contrato que podría definir el futuro de sus imper...