Después de dejar a Elian, Dante lo condujo hasta el balcón principal. El reloj ya marcaba las doce, y la luna se encontraba en su punto exacto de luminosidad. Todas las luces alrededor habían sido apagadas, dejando que la única luz que iluminara el balcón fuera la de la luna. Dante observaba el rostro de Minju, buscando en su memoria si alguna vez lo había visto antes. El comentario anterior de Minju lo había dejado completamente desconcertado, y ahora buscaba una respuesta, pero las palabras no salían. Era la primera vez que sentía que no tenía el control de las cosas, y la persona que tenía frente a él era tan impredecible que no sabía si aquel comentario había sido hecho porque en realidad se conocían, o porque de alguna manera quería despertar su curiosidad. Un rostro como el de Minju no podía olvidarse fácilmente.
Por su parte, Minju, recostado en el balcón, observaba la belleza de la iluminación de la luna y cómo esta se reflejaba en el agua de la pequeña fuente frente a él, ignorando el ruido de la gente a sus espaldas. Para él, este era un escenario hermoso. Pocas veces en su vida se le había permitido salir a la calle debido a su anonimato. En las noches solía salir al patio con una bolsa de papel en la cabeza, con dos agujeros en los ojos para poder admirar la luna. Se sentía tan solitario que se veía reflejado en ella. "¿Cómo puede ser tan hermosa a pesar de estar tan sola?", pensaba. Pero también recordaba las palabras que le había dicho un niño en el orfanato: "Ella nunca está sola, siempre brilla y siempre hay una persona admirándola".
—La belleza no se pega, aunque me mires tanto —dijo Minju sin apartar la vista de la luna.
—Por más que te miro, no te recuerdo —replicó Dante mientras se acercaba a Minju y recostaba sus hombros sobre el balcón, inclinando la cabeza sobre sus brazos—. Y eso que tengo una memoria tan buena.
Minju ignoró el comentario de Dante y permaneció en silencio. Miró de reojo la posición de Dante y, en voz baja, le preguntó:
—¿Qué piensas de la luna?
—¿A qué te refieres? —preguntó Dante, levantando la cabeza para mirar a Minju.
—¿No crees que es solitaria? —hizo una pausa—. Está rodeada de estrellas, pero al final es ella quien alumbra por las noches.
—No me parece solitaria —dijo Dante, dirigiendo su mirada a la luna.
—Cuando era más pequeño, oí el relato del "sol y la luna" —Minju rió y cubrió su boca con una mano—. Los cuentos infantiles son aburridos.
Dante, expectante, interrumpió:
—La luna nunca está sola mientras tenga quien la admire por las noches.
Minju volvió a mirar a Dante, quien seguía observando la luna.
—¿Usas las mismas frases con todo el mundo?
Desconcertado, Dante respondió:
—¿De qué hablas? Es la primera vez que digo esto —por un momento, en la mente de Dante resonaron las palabras de Minju: "Tienes que recordarme."
Minju rio burlonamente y apartó su cara de Dante, mirando directamente hacia la fuente.
—Una vez oí a alguien decir que, aunque la luna se vea turbia sobre el agua, en la realidad sigue siendo hermosa, y eso es lo que importa.
Antes de que Dante pudiera responder a esa frase, el timbre que anunciaba el segundo turno de baile sonó. Minju caminó hacia las puertas y las abrió, dejándolo atrás una vez más, con las palabras en la boca. Dante, incrédulo y con la boca entreabierta, murmuró:
—Esa frase es mía.
°°°Minju entró al salón en busca del joven Smith, quien era el siguiente en su cartilla de baile. Aunque fuera el puesto tres, no tenía a nadie en el puesto dos, así que le tocó adelantar puestos. Mientras caminaba, podía observar cómo la cadena alimenticia estaba reflejada en el salón, y no precisamente hablaba de comida. Las personas que habían gastado cuantiosas cantidades de dinero para asistir al evento solo con el fin de conseguir contactos, los empresarios que llegaban con la intención de ofrecer a sus hijos en matrimonio y pactar nuevas sociedades, e incluso quienes adoptaban a Omegas y los ofrecían al mejor postor, dejaban a Minju completamente asqueado. Frente a él, cada persona reunida en grupo sonaba como una caja registradora y titulares de noticias. A pesar de tener solo quince años, había aprendido a analizar y prever futuras oportunidades.
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Dinastía: Herederos
RomanceEn un mundo donde el poder y la riqueza dictan el destino de las personas, los herederos de las dos compañías de construcción más prestigiosas del país se enfrentan en una batalla sin cuartel por un contrato que podría definir el futuro de sus imper...