Capitulo 18: Rugido de tripas.

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A la mañana siguiente, o mejor dicho, unas horas después, Minju se despertó con los ojos hinchados. Se estiró, sus músculos tensos y agotados. Un leve gemido escapó de sus labios al estirar los brazos por encima de su cabeza, sus ojos aún ardían, resentidos por las lágrimas que no había podido contener. Se levantó lentamente, un poco desorientado, y mientras se rascaba uno de sus ojos, con la otra mano alcanzó su celular que estaba sobre la mesita de noche.

La pantalla se encendió, revelando un par de mensajes de William:

[Me levanté tarde, no pude llevarte el desayuno :'( disculpa.]
[Prometo llevarte el almuerzo.]

Minju suspiró al leerlos, murmurando para sí mismo, “No es tu obligación servirme”. Bajó la vista hacia el suelo donde su ropa mojada y el paño aún estaban tirados, recordatorios de la tormenta interna que había sufrido la noche anterior. Con gesto mecánico, recogió todo y lo dejó en la cesta de lavado.

El frío de la mañana lo envolvía, a pesar de que ya eran las diez. Caminó hasta el armario y se detuvo un segundo, decidiendo qué hacer. Finalmente, buscó su cepillo de dientes y, mientras lo hacía, deslizó los pies en sus pantuflas de peluche con diseño de vaca. Para otros podrían parecer infantiles, pero para Minju eran funcionales, perfectas para combatir el frío.

Agarró también su jabón para la cara y la crema para las ojeras que últimamente usaba con más frecuencia. Antes de salir, se puso una vincha de conejo color azul para evitar mojarse el cabello mientras se lavaba la cara. Dio una última vuelta por el cuarto, asegurándose de no haber olvidado nada. Satisfecho, abrió la puerta de su dormitorio y, tras asegurarse de que no había nadie, salió con paso ligero con el sonido rítmico de sus pantuflas resonando en el pasillo vacío. Al pasar por la habitación de Julián, nuevamente a su mente pasaron las palabras de este. Minju sacudió su cabeza, tratando de borrar el pensamiento, y caminó al baño. Al llegar, se fijó si había alguien. Como no había nadie, colocó sus cosas sobre el tocador y se dirigió a uno de los cubículos con inodoro.

No hacía del 2 desde que salió de la mansión de su abuelo, hacía tres días, y este era su momento. Minju continuó con su actividad, pero de repente escuchó la puerta del baño abrirse. Puso sus manos en ambos lados del cubículo, nervioso. Pensaba, "¿Quién entraría a los baños del ala este? Todos deberían estar en clase". Minju consideró la posibilidad de que alguien hubiera pedido permiso para ir al baño, pero en el segundo piso, donde estaban los salones, también había baños. Era casi imposible que alguien viniera a los del ala este.

Mientras Minju se hacía teorías buscando una explicación, la persona que había entrado al baño se dirigió directamente a los cubículos. Minju, quien ya había terminado de hacer del 2, bajó la cadena y salió, caminando en dirección al tocador. Tomó su cepillo de dientes y comenzó a lavarse los dientes. Una vez que terminó, comenzó con su rutina de lavado de rostro: primero se mojaba la cara, luego aplicaba el jabón facial y volvía a mojarse el rostro, repitiendo el proceso tres veces. En la última parte de su rutina, Minju tomó con ambas manos el agua del grifo y mojó su rostro por última vez. Fue entonces cuando escuchó el sonido de la puerta de uno de los cubículos abrirse, así que se apresuró a secarse la cara para salir de allí.

Se secó el rostro con el paño y, cuando abrió los ojos, el espejo estaba completamente empañado. No se veía nada. Minju tomó un poco de papel toalla para secarse las manos y limpió el espejo, revelando la parte superior de un cuerpo tonificado, con un paño cubriendo desde las caderas hacia abajo. Al ver la imagen, Minju dio un brinco y se ruborizó. Le recordó a quien se había imaginado la noche anterior. Avergonzado, desvió la mirada hacia un lado y dijo:

—Lo siento mucho, ya me retiro.

Intentó voltear para ver de quién se trataba y, adivinen qué, era Elian. Otra vez. Elian estaba con un paño secándose el cabello. Minju, al verlo, se tapó los ojos, aunque dejó un pequeño espacio entre sus dedos, admirando los músculos de Elian. "¿Cómo es que puede tener el cuerpo tan tonificado si es un niño? Yo ni haciendo los ejercicios que hace el mayordomo me vería así", pensó (para aclarar, ambos tienen 18 años).

Dinastía: HerederosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora